
Por: Fernando Silva
Todo proceso de comunicación contrae la peculiar eventualidad de la discrepancia, ya que es recurrente —entre otros aspectos— el que se confunda el término comunicar con el de informar, pues con cada persona o grupo que se origina algún tipo de intercambio de ideas o razonamientos estará latente la controversia etiológica y/o el exaltado debate. En ese sentido, los filósofos y pensadores han concebido substanciales transformaciones sobre la difusión de las ideas y del saber, planteado como translación el paso del conocimiento mítico al logos (razón, principio racional del universo) o conocimiento racional, lo que nos permite percibir que el universo y sus fenómenos están ordenados por leyes; y el logos nos condescenderá el discernimiento de la existencia real y efectiva de ese universo y de la naturaleza de las cosas. Posteriormente, las corrientes evolucionistas o transformistas establecieron un sentido de progreso al desarrollo del pensamiento, su comprensión consciente y, por ende, su divulgación, al ubicar un primer estado teológico, luego uno metafísico, hasta implementar el estado científico del conocimiento.

De ahí que surjan diversos enfoques —incluso desasosiego— que no tienen que ver con lo conocido, sino con lo que no se conoce, por lo que no es necesariamente cierto que para cada inconveniente estemos en condiciones de generar el saber y las acciones correspondientes. Tan sólo basta con observar que en un sinnúmero de ocasiones confirmamos cómo el no tener un marco de referencia —lo más certero posible— trastoca el racionamiento y las relaciones personales y sociales, generando perplejidad, desconfianza, odio y hasta un desproporcionado grado de violencia. Aquí la peor ignorancia, esa de quien no quiere tener conocimiento, sintetiza la supresión de la humanidad circunscribiéndola en condición de objeto, tanto a los que la ejercen como a quienes la padecen. Por ello, la práctica de filosofar, dialogar, racionalizar e interactuar con respeto, afecto y de manera consciente es la mejor coyuntura para el sano pacto de las desavenencias, así como para fomentar la recíproca comprensión y colaboración.
En virtud de ello, y orientada a facilitar los fundamentos conectados con los procesos comunicativos, los incesantes desórdenes del lenguaje, el escuchar y el hablar, las diferencias ideológicas, además de la interlocución de las personas, de los grupos humanos y de las poblaciones, lo tenemos en una profesión de rango científico, conocida como Fonoaudiología, cuya labor es: Asesoría, consejería, promoción, prevención, evaluación (diagnóstico), intervención en los sectores de educación (regular-especial), salud y trabajo, con el fin de mejorar la calidad de vida de la gente. Por consiguiente, para que ello sea viable es preciso contar con instrumentos de soporte del entendimiento inteligente, intelectual, cultural y sensible que beneficien la identificación de las causas para tomar decisiones sensatas y eficaces en pro del bien común y en consideración hacia todo ser viviente, así como hacia nuestra madre Tierra.
Particularmente «La sociedad del conocimiento», con la innovación de las tecnologías de la información y las comunicaciones, va transformando —paso a paso— los conceptos del saber, en donde podría catalogársele como «La sociedad del desconocimiento», es decir, una comunidad que somos más conscientes de nuestro no-saber y que prosperamos al aumentar los conocimientos, a la par que profundizamos con cautela al enfrentar la desinformación en sus diversas manifestaciones: inseguridad, miedo, verosimilitud, riesgo e incertidumbre, en cuanto a las eventualidades y las consecuencias de las decisiones desde un punto de vista de legitimidad moral y principalmente ética. De esta manera, la imprevisibilidad —en cuanto a los vaivenes cotidianos y las derivaciones de nuestras determinaciones— concibe una perplejidad preceptiva y de legalidad hacia las normas que regulan la convivencia en toda sociedad y/o nación.
Asimismo, tener en cuenta que los sistemas caóticos no implican necesariamente desorden o falta de estructura en el sentido literal de la palabra; los métodos no lineales son procedimientos irregulares e impredecibles que se manifiestan en cuantiosos ámbitos de la vida, por lo que no se puede afirmar que asuman procesos sistematizados sin ley, dado que existen normas que determinan su comportamiento, aunque no sean del todo conocidas. Se trata, eso sí, de metodologías sensibles a las condiciones de raíz. A tal efecto, quizás una de las definiciones más diáfanas de entender de caos sea la susceptibilidad a las circunstancias que dan origen a las discordancias, manifestándose conductas —aparentemente erráticas e imprevisibles— en las relaciones personales, familiares y sociales, de forma que se desvían y dañan por causa y efecto de los disentimientos en opiniones o en actuaciones a un ritmo que aumentan proporcionalmente, de esta manera, incluso se puede perder el registro de lo que provocó tan amargo escenario.
Por lo tanto, las demarcaciones entre el saber y el no-saber siempre serán cuestionables, ya que en profusos casos es una cuestión abierta en cuanto se puede todavía saber (la espiral del conocimiento), por lo que no se trata del discurso que exterioriza lo poco que sabemos y qué supeditado es la erudición; es algo incluso más impreciso que esa ignorancia desidiosa hacia el entendimiento, como el desconocimiento que se supone o se teme, del que no sabe exactamente lo que no conoce y que es animado por los controlados medios masivos de comunicación en todo el mundo, evidenciada por la perversa motivación detrás de la ley de hierro de las oligarquías y su brutal tendencia pesimista por su escepticismo ante la naturaleza humana. Consecuentemente, no se da ninguna facilidad para que los seres humanos de un sector reflexivo, responsable y participativo de las sociedades tomen parte en las acciones que dignifican y que brindan la equidad necesaria, ya que según el pensamiento de las elites controladoras, simplemente causarían problemas, claro que para ellos, puesto que una sociedad consciente e informada les representa una serie de eventualidades y hasta su caída, lo que nos conlleva a reflexionar sobre las razones subjetivas que recaen en los diferentes sectores: políticos, sociales, económicos, ambientales, culturales y gubernamentales, y que a su vez influyen en el desarrollo integral de cada país; por lo que esta evolución social se relaciona con la preparación personal y el modo en el que se van generando valores al decidir y compartir conocimientos, habilidades y talentos en favor de elevar la calidad individual y colectiva.
En este entendido, la cuestión concerniente al bien común como el desafío de la fundamentación de las pautas que rigen la conducta en cualquier ámbito de la vida, son tópicos —que la retórica autoritaria convirtió en fórmulas o clichés fijos e impuestos en esquemas arbitrarios y despóticos— que deben estar presentes en la reflexión y en la participación social. Por lo tanto, el impulso del bienestar a partir de una sana comunicación sigue siendo una característica de la inteligencia y la sensatez; sin embargo, el concepto de bien común contiene una serie de limitaciones que impiden su natural establecimiento en un entorno de sociedades fiscalizadas por los intereses de quienes controlan las economías, las complejidades por la falta de equidad y la fragmentación por ideologías conservadoras que desmiembran las democracias y los derechos de las personas.
En concreto, manifiesto con respeto el estimular una sana y justa transformación discursiva-procedimental en bien de todos que sirva como idea regulativa para la formulación de una ética individual y social en el marco de la saludable comunicación, como espléndido medio para pacificar el caos individual y colectivo.
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