Por Omar Garfas
@Omargarfias
En 2006 voté por López Obrador. Parecía un proyecto político de cambio.
“Nadie por encima de la ley” repetía.
Hoy advierto que, ya en el poder, no quiere resolver el caso de la “casa gris” por las rutas democráticas y legales, prefiere las autoritarias, las viejas formas, las que criticaba.
“Artículo 3. Para efectos de esta Ley se entenderá por conflicto de interés: La posible afectación del desempeño imparcial y objetivo de las funciones de los Servidores Públicos en razón de intereses personales, familiares o de negocios”, esto establece la normatividad correspondiente.
“Artículo 7. Los Servidores Públicos se abstendrán de asociarse con inversionistas, contratistas o empresarios nacionales o extranjeros, para establecer cualquier tipo de negocio privado que afecte el desempeño imparcial y objetivo en razón de intereses personales o familiares, hasta el cuarto grado por consanguinidad o afinidad”, añade.
En México hemos padecido muchos ejemplos de familiares que abusan del poder. La legislación busca impedirlo. Pudiera decirse que nunca se ha respetado la ley... pero Andrés Manuel López Obrador nos prometió que él sí lo haría. En 2018, 30 millones de mexicanos consideraron esa promesa como una de las razones para votar por él.
Un presidente respetuoso de la ley e impulsor de una sociedad democrática ya habría pedido a la Secretaría de la Función Pública de su gobierno, a la Fiscalía General de la República y a alguna instancia internacional neutral que iniciarán, cada una de ellas, una investigación completa del caso.
Ahí podría mostrar las pruebas que tiene y exponer todos sus argumentos.
Es importante que se conozca el contrato de arrendamiento por el que el hijo del presidente habitó una mansión propiedad de un, entonces, empleado de una contratista de Pemex.
La declaración de impuestos de José Ramón López Beltrán aclararía sus ingresos y su relación con las empresas de la familia Chávez, que tiene negocios dependientes del Gobierno federal y que dicen haberlo contratado en una compañía que no tiene oficinas y mantiene una página electrónica con fotos plagiadas de otros sitios y colocadas apenas hace una semana.
El presidente también tiene a su alcance una forma democrática de defenderse ante lo que considera calumnias de varios medios. Puede presentar una denuncia contra tales personas para que los enjuicien y castiguen.
El presidente no puede usurpar el papel de juez y declarar culpable de difamación a alguien.
El presidente no puede revelar los datos de los ciudadanos que tenga a su disposición
En un país al que le urge respetar la ley, el presidente da el ejemplo contrario.
En lugar de dar información a las instancias de investigación y presentar su inconformidad por los cauces legales ha preferido descalificar a quienes presentan el caso.
Ha usado el argumento de que si tienen ingresos más altos que él, entonces no pueden decir la verdad.
Se ha recurrido a lo peor y más anacrónico de la política que antes se criticaba: Identificar al líder como extensión del pueblo y sostener que toda crítica al líder es traición a la patria y es malintencionada.
No es eso el cambio que había ofrecido por años.
La frontera entre un monarca y un tirano es la existencia de la ley, sostenía Montesquieu.
La legislación protege al gobernado de los abusos de quien tiene el poder, le pone límites.
Los mexicanos merecemos vivir en una sociedad donde nadie esté por encima de la ley, como lo prometió muchas veces el candidato Andrés Manuel López Obrador.
En 1956 el poeta Jorge Hernández escribió unos versos que describían la esencia del poder ejecutivo de entonces.
Yo hago brotar las cosechas caer la lluvia callar el trueno sano a los enfermos y engendro toros bravos.
Yo soy el Excelentísimo Señor Presidente de la República, General y Licenciado Don Fulano de Tal.
Y cuando la tierra trépida y la muchedumbre muge agolpada en el Zócalo Y grito ¡Viva México! por gritar ¡Viva Yo!
y pongo la mano sobre mis testículos
siento que un torrente beodo de vida inunda montañas y selvas y bocas
y hasta la misma muerte sube al cielo y estalla como un sol de cañas sobre el viento pasivo y rencoroso de la patria.
Venimos huyendo del presidencialismo sin límites, y ahora el presidente se comporta igual. No cabe decir que el fin justifica los medios, porque precisamente es el fin, un país de leyes, lo que se está traicionando.
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