

Por: Fernando Silva
Al auge de las monedas digitales de bancos centrales (CBDCs) y otros criptoactivos se unen los Tokens no fungibles, Non-Fungible Tokens (NFT, por sus siglas en inglés) en una coyuntura donde todo parece ser «tokenizable» por lo que estos activos digitales comienzan a captar el interés de un sinnúmero de inversores en todo el mundo, lo que está revolucionando la propiedad de activos digitales con implicaciones notables en el ámbito de las expresiones plásticas, buscando generar valor a través de la idea de no fungibilidad, propagando escasez, trazabilidad y comerciabilidad; en concreto, con la unidad única de datos almacenada en un libro de registros descentralizado, electrónico y público, se crea un archivo inalterable de transacciones «encriptadas» y distribuidas a través de bloques de información de manera desconcentrada, mejor conocida como tecnología Blockchain, misma que permite documentar y rastrear un expediente hasta su origen, autoría, propiedad y autenticidad, con la garantías de inalterabilidad, verificabilidad, seguridad y no fungibilidad.
Hagamos una pausa para brindar una breve acotación ¿qué es un bien no fungible? Cuando no es posible que se sustituya algo por otro semejante (un pintura, un libro con una dedicatoria y todo aquello que sea irrepetible) así, lo no fungible tiene una dimensión exclusiva, mientras que lo fungible no tiene individualidad y se puede cambiar por algo de la misma índole, calidad y cantidad (un auto, ropa y todo artículo que se pueda reproducir). De esta manera, la idea de fungible implica que hay una relación de equivalencia entre dos cosas distintas pero que tienen idéntico valor y son perfectamente intercambiables entre sí, por ejemplo, un billete de un dólar nuevo vale igual que uno viejo. En un sentido amplio, los NFT pueden considerarse como certificados de propiedad de activos virtuales o físicos, y la diferencia con otros activos digitales, como pueden ser las criptomonedas, reside en que dichos NFT no son fungibles, caracterizándose por tener propiedades únicas, por lo que no se pueden intercambiar, ya que son activos individuales, indivisibles e insustituibles, que se generan digitalmente e identifican inequívocamente su propiedad. A finales de 2017 ingresaron los primeros Tokens no Fungibles al mercado de criptoactivos, siendo Cryptopunks y CriptoKitties de las primeras aplicaciones de esta tecnología funcionando como activos digitales coleccionables. Sin embargo, a inicios de 2018 debido a la caída en el precio de los criptoactivos, los NFT desaparecieron momentáneamente de los medios y sería hasta el 2021 que volverían a tomar relevancia mediática a través de su aplicación para la valorización de obras digitales.
La principal razón por la que los NFT son difíciles de entender es que el concepto de la propiedad es binaria y alguien es dueño de algo o no lo es. Pongamos como modelo el trabajo del economista de la UCLA, Harold Demsetz, en The Exchange and Enforcement of Property Rights (El intercambio y la aplicación de los derechos de propiedad) en el que considera el ejemplo del «aparcamiento a precio cero». Cuando los centros comerciales construyen estacionamientos, proporcionan un beneficio indirecto a las tiendas cercanas al centro comercial, ya que hay gente que aparca su auto pero cruzan la calle para ir a otro establecimiento. En tal circunstancia, el centro comercial podría vigilar sus aparcamientos y asegurarse de que nadie abandone el centro comercial, sin embargo, el costo de la vigilancia supera el beneficio de atrapar a alguien utilizando su espacio, por lo que el propietario del terreno pierde el control sobre su propiedad legal. Entonces, parte de ese valor se transfiere a los propietarios de las tiendas adyacentes en forma de mayores ganancias para estos.
Para la generalidad de personas en el mundo —en la práctica de «copiar y pegar»— la insuficiencia digital es aún dificultosa de comprender, de tal manera, los suministros de cada NFT no pueden falsificar su autenticidad, ya que la Blockchain verifica su origen y todas las transacciones. Por supuesto, alguien puede hacer una captura de pantalla y compartirla, pero un NFT «tokenizado» no puede ser falsificado y vendido, ni se lo puede hacer pasar como auténtico, ya que sería fácil verificar si el activo original fue transferido o no. Los NFT se emiten en la Blockchain, de ahí que su creación, propiedad y transacción a la que se sujetan son verificables y de dominio público, por lo que es la demanda en el mercado de valores la que determina el monto de un activo comprobable.
Por lo tanto, la definición técnica de imagen digital se precisa como la representación bidimensional de una reproducción basada en una matriz numérica binaria. Esta réplica puede ser fija (estática) o móvil (dinámica) dependiendo de su resolución e intención de uso. De tal forma y en términos de una pieza con valor artístico, un NFT no es la obra en sí misma, sino el identificador digital que permite garantizar su originalidad y legitimidad a través de la tecnología Blockchain. Obviamente, lo que se conoce como «arte digital» ha sido el principal impulsor de la popularidad actual de los NFT. Sin embargo, desde hace varios años se utilizan para una gran variedad de activos, como objetos de colección, tokens de derechos de acceso e incluso contratos financieros. Gracias a sus capacidades vinculadas a los smartcontract (contratos inteligentes) Ethereum estableció criterios útiles para definir nuevos tokens, en particular, el estándar ERC-721 que define las características de estos, utilizados para crear nuevos NFT. Es importante mencionar que otras Blockchains, como EOS.io o Tron, también pueden implementar sus propias versiones de Tokens no fungibles.
En marzo de 2021 el artista digital Mike Winkelmann, conocido como «Beeple» vendió una de sus piezas: «Todos los días: Los primeros cinco mil días» por 69 millones de dólares, en la famosa casa de subastas Christie's, situándose como la tercera pieza más cara de un autor vivo. Indudablemente, hasta hace poco, en el mundo digital una copia era indistinguible de otra, lo que reducía su valor, pero la aparición del Blockchain y los Tokens no fungibles han cambiado eso, haciendo posible la compra de obras digitales como originales. Entonces, si es posible adquirir un NFT ¿en dónde lo guardamos? Para ello necesitamos Wallets, es decir, monederos digitales que nos ayudan a almacenarlos e, incluso, comerciar con ellos. Lo mismo ocurre con las criptomonedas, como el Bitcoin, las cuales se guardan en Internet a través de estas aplicaciones. Las más conocidas y usadas son las siguientes: Metamask, Enjin, Math Wallet, Trust Wallet o Alpha Wallet. Al parecer, estos contratos inteligentes, podrían reemplazar a las facturas digitales y a los certificados de autenticidad que otorgamos los autores de pinturas, esculturas, grabados, dibujos… y que son la forma que el comprador tiene para demostrar legalmente que es dueño de cierto bien artístico. Es en este punto donde recae la importancia de los NFT, pues están haciendo que los creadores consideremos una forma más justa y directa de monetizar las obras, lo que sin duda revolucionará la industria y no sólo eso, sino de otros bienes: Inmuebles, metales y piedras preciosas, joyería de diseñador, servicios médicos, formación académica...
Definitivamente, aún falta brindar mayor claridad sobre los NFT para observar el impacto suficiente como para cambiar la forma en que se crean, distribuyen y monetizan las piezas digitales, además de que seguramente se mantendrá el interés por adquirir piezas tangibles como una pintura o una escultura. Indudablemente, en el Metaverso (universo 3D y de entornos en Internet) las personas interactúan como avatares combinando múltiples espacios virtuales, en el que se entienden en una versión de la vida que les permite reunirse, jugar y socializar en estos ambientes digitales a través de un soporte lógico sin limitaciones.
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