Texto e imagen de Fernando Silva
Para razonar y hacer las diligencias correspondientes a la intención de dilucidar sobre la desconfianza de buena parte de la humanidad hacia la mayoría de los medios masivos de comunicación, lo podemos hacer y amparar a partir de la Teoría del Encuadre en Comunicación, el concepto de la Sociedad de la Información y los Derechos de las Audiencias en estrecha relación entre los términos sociedad y cultura, en la distinción de cómo estos se influyen de manera directa e indirecta, comprendiendo que cuando se habla del primero (sociedad), lo concebimos como la trascendental unión de personas que convivimos cobijadas por normas comunes y estructuradas para cooperar favorecidos por el respeto ético a los derechos y valores universales, la aplicación de la justicia en función de la moral y el conjunto de las virtudes que obran hacia lo justo en prudente razón, así como por los principios humanistas y, el segundo (cultura), como el imprescindible marco de referencia en la amalgama de conocimientos empíricos, filosóficos, intuitivos, analíticos, científicos, afectivos… adquiridos a través del análisis y/o la experiencia que nos permiten explayar sensato juicio crítico y de valor, tanto en lo individual como en lo colectivo; asimismo, por los usos y costumbres, creencias y actividades, el sentido de identidad y pertenencia que rigen, en conjunto, la conducta humana en cada región del planeta.
Gracias a tan relevante sinergia en comunidad es que contamos con generosa diversidad de discernimientos, a la par de un contrastante ramillete en la correspondencia y proporción en lo que respecta a la interacción armónica y la consideración mutua, que actúan como aditamento del principio de tolerancia entre etnias, doctrinas, valoraciones, convicciones, ideologías, postulados..., es decir, la espléndida apertura a esa considerada relación entre civilizaciones sin que ninguna de ellas ejerza superioridad sobre otra. De ahí que la opinión pública se constituya en el hilo conductor del razonado pensamiento crítico-social en cada nación, sin caer en la malandrín irrupción de avariciosos y mezquinos empresarios —reconocidos como parte de los poderes fácticos— que no tienen peregrina idea del oficio periodístico pero que, además, estipulan con alto grado de perversión la difusión de noticias falsas en sus emisoras de radio o televisión, periódicos, internet, redes sociales… imponiendo iracunda línea editorial a sus «periodistas estelares» mayormente —lectores de noticias— en contra de legítimos gobiernos y arremetiendo insidiosamente hacia grupos de la sociedad civil organizada que reconocemos y respetamos como valores esenciales la libertad y la igualdad de todos como ciudadanos: Por ello, les exigimos desde la vía legal y/o manifestaciones pacíficas que reconozcan y acaten los Derechos de las Audiencias.
Sobre el particular, subrayo algunas puntualizaciones:
Recibir servicios públicos de radiodifusión sin ningún tipo de discriminación, sea por origen étnico o racial, género, edad, discapacidad, rasgo social, condición de salud, religión, opinión, preferencia sexual, estado civil o cualquiera otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas.
Ejercer libremente, sin limitación alguna, censura previa, persecución, investigación judicial o administrativa, el derecho a la información, de expresión y de recepción de contenidos a través del servicio público de radiodifusión, audio y televisión restringidos.
Elaborar filántropa programación que… …propicie la integración familiar. …impulse el desarrollo armónico de la infancia y la adolescencia. …fomente las virtudes lúdicas y psicológicas de las bellas artes. …afirme la unidad nacional en defensa de la soberanía. …promueva la igualdad entre géneros. …divulgue el conocimiento científico. …haga uso correcto del lenguaje. …difunda los valores y derechos universales.
Ver y escuchar contenidos que reflejen el pluralismo ideológico, político, histórico, social, cultural, académico y lingüístico.
Por consiguiente, contar y hacer valer estos derechos —al igual que otros— es fundamental, ya que regulan el pleno respeto a la dignidad, señalando las condiciones básicas para la propia vida humana, además de promover los valores fundamentales de convivencia. Y a pesar de que aún predomina lo «comercial» en función de los intereses avarientos y cicateros de las oligarquías, es oportuno hacerles saber que las audiencias no les sintonizamos para incrementar sus ventas, sino en la confianza de una programación que eleve el criterio y la calidad humanas permitiendo, entre otras cosas, aprovechar el tiempo libre cultivando conocimiento apropiado y productivo; que los menores aprendan a través del juego, la recreación y el esparcimiento, asimismo para divertirnos sanamente. Es decir que, en congruencia comunicativa en libre manifestación de los afectos y de las emociones, hagan series y programas que estimulen la concentración y la agilidad mental para que nuestro cerebro libere endorfina y serotonina, dos de los 40 neurotransmisores que generan bienestar y, por ende, incentivan de manera consciente la sana convivencia y la filántropa inclusión social.
De hacer caso omiso al reclamo particular y universal por parte de estos oscuros potentados, sin duda alguna se incrementará acuciosamente la voluntad popular por elegir la comunicación social, esa que se expande por la Internet y que se mantiene como paradigma de libre y soberano diálogo circular y en donde se tiene la emisión lineal de contenidos generados por el sistema de transmisión inalámbrica X-Sign Broadcast, con el que se sufraga en certitud los envíos, recepción y la administración de mensajes instantáneos con notificaciones, información de cualquier tipo (textos, imágenes, audios y videos), así como la transferencia de documentos (archivos) desde cualquier dispositivo inteligente. De esta manera, todos tenemos la potestad de optar y opinar —en libre albedrío— sobre productos audiovisuales como piezas que cumplan con uno o varios objetivos: puede ser sobre las bellas artes, de entretenimiento, de cultura general, de documentación histórica, lúdico-educativos y formativos, de derechos y valores universales, de ecología y bioética o que pongan al alcance de todos —básico y especializado— conocimiento científico.
En concreto, las acciones ciudadanas respecto a la defensa de los Derechos de las Audiencias deben ser admitidas como vital estrategia política en la fortaleza de las sociedades al tener la libertad de exigir y elegir contenidos pedagógicos, cognitivos y perceptivos; si no lo hacen, que les retiren las concesiones y, en abierta licitación pública, se otorguen a quienes presenten no sólo la evidente capacidad técnica, sino la idónea inteligencia y sensibilidad humanística que les permita entender las necesidades comunicativas de la ciudadanía para percibir, reconocer y comprender de mejor manera las contrariedades y las concordancias en nuestras comunidades o entidades. La mayoría de la humanidad, respetando la cultura en cada región, requerimos de información confiable, así como análisis y opiniones sensatas para poder decidir por nosotros mismos qué tomamos o dejamos. En ese escenario, preguntarnos si los medios tradicionales propician certidumbre o, por lo menos, observar la mediocridad de múltiples noticieros en donde predominan las falsedades, el fomento del miedo a través de morbosas e irrespetuosas imágenes beligerantes; agresivas series y programas en donde la violencia, las drogas, las venganzas, los engaños, la delincuencia, las violaciones, las majaderías, el cohecho, la corrupción… se lucen en franca degradación que impacta negativamente en todos, particularmente en los menores de edad.
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