Por Déborah Buiza
@DeborahBuiza
Quiero empezar por decir que lo externado hoy aquí no es un regaño, un juicio o una crítica. Esa no es mi intención, mi pretensión, y mucho menos que te sientas lastimado, agredido u ofendido.
Me encantaría que tomaras lo que voy a decirte a continuación como la intervención de un viejo amigo o de alguien muy querido por ti, que ve desde afuera cómo te vas a estrellar y quiere, de alguna forma, prevenirte (si es que de algo pudiera servir o valer).
Aunque sé perfectamente que externar un consejo no pedido o dar una opinión no solicitada es una práctica violenta, voy a asumir el riesgo al pedirte que a lo que leerás hoy le des al menos cinco minutos para reflexionarlo, con tranquilidad.
Externada la advertencia anterior, quiero plantearte la siguiente pregunta: ¿Eres consciente de que lo que haces tiene un efecto en tu vida, en tus relaciones, en los resultados que obtienes?
Es probable que, de inmediato, digas que sí, pero ¿te ha pasado que en algún momento te sorprendes de lo que te sucede y piensas que no tuviste nada que ver?
Dale una pensada con más detenimiento… ¿Qué tan consciente eres de que cada decisión o acción que realizas (o no) en tu día a día, en algún momento se refleja en algo o tiene un efecto?
Quiero poner sobre la mesa varios escenarios (sólo como ejemplos):
Te duele la muela. Sabes que tienes caries y urge ir al dentista, pero… ¡No vas!
Quieres mejorar tu salud. Tienes un diagnóstico médico que requiere seguir ciertas indicaciones y tratamientos, pero… ¡No te apegas al tratamiento, no vas a las consultas ni le das seguimiento…!
Tienes una pareja, familia y amigos. Te encantaría que esas relaciones fueran sanas, fuertes, duraderas, amorosas, divertidas y maravillosas, pero… ¡Las descuidas, no les prestas atención, no les dedicas tiempo, no te esfuerzas por mejorar esos aspectos tuyos que dificultan, entorpecen o enrarecen el vínculo…!
Quieres finanzas sanas que te permitan vivir un poco más tranquilo (al menos por esa parte). Sabes que tienes que hacer un presupuesto y seguirlo, pero… ¡No lo haces…!
A tu salud mental le caería bien soltar algunas situaciones, pasar más tiempo contigo y con la gente que amas y te ama, pero… ¡No ordenas, no priorizas, no vas a terapia…!
Quieres echar a andar tus proyectos, esos que requieren invertir tiempo y esfuerzo de tu parte pero… ¡Dedicas tu tiempo y energías a cosas, personas y proyectos que no te interesan en realidad, te desgastan, no aportan o te alejan de lo que deseas…!
Quieres reconocimiento, promoción laboral o estar en un ambiente laboral armónico, pero… ¡Haces lo mínimo; tienes mala actitud con los demás; te prestas al chisme o a hablar mal de los compañeros; llegas tarde; interrumpes el trabajo de los demás o no lo respetas; haces bromas o comentarios inapropiados; no eres amable…!
La verdad, hay muchas cosas que no están en nuestras manos, pero de las que sí ¿qué aportamos? ¿Qué damos? ¿Qué hacemos?
Proponte “darte una miradita”, revisar tus conductas: ¿qué aportas a tu vida y cómo influye en los resultados que obtienes?
No es juicio, critica o regaño; es una llamada de atención. Revisa qué aportas, qué das, qué haces... Sé que en el fondo de nuestro comportamiento hay múltiples explicaciones, razones y motivaciones, y que si bien es importante conocerlas, trabajarlas y darles su lugar, requerimos también ponernos un alto y tomar acción sobre lo que se necesita cambiar para obtener otros resultados.
Podríamos ir al fondo de muchos temas y trabajar, por ejemplo, el autocuidado, los límites, la comunicación efectiva y asertiva, estrategias para el clima laboral, etc., pero si no te detienes y vas al dentista a tratarte la muela; haces una cita a la semana con tu pareja y la cumples; dejas de comprar cosas que no necesitas y llegas a tiempo a tus compromisos laborales, la situación será la misma y podría empeorar.
Pon en tu radar las consecuencias de lo que haces (y dejas de hacer); que no te pase como el dicho de: “buscar trabajo y pedir a Dios no encontrarlo”.
Y tú ¿qué resultados obtienes de tu actuar diario?
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