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Intoxicación


Por Déborah Buiza

@DeborahBuiza


Desde hace algunos años adopté como “principio de vida” que si me doy cuenta que algo no sé, voy y lo investigo… Compro un libro… Tomo un curso… Y busco… Y busco información. Antes era en la biblioteca y ahora con la facilidad de la Internet pues es tan sencillo como navegar en la red y encontrar textos, videos, infografías y demás del tema que busco, y hasta de otros que ni buscaba… Es tan sencillo ir de una información a otra, de un tema a otro que, a veces, no sólo se navega sino se naufraga en la red.

Hace poco en una de esas incursiones informativas me topé con el término “intoxicación”. Estaba en una de mis extensas búsquedas, por supuesto de un tema que me había llevado a otro, con una persona que decía que nos saturamos, nos “intoxicamos” de tanta información, que no sólo adquirimos sino acumulamos más información de la que podemos asimilar.

¿Cuánta información es demasiada para “intoxicarse”? ¿Cómo sabe uno cuanta información es suficiente?

Pues resulta que sí, así como en la comida, también es posible “consumir” información “de más” y “enfermar”.

¿Te ha pasado? ¿Sentirte saturado de información, abrumado, en una especie de parálisis donde, entre más información tienes menos análisis logras y no “atas ni desatas” y la reflexión brilla por su ausencia?

Ojalá existiera un medidor que nos dijera “usted ya se pasó de información” para hacer una pausa y tomarse un antihistamínico. Pero no, no existe.

En este mundo de redes es muy fácil obtener más información de la que nuestro cerebro puede procesar, de la que podemos asimilar y ocupar y, sin embargo, es frecuente pensar que aún no estamos listos y que nunca es suficiente, llevándonos a buscar más y más información.

¿Cuánto más necesitas saber?

Demasiado informado, saturado, embotado, agotado, desorientado, desajustado, cansado, agobiado, rebasado, indeciso, inseguro, estresado, abrumado, ansioso… pueden ser efectos de exponernos a una cantidad mayor de información de la que podemos asimilar. Y es que una cosa es conocer y actualizarnos en alguna materia, convertirnos en especialistas, y otra sumergirnos hasta ahogarnos en un océano de información.

Necesitamos darnos oportunidad y tiempo para procesar lo que sabemos, para que el nuevo conocimiento se “acomode” en lo que ya sabemos o hemos experimentado; para desechar lo que no nos funciona; para asimilar los “veintes que caen”; para reajustar nuestras perspectivas; para ampliar la mirada y dar espacio a los cambios de paradigmas si es necesario.

Requerimos hacer una pausa, quedarnos en silencio (aunque sea incómodo), aceptar que no se puede saber todo y asumir que eso también está bien.

Antes de llegar a la “intoxicación” por información, necesitamos cuestionarnos cuánto nos exponemos y cómo necesitamos cuidarnos; revisar nuestros “hábitos de consumo” de información, cómo la dosificamos y a qué medios nos exponemos.

Y aunque el término que me llevó a la reflexión que te comparto hoy se refiere al volumen de información, me quedé pensando en ¿cuántas veces nos hemos sentido saturados con “nuestros” temas? O incluso con los “temas” que otros nos comparten y después nos quedamos con “tanto” que no sabemos qué hacer con ello, pero creo que esto amerita otra columna.

Y tú, ¿de qué necesitas desintoxicarte?




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