Por Omar Garfias
@Omargarfias
Gritamos ingenuamente.
¡Prensa!, ¡prensa!
Los golpeadores de la CTM llegaron en dos camiones.
Los vi bajar, seres intoxicados de prepotencia, gritos, barrotes…
Me metieron un balazo que me perforó el intestino y me fracturaron una mano y el cráneo.
Fue el 26 de octubre de 1986 frente a la fábrica Babcock and Wilcox en la zona industrial de Ecatepec, Estado de México.
Al poder le incomoda que se informe de sus abusos y que se critiquen su comportamiento y sus decisiones.
Toda persona que tiene poder puede abusar de otra.
Tener más dinero, más fuerza física, dominio político o control administrativo permite rebasar los límites que nos hemos puesto para resguardar la dignidad y el bienestar de los que tienen menos.
Todos en algún momento estamos en condición de vulnerabilidad respecto a las decisiones de otra persona que tenga poder. El empresario ante el funcionario, el trabajador ante el patrón, el ciudadano ante la autoridad, la mujer ante el hombre.
Nuestra historia humana está conformada por forcejeos para que nuestra convivencia sea justa y confiable.
El periodismo tiene un papel fundamental en la construcción de una sociedad sin abusos.
Identifica hechos que dañan a las personas; estructura deliberaciones públicas sobre esos problemas; quita el velo a las acciones irregulares y arbitrarias, y conforma foros donde se evalúan las decisiones y acciones.
Si no hay crítica, si no hay información que advierta de hechos indeseables, si no hay periodismo, entonces los poderosos, los potenciales abusadores, no tendrán uno de sus principales límites: el que se les ponga en evidencia, el que se divulgue su mal comportamiento.
Que exista el periodismo, es importante para todos, para que no abusen de nosotros.
Puede haber mal periodismo, que exponga información falsa. El castigo a tal desempeño debe ser la pérdida de credibilidad.
Pueden haber opiniones calumniosas. El castigo debe ser la denuncia penal que implica un juicio y una posible sanción jurídica.
No es papel de quien está en el poder, cancelar el ejercicio periodístico.
La peor forma de impedir el periodismo es el asesinato de periodistas. Durante los primeros 35 meses del gobierno del presidente López Obrador han sido asesinados 52 comunicadores, con 90 por ciento de impunidad, según la Secretaría de Gobernación. Esto es, 66 por ciento más asesinados que en el mismo periodo de Peña Nieto y 25 por ciento más que en el de Felipe Calderón.
Otra manera es la económica, bloquear que los periodistas tengan ingresos. Los poderosos hacen saber a los dueños de los medios y a los anunciantes que no les gusta el trabajo de alguien para que procedan en consecuencia.
“Televisa me va a tener que explicar por qué le está pagando a Loret”, dijo el presidente el pasado 11 de febrero. Inmediata y personalmente, esa empresa aclaró que estaba equivocada la información que había dado el primer mandatario.
Otro recurso de los poderosos es no rebatir la información periodística con información, sino descalificando al emisor. “Ad hominem”.
“Es falso porque ganan mucho” como si la verdad dependiera de los bolsillos de quien habla y como si medios como La Jornada o Epigmenio Ibarra, a los que ensalza el oficialismo, no recibieran compras y préstamos del gobierno por centenas de millones de pesos.
“Es falso porque no apoyan a nuestro movimiento” como si el declarar que se persigue una causa justadiera infalibilidad.
“Es falso porque persiguen intereses partidarios y son activistas políticos” como si eso fuera delito y no hubiera ejemplo de periodismo militante riguroso como los de los Flores Magón y Ryszard Kapušciński.
La democracia requiere de la disidencia.
El presidente, el poseedor del mayor poder político y administrativo del país, quiere que renunciemos a la duda.
Que creamos que todo lo que hace y piensa está bien y correcto.
“Lealtad ciega”, pidió el 23 de septiembre de 2020.
Los senadores de Morena lo dijeron expresamente “el presidente encarna la patria, al pueblo y a la nación”.
Él no es el intérprete del pueblo, él es el pueblo. No puede querer algo malo porque él mismo es el pueblo. No puede hacer nada mal porque él es la nación, nos protege porque él mismo es la patria”.
No crea que esto que digo es una caricatura, lo escribieron y lo publicaron los senadores de Morena el 15 de febrero.
De este modo, todo el que critique a Andrés Manuel Lopez Obrador es adversario del pueblo y traidor a la patria y a la nación.
Si se cierran los oídos a la crítica y a la información que cuestione al gobierno estaremos negando la posibilidad de corregir errores y de castigar abusos.
Si se mantiene abierta la puerta al periodismo crítico, sea cual sea su emisor, siempre tendremos la posibilidad de captar una señal de alerta sobre los problemas que nos aquejan.
Porque no existen los hombres infalibles, nunca debemos ser dóciles e incondicionales.
Los periodistas mantienen abiertos los ojos y oídos de la sociedad, aunque no le guste a los poderosos, aunque nos den de balazos.
Kommentare