La apatía, una enfermedad subyacente que urge atender

Por Fernando Silva
Cuando escuchamos o vemos las acciones humanas que engendran decadencia, es recurrente observar que se asocia a hechos como: asesinatos masivos, incremento de las ideologías en beneficio de poderes fácticos, conflictos bélicos, extinción de especies, calentamiento global, venganzas, cohecho y corrupción, extremismos raciales e ideológicos, desigualdad, propaganda manipuladora, odio y violencia, divulgación científica sin ética… que restringen la supervivencia. Lo que nos lleva a ponderar el que si nos consideramos «seres pensantes» nos debería preocupar de manera natural tan despiadadas circunstancias y actuar en consecuencia organizados —con la necesaria voluntad, conciencia y conocimiento— para detener de tajo la estupidez, la soberbia, la avaricia, la falta de respeto, la mala educación y todo aquello que lacera e incluso acaba con la vida de millones de personas; asimismo, analizar las causas que originan apatía, desmotivación, desinterés, desgano y falta de participación en buena parte de la gente en todo el mundo.

En este sentido, si la apatía de un sector de la población mundial es un síndrome complejo que se caracteriza por un déficit persistente de motivación, parte del desafío que tenemos como humanidad es ocuparnos y hacer lo que corresponda por participar en actividades conjuntas en bien común y que directamente mejoren sus relaciones familiares y sociales. Entonces, la clave está en brindarles las condiciones necesarias que activen entusiasmo y voluntad con estímulos lúdicos, como una manera de disfrutar lo cotidiano, es decir, desempeñar actividades de placer para que puedan evaluar de manera apropiada lo que perciben como acto de complacencia física y mental. De esta manera, la diligencia del divertimento favorecerá el desarrollo de sus aptitudes cognitivas y, algo vital, su sentido del humor, predisponiendo la atención en motivación para un didáctico aprendizaje. Sin duda, llevadas de manera profesional, las actividades lúdicas son métodos estratégicos que incorporan a las personas a la convivencia y a la participación en ambientes agradables y atrayentes, amplificando dignas habilidades éticas y morales.
Por lo anterior, es importante sumar a la colaboración para integrar en las sociedades a personas felices, que cautiven —con su ejemplo de benéfico cambio— en sus diversos entornos, dando como digno efecto destrezas impregnadas de afecto y disposición para trabajar en bien de sus semejantes. Aquí la cuestión es ¿Por qué considerable población del mundo no quiere participar en favor del bien común y en el fomento de conductas pro sociales? ¿Será que la abulia y la impasibilidad del ánimo son enfermedades en expansión? ¿Anteponen el «primero yo y luego yo»? Tan singulares conductas hacen de quienes padecen apatía predictores negativos de recuperación funcional, quizás, más intenso que la depresión, y sus sentimientos se vuelven tanto excesivos como absorbentes, interfiriendo de manera desfavorable en su vida cotidiana. Esto puede generar situaciones de sumisión que conllevan a inconveniencias en sus relaciones y a interpretar mal la falta del conjunto de factores internos o externos que determinan las justas acciones de cada persona, como el resultado de una conducta ociosa o provocadora y hasta violenta. Lo lamentable es que al parecer no son conscientes ni muestran preocupación por la presencia de indolencia ni por sus consecuencias, destacándose la ambivalencia implicada en la conducta, afirmando que cualquiera de sus motivos están al servicio de sus intereses, además de considerar inviable el altruismo por entender que los intereses de los otros sólo se tienen en cuenta como instrumentos a disposición de sus fines. En esta circunstancia, tener en cuenta que con la mentada «Cuarta revolución industrial» nos encontraremos al borde de un cambio profundo tecnológico que modificará esencialmente la forma en que pensamos, trabajamos y nos relacionamos, por lo que la transformación será distinta a cualquier cosa que el género humano haya experimentado antes. Así, las personas más ricas del planeta —con su Nuevo Orden Mundial— organizan la transición de la mano de la ingeniería genética y las neurotecnologías, dos áreas crípticas y lejanas a la mayoría, particularmente, a los individuos que no se informan, que no participan en intercambios intelectuales y no colaboran en el bien hacer, lo que surtirá negativo efecto en el mercado del empleo, ampliando la desigualdad en los ingresos, la educación, la formación académica, la salud, la seguridad, la democracia… Las sacudidas económicas y de estabilidad social repercutirán en la geopolítica y las estructuras éticas, que dicho sea de paso, son la primera condición que debe cumplir cualquier institución pública y privada que se considere decente.
El acatamiento de los cánones y los valores fundamentales no es opcional, sino menester para la efectividad de las instancias sociales. La justicia, el cumplimiento de la ley, el respeto de los derechos humanos y el estado de derecho deben ser la razón para obrar de cualquier empresa, industria y economía, so pena de quedar sujetos al juicio de la sociedad en la que se establecen. En ese entendido, la ética de los gobiernos es una condición sine qua non, y es más importante que cualquier política concreta, porque todas dependen de ella. Asimismo, una vez que se logre instalar un confiable sistema político en el cual la soberanía resida en la gente, se continuará precisando de una ciudadanía informada y movilizada. En ese orden de ideas, la democracia no es promovida por los apáticos, ni fue pensada originalmente ni defendida por ellos; surgió como oposición a las arbitrariedades de avariciosas élites económicas y políticas, por lo que se continúa requiriendo la implicación de la gente en los asuntos políticos y de justicia social.
En la práctica, son efectivamente las vanguardias de grupos intelectuales-revolucionarios los que constantemente orientamos y/o llevamos a su ejecución los aparatos comunicativos de la social-democratización, en particular la concepción de los tratos dirigidos a la conclusión de convenios, la modalidad y el enunciar —en términos claros y precisos— acuerdos y conciliaciones con las cáusticas élites que detentan el control de lo que consideran es acorde al ejercicio de cualquier artimaña que favorezca sus abusivas reglas, además de la evidente falta de equidad y justicia. De ahí que cualquier proceso en bien común resulte intrascendente si se cuenta con una base social apática e ignorante de lo que el futuro depara.
Por ello, la intensa intranquilidad acerca de temas como la transparencia, rendición de cuentas y responsabilidad de cada circunstancia que determine el desarrollo de la humanidad para evolucionar hacia una comprensión más amplia en la organización y dignidad individual es vital para aprovechar los aspectos socio-culturales y las reservas de capital ético-moral con la intención de fortalecer, mejorar el desempeño general y elevar los valores universales con el justo propósito de ser seres con alta calidad de vida. Por consiguiente, es necesario reconocer y demostrar que somos capaces de lucirnos en conocimiento, inteligencia y conciencia que nos permitan lograr un progreso proporcionado al mérito, en lugar de continuar en una apatía que denigra nuestra condición de ser humano.
Estimado lector, es importante que la conducta pro social se propague en bien de una mejor convivencia, creando lazos solidarios y, con ello, un adecuado bienestar personal y social.