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Mejorar la política exterior


TEMAS CENTRALES


Por Miguel Tirado Rasso

Los gritos de los legisladores morenistas

en el Congreso en la ceremonia de cambio

de poderes subraya su devoción, lealtad

y compromiso con quien le corresponde

ya hacer mutis de la política; resultó hasta

una falta de respeto a la nueva mandataria.

En festejo, homenaje con vivas, sollozos, suspiros y hasta un arreglo musical inspirado en las glorias del personaje presidente, concluyó el último día de gobierno del fundador de la 4T, Andrés Manuel López Obrador. Entre amigos, simpatizantes y seguidores. Entre quienes creen en él y en los resultados de su gestión ciegamente. Entre los que nunca cuestionaron sus otros datos ni les interesó conocer los datos reales. Entre los amigos, recomendados, favorecidos, convencidos y aprovechados, esos para los que “fue un honor, estar con Obrador.”

Tanto jolgorio no debería haber llamado la atención, salvo por el hecho de que la festividad debió ser, supongo, por el cambio de poderes en el Ejecutivo. Particularmente, por el arribo, por primera vez en la historia de México, de una mujer a la Presidencia de la República. Pero, al parecer, en estos tiempos de segundos pisos de la transformación, el personaje central sigue siendo el que dijo que se va, pero poco a poco, y no la presidenta que asumió el poder del gobierno, hace un par de días.

Y no se trata de una competencia de popularidad pero, al menos, era de esperar cierta cortesía del aparato político —Morena— para con quien debiera reconocer como su nueva líder institucional. Los gritos de los legisladores morenistas en el Congreso durante la ceremonia de cambio de poderes subraya su devoción, lealtad y hasta compromiso con quien debiera hacer ya mutis de la política; resultó hasta una falta de respeto a la nueva mandataria. En eso sí, el desvencijado PRI y sus bancadas parlamentarias, en sus buenos tiempos, eran especialistas en mostrar respeto y dar la bienvenida al presidente entrante.

Vaya peso para la nueva encargada de gobernar el país. Lo que debió ser su tiempo para planear, reflexionar, analizar y programar su estrategia de gobierno, determinar prioridades, seleccionar colaboradores, etc., se vio alterado por un marcaje personal que la mantuvo distraída en giras y actos de despedida que, lejos de aportarle, afectaron su investidura. Ahora le toca adentrarse en los temas con cierta precipitación.

Aún en la ceremonia de la transmisión de poderes, predominó la influencia del gobierno saliente, al reducir el margen de maniobra del equipo entrante. La toma de posesión de la primera presidenta de las naciones de América del Norte, todo un acontecimiento, resultó opacado por los efectos de una política exterior descuidada y de capricho del gobierno que concluyó. Bajo el concepto de la 4T de que la mejor política exterior era la política interior, México perdió posicionamiento mundial, lo que se reflejó en la respuesta a la invitación para la toma de posesión.

Se dijo que se invitó a todos los países con los que nuestro país tiene relaciones diplomáticas. Representantes de 105 naciones y 22 organismos internacionales confirmaron su asistencia, pero ningún presidente o jefe de Estado de Europa, los Estados Unidos ni Canadá asistió. Solo nueve de Latinoamérica.

La ausencia de nuestros socios del T-MEC, los mandatarios de EEUU y Canadá, es de analizar, porque es una señal más de que nuestra relación no pasa por su mejor momento. Además, el hecho de que quienes acompañaron a la esposa del presidente Joe Biden fueron, entre otros, el secretario y la consejera de Seguridad Interna, se podría interpretar como que allá les sigue preocupando mucho el tema del narcotráfico y la poca respuesta de nuestro país en el combate a los cárteles.

Sobre el sainete con España ya se ha dicho suficiente. Aquí lo que no parece haber sido lo mejor, es que la presidenta no hubiera buscado la fórmula para superar el problema, evitar que la sangre volviera a brotar e invitar al rey Felipe IV a su toma de posesión. Nuestra relación comercial con España es muy importante, aunque ha decaído en los últimos años, por aquello de las pausas decretadas desde Palacio Nacional. En 2023 fue nuestro undécimo mayor socio comercial global, y el segundo entre los Estados miembros de la Unión Europea. A su vez, México es el principal inversionista latinoamericano en España.

Por lo pronto, quedó claro que en este mundo globalizado hay que atender a la política exterior. Restañar heridas y buscar resolver las diferencias que, en realidad, no son graves ni de fondo. Acabar con las pausas que distancian y nada resuelven, y trabajar intensamente en el aumento y mejoramiento de nuestras relaciones comerciales con el resto del mundo. Nos hacemos falta mutuamente.

Octubre 3 de 2024

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