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Los exigentes, fábula de hechos reales en Culiacán

migueldealba5

Por Omar Garfias

@Omargarfias


La exigencia ciudadana es el gran remedio para el mal funcionamiento de las instituciones; para remediar el que los gobernantes elegidos no hagan caso a quienes los eligieron; para corregir que los representantes actúen autónomamente de los representados, como una aristocracia.

Los ciudadanos se conforman cada vez menos con sólo votar y dar un cheque en blanco a quienes los representan. Quieren que sus opiniones e intereses sean tomados en cuenta más seguido y más efectivamente. La autoridad política sólo es legítima si se somete regularmente a una prueba de discusión y justificación.

La exigencia ciudadana también se ha vuelto indispensable para resolver problemas y atender eficazmente a la población. La utopía de un Estado omnisciente capaz de gobernar desde lo alto a la sociedad de modo racional ha resultado falsa. Para ser eficaz se debe estar cerca del terreno, implicar a las personas involucradas, procesar información recogida en la base.

Cuando los ciudadanos no pueden o no se atreven a exigir, significa que no hay democracia.

El objetivo de exigir es velar porque el poder sea fiel a sus compromisos, cumpla su obligación de procurar el bien común.

Cuando callan los ciudadanos, muere la democracia.

En Culiacán padecemos la impotencia del gobierno para cumplir su misión primordial de garantizar la seguridad pública.

Centenas de veces las autoridades han dicho que hay tranquilidad o que ya está controlado el problema. Minimizar la crisis de más de cien días ha sido la actitud.

Por lo tanto, también pretendieron evadir su responsabilidad en las consecuencias económicas del megaculiacanazo y su obligación de apoyar a los damnificados de desastres. Problemas derivados de su incapacidad.

Luego de mucha demanda, tras 30 días de violencia, a un sistema económico de 40 mil micro, pequeñas y medianos establecimientos —sin contar la informalidad que no cuenta con locales— le entregaron 386 cheques de un monto insuficiente para pagar un recibo de luz.

La narrativa fue: sólo unos pocos necesitan un poco de apoyo. Esos pocos serán los que no exijan, aplaudan y repitan que la tranquilidad ha vuelto.

Algunos empresarios exigieron, hicieron eventos para apoyar a músicos y meseros, se juntaron con otros inconformes y elaboraron un plan emergente de recuperación económica.

El gobierno los llamó exagerados, sin contraponer un solo dato, ningún argumento, ningún hecho. Luego, en su informe, dijo que había ido al mercado y nadie le había pedido nada y que la vendedora de atole ya había salido.

Los empresarios exigentes anunciaron que visitarían el Congreso y el Gobierno federal.

El gobierno les pidió cancelar esa visita a cambio de una reunión. Los empresarios no cancelaron y propusieron una reunión pública para abordar el plan después de la visita.

El gobierno reaccionó aumentando la cantidad de cheques, aunque con las mismas condiciones y los funcionarios seguían llamando “grillitas” a las exigencias y propuestas de los empresarios exigentes.

En la visita a la CDMX, esos empresarios exigentes encontraron el respaldo de la opinión pública nacional. Marcaron la agenda mediática del país durante dos días y, a su regreso, más ciudadanos exigentes se acercaron a sus reuniones y propuestas.

La exigencia fue recibida por el gobernador y recibió una respuesta de mayor nivel a sus propuestas para la recuperación económica de Culiacán.

Los resultados de la exigencia son mayores que los del aplauso incondicional.

La democracia no se agota en votar cada tres años. La democracia es una forma de gobernar donde el ciudadano tiene el derecho a que le expliquen y justifiquen las políticas públicas y a modificarlas si es necesario.

La democracia cumple su función de expresión cuando la sociedad toma la palabra; ayuda a que exista un buen gobierno cuando hace posible la manifestación de un sentimiento colectivo, la formulación de juicios sobre los gobernantes y la expresión de reivindicaciones.

La democracia cumple su función de construir comunidad cuando impulsa que los ciudadanos hablen, se pongan de acuerdo y se vinculen entre ellos para producir una casa común.

Los ciudadanos no saben menos que los funcionarios, son capaces de evaluar políticas integrando informaciones a menudo no tenidas en cuenta por los gobernantes.

La existencia de un “buen gobierno” no depende sólo de sus virtudes: la exigencia ciudadana cumple un rol central. Un gobierno no puede dar resultados si no asume sus riesgos de mal funcionamiento y no prevé, entre sus instituciones, el medio para criticarse a sí mismo y ser receptivo de las expresiones de la sociedad, dice Rosanvallon.

Los ciudadanos cumplimos cuando practicamos una resistencia comprometida, haciendo de la interpelación permanente a los poderes el instrumento de una actividad democrática constructiva y de una conversación cívica nutrida.

Cuando hay ciudadanos exigentes se mantiene una esperanza activa, que se niega a ceder al fatalismo.

El disidente da testimonio de las fallas del autoritarismo. Quizás no revierta el curso de las cosas, pero es un signo de la incapacidad del poder de imponer a todos su mentira.

Los gobiernos que funcionan bien son aquellos que sostienen un diálogo abierto, transparente y regular con las asociaciones representativas y la sociedad civil.


El gobierno representativo se convierte

pronto en el más corrupto de los gobiernos

si el pueblo deja de inspeccionar

a sus representantes.

Madame Roland

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