Por Deborah Buiza
@DeborahBuiza
Recién se estrenó la primera parte de la temporada final de la serie The Crown en Netflix (alerta de mini spoiler), y como es mi gusto culposo maratonear series, me dispuse a verla.
En uno de los capítulos se ve a Diana que pasa unos días de descanso en el yate del millonario Dodi. Sin embargo, parece que algo no acaba de convencerle de esa situación y lo comenta con alguien –no me queda claro si era su amiga o su terapeuta-, quien le dice: “recuerda que eres adicta al drama; relacionarte con esa familia y ese hombre le agrega más drama a tu vida; no necesitas eso…”, y le recomienda enfocarse en ella y en sus hijos.
Quién sabe si la princesa fuera adicta al drama (si es que eso es posible); sin embargo, me queda claro que a veces tomamos decisiones y caminos que elevan la tensión en nuestra vida.
Busco en la Internet el significado de “drama”, y entre los hallazgos mencionan lo siguiente:
“Obra de teatro o de cine en que prevalecen acciones y situaciones tensas y pasiones conflictivas” (RAE); “la obra, realista por excelencia, dotada de personajes complejos y comunes enfrentados a situaciones límite en sus vidas” (Equipo Editorial Etecé); en la página significados.com dice “género literario caracterizado por la representación de acciones y situaciones humanas conflictivas” y también, “por otro lado, como drama también puede designarse un suceso infeliz de la vida real, a tal punto que es capaz de conmover los ánimos”; en Wikipedia se lee “como género cinematográfico, el drama plantea conflictos entre los personajes… los problemas están relacionados con la pasión o con problemas interiores… interpela a la sensibilidad del espectador… en el centro de un drama se presenta a uno o varios personajes que están en conflicto en un momento crucial de su vida…”.
Nuestra vida no es ninguna obra de teatro o guion cinematográfico en el que, de manera constante y permanente, se presentan situaciones o momentos críticos, cruciales o conflictivos en los que tenemos que resolver problemas interiores o pasionales. ¿Hay esos momentos en nuestra vida? Sí, eventos desafortunados que a veces se presentan en cadena pero, afortunadamente, no siempre es así.
Sin embargo, en lo cotidiano, a veces por razones en las que no vamos a ahondar aquí, le agregamos una pizca de drama a nuestros días, a las relaciones que tenemos, a la agenda que queremos cubrir, a las actividades que desempeñamos, y nos sometemos a un estrés y agotamiento innecesarios (bastante tenemos con lo que ya traemos a cuestas).
Te propongo como ejercicio ocioso antes de tomar cualquier decisión preguntarte: “¿cuánta tensión y estrés extra me va a costar?, ¿cuánto desgaste mental, físico y emocional le va a aumentar a la vida que llevo?; esto que voy a decidir ¿cuánto “drama” traerá a mi vida...?”. Así la cosa cambia, ¿verdad?
Sumar “drama” a nuestros días es como esa escena en la que vas en un auto a alta velocidad y sabes que te estamparas porque ves muy claramente una pared y, en vez de bajar la velocidad, detenerte y cambiar el rumbo, pones una canción intensa a todo volumen, enciendes un cigarrillo y aceleras a fondo.
Los efectos de sumar más tensión y eventos conflictivos a resolver a nuestra ya apretada agenda y desgastado organismo invariablemente nos llevarán a situaciones límite, a gastar los pocos recursos que tenemos y a desgastarnos inútilmente. Como diría el compositor mexicano Juan Gabriel: “pero ¿qué necesidad?”.
Te pongo sobre la mesa varios ejemplos: ...te invita a salir una persona que desde el principio sabes claramente que no te conviene, pero dudas acerca de ir o no… ¿Cuánto drama quieres incluir a tu vida al salir con personas que no te van a aportar y, además, te van a desgastar emocionalmente?
O sigues en una relación que claramente no va a ningún lado y ha dejado de ser nutricia… Seguir con esa relación ¿cuánto más enojo, angustia, tristezas y lágrimas va a aportar a tus días...?
Hay varias opciones tentadoras en el menú, pero tratas de cambiar tus hábitos alimenticios y sabes que si pides algo diferente después lo lamentarás y te sentirás culpable por esa decisión… ¿Con cuánto drama vas a aderezar esa decisión?
Sabes que te cuesta trabajo levantarte, hacer tus cosas y salir a tiempo para llegar puntualmente a tus compromisos, pero te “jala” ver un capítulo más de la serie, seguir en redes sociales o lo que sea... ¿Con cuánto drama quieres lidiar por no llegar a tiempo a tus compromisos?
Podríamos preguntarnos, para clarificar si es necesario: ¿cuántas sesiones de terapia me costará salir de esto? ¿Cuántas lágrimas? ¿Cuántos días de bajón ¿Cuánta tensión y estrés le sumará a mi vida? ¿Realmente necesito llegar al límite?
Lo que necesitamos es cuidarnos y tratarnos con sabiduría y amor; tener presente que si algo atenta contra nuestra paz mental y estabilidad emocional vale la pena detenernos y dejarlo pasar de largo; observarnos cómo experimentamos las situaciones cotidianas y, conscientemente, preguntarnos si agregamos “algo” de más.
Incluir situaciones que generan más tensión o estrés aumenta la posibilidad de enfermar; nos agota emocionalmente y puede tener un impacto negativo en nuestra vida. Por decirlo de forma simple: no vale la pena agregar más drama a tu vida, (lo que esté en tus manos); no te lleves al límite, no es necesario.
Y tú, ¿cuánto drama eres capaz de eliminar en tu vida?
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