Por: Fernando Silva
En el siglo XVIII la Revolución Industrial, impulsada principalmente por la burguesía inglesa, generó un proceso de transformación económica, social y tecnológica sin precedentes que se propagaría por todo el mundo, el inconveniente fue que predominantemente se desarrolló a partir de intimidantes manipulaciones y delitos consistentes en corromper a jueces y/o servidores públicos en el ejercicio de sus funciones, con el perverso objetivo de brindar prioridad a sus intereses comerciales y financieros; a la par, recurrieron a la extorsión, dominación y explotación de campesinos, artesanos y trabajadores de los sectores sociales que no formaban parte de las oligarquías, colocando de esta manera los cimientos del capitalismo moderno. En tal circunstancia, la corona inglesa, posterior a la conquista de América del Norte, expandió su vil poderío a la India. Al mismo tiempo, tan profundas y radicales transformaciones en Europa Central, pusieron en marcha la «astuta noción» de repartirse a placer África Subsahariana y el Cercano Oriente. Y ya puestos en el apocado siglo XX, la crisis europea —por causa de las rivalidades en torno a la explotación de los recursos extraídos de las colonias sometidas— incitó la Primera Guerra Mundial, siendo Alemania la nación que sufrió la mayor derrotada, provocando el superlativo colapso del nazifascismo, cuyo calamitoso desenlace suscitó la Segunda Guerra Mundial.
Posteriormente, al quedar desangrados, en ruinas y sin paz, los países europeos perdieron el predominio mundial. De ahí que el panorama político internacional fuera radicalmente insólito, surgiendo «convenientemente» las dos potencias que se dividieron al mundo: en el Este la Unión Soviética y en el Oeste los Estados Unidos de América, hasta que en 1989 con la caída del Muro de Berlín, se pondría fin a tan irónica bipolaridad, experimentando un período de hegemonía yanqui. Pero en el nuevo milenio, tal supremacía da muestras inequívocas de que entró en un agujero negro que aceleradamente le retira las condiciones que constituyen su fuerza económica, social y tecnológica. Por lo tanto, ahora ¿qué sigue? ¿Las tendencias de crecimiento de la economía en China, así como una reavivada etapa en la fabricación de armas en Rusia? ¿Esto consentirá el inicio de un cambio de paradigmas que se proyectan en las oscuras dimensiones y relaciones internacionales del poder económico, político y militar del mentado Nuevo Orden Mundial?
No hay duda respecto que una codificación social e institucional requiere de inteligente humanismo para replantear y entender los sistemas de convivencia en cada sociedad. En ese sentido, por lo general cada cambio se distingue por aspiraciones particulares, pero sin acarrear la desilusión al digno desarrollo de la humanidad y de todo ser viviente. Lo que nos lleva a considerar ¿qué aspiraciones tenemos para el siglo XXI? Quizás, el florecimiento de una consciencia y filosofía posthumanista, en una coexistencia que también comprenda a todos los ecosistemas. Tener presente que si no ponderamos la voluntad para fortalecer el bien común, se corre el riesgo de continuar la desenfrenada industrialización a costa de la vida de todas las especies animales y vegetales; la pérdida de los recursos naturales y los ambientes abióticos; una guerra termonuclear; el surgimiento de nuevas y mortíferas pandemias; mayor hambruna, pobreza y desabasto de agua potable…
Así como la guerra entre Rusia y Ucrania ha tenido profundas secuelas en todo el mundo, su impacto ha sido fundamentalmente cruel en el sur del Cáucaso, ya que casi tres años después de su última guerra por Nagorno-Karabaj, Armenia y Azerbaiyán al parecer se encaminan hacia otra confrontación bélica. Otra situación alarmante es que posterior a las protestas contra el régimen iraní, el gobierno ha asesinado a cientos de personas, entre ellas decenas de niños. En Haití, desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse, la nación caribeña ha estado paralizada por el estancamiento político y la colérica violencia de las pandillas. Asimismo y según informes de la ONU, el grupo rebelde M23 —respaldado por Ruanda— está causando estragos en el oriente de la República Democrática del Congo. Al mismo tiempo, una evaluación del gobierno de los Estados Unidos de América, es que Xi Jinping, presidente de la República Popular China, ha fijado el 2027 como el año en el que el ejército chino debería tener la capacidad para apoderarse de Taiwán. Lo inadmisible es que la mayoría de estas descabelladas acciones —al parecer inexorables— se ejecutan por atroces estrategias concebidas por el desenfrenado deseo de controlarlo todo por parte de cúpulas elitistas, clasistas, avariciosas y soberbias que dirigen al Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, así como gobernantes neoliberales que insisten en mantener políticas económicas que evidentemente han devastado los recursos naturales y empobrecido a miles de millones de personas, además de conservadores convencidos de que algún día entrarán al reino de su Dios dinero.
Sobre el particular, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en su resumen ejecutivo Situación y perspectivas de la economía mundial 2023, concluye lo siguiente: «Una inflación elevada y persistente, que como promedio llegó a alrededor del nueve por ciento en 2022, dio pie a una política agresiva de contracción monetaria en muchos países desarrollados y en desarrollo. Los rápidos aumentos de los tipos de interés, especialmente los dictados por la Reserva Federal de los Estados Unidos de América, han tenido efectos indirectos a nivel mundial y han disparado la salida de capitales y la depreciación de las monedas en los países en desarrollo, aumentando el estrés de la balanza de pagos y exacerbando los riesgos de sostenibilidad de la deuda. Las condiciones de financiación se han endurecido notablemente, en medio de altos niveles de deuda privada y pública, lo que encarece los costos del servicio de la deuda, limita el margen de maniobra fiscal y aumenta los riesgos crediticios soberanos. El alza de los tipos de interés y la disminución del poder adquisitivo han mermado la confianza de los consumidores y la percepción de los inversionistas, lo que ensombrece aún más las perspectivas de crecimiento de la economía mundial a corto plazo. El comercio mundial ha disminuido debido a la reducción de la demanda de bienes de consumo, la prolongación de la guerra en Ucrania y los persistentes problemas de la cadena de suministro. En esta coyuntura, se prevé una desaceleración del crecimiento de la producción mundial, que pasará de un tres por ciento previsto en 2022 a sólo un 1.9 por ciento en 2023, una de las tasas de crecimiento más bajas de las últimas décadas. […] Ello permitirá que la Reserva Federal y otros grandes bancos centrales reduzcan el ritmo de contracción monetaria y, finalmente, adopten una política monetaria más expansiva. No obstante, las perspectivas económicas a corto plazo siguen siendo muy inciertas, pues persisten innumerables riesgos de orden económico, financiero, geopolítico y ambiental».
Tan devastador panorama, es aún más perturbador con la proliferación del policlasismo y la brutal manipulación de noticias falsas a través de las redes sociales y los vehementes medios masivos de comunicación con sus inicuos presentadores (lectores de noticias); la deshonestidad de personas con doble moral que hipócritamente dan gracias a sus creadores por tener alimentos y salud en sus hogares al tiempo que sobornan para hacer negocios «lícitos»; la ingobernabilidad mundial generada por redes delictivas organizadas; la ilegitimidad de normas jurídicas a modo para ocupar un cargo político e inmediatamente someterse a las presunciones de protervos empresarios; la degeneración de ministros de fe que violan a menores de edad; la ignorancia supina de quienes no defienden los derechos humanos pero sí los exigen; la connivencia de jueces y/o magistrados al amparar a malhechores y asesinos; la complicidad de la gente que decide no alzar la voz para denunciar a delincuentes por miedo a perder un empleo, un bien material o monetario; la mala educación en los hogares; la discriminación, el racismo, la segregación, la violencia de género…
Francamente, no es admisible que siendo mayoría tengamos que someternos a una condición que determina un puñado de miserables mortales, por lo tanto ¿podemos transformar tan asfixiante condición? Por supuesto, pero primero habría que escrutar nuestra jerarquía de seres humanos, haciendo conciencia y realizando precisos cambios en pro del digno ejemplo, así como ejerciendo vigilancia en la procuración de justicia y el bienestar de todo ser viviente.
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