Por Omar Garfias
@Omargarfias
Sor Juana Inés de la Cruz
Monja del siglo XVII, cuestionadora del rol de género, condenada a dejar de escribir
Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y en tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;
y amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía,
pues entre el llanto que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.
Baste ya de rigores, mi bien, baste,
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu quietud contraste
con sombras necias, con indicios vanos:
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.
Ángel Cuadra
Cubano opositor a Batista y decepcionado de Fidel Castro
Amigos,
les digo que quisiera
no haber escrito estos poemas.
Porque,
después de tanta muerte
—muerte diaria de celdas, de angustia, de impotencia—,
es de esperar que diera el canto de la vida,
que promete y levanta.
Y no he podido,
amigos.
Dejé las rejas atrás
—hace minutos o siglos… no distingo—,
Y aún me cuelgan pedazos de cadenas
que arrastro por las calles.
Las calles por las que amé hace años,
que transité con libros, con premura,
con luchas y con sueños:
todo lo que al regreso he ido a recobrar
y sólo encuentro tedio.
Me he hecho la promesa de callar,
y no he podido, amigos.
Estos son los poemas de la otra verdad,
que alguien la recoge y la padece.
Y no he podido, amigos,
encarcelarla en el silencio.
Octavio Paz
Liberal mexicano, opositor al priísmo
Doblo la página del día,
escribo lo que me dicta
el movimiento de tus pestañas.
Mis manos
abren las cortinas de tu ser
te visten con otra desnudez
descubren los cuerpos de tu cuerpo.
Mis manos
inventan otro cuerpo a tu cuerpo.
Entro en ti,
veracidad de la tiniebla.
Quiero las evidencias de lo oscuro,
beber el vino negro:
toma mis ojos y reviéntalos.
Una gota de noche
sobre la punta de tus senos:
enigmas del clavel.
Al cerrar los ojos
los abro dentro de tus ojos.
En su lecho granate
siempre está despierta
y húmeda tu lengua.
Hay fuentes
en el jardín de tus arterias.
Con una máscara de sangre
atravieso tu pensamiento en blanco:
desmemoria me guía
hacia el reverso de la vida.
Alfonsina Storni
Feminista argentina de principios del siglo XX
Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada.
Tú me quieres nívea,
tú me quieres blanca,
tú me quieres alba.
Tú que hubiste todas
las copas a mano,
de frutos y mieles
los labios morados.
Tú que en el banquete
cubierto de pámpanos
dejaste las carnes
festejando a Baco.
Tú que en los jardines
negros del Engaño
vestido de rojo
corriste al Estrago.
Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡me pretendes alba!
Huye hacia los bosques,
vete a la montaña;
límpiate la boca;
vive en las cabañas;
toca con las manos
la tierra mojada;
alimenta el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas;
duerme sobre escarcha;
renueva tejidos
con salitre y agua:
Y cuando las carnes
te sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma
que por las alcobas
se quedó enredada,
entonces, buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta.
Gioconda Belli
Nicaragüense opositora a Somoza, decepcionada de Daniel Ortega
Déjame que esparza
manzanas en tu sexo
néctares de mango
carne de fresas;
Tu cuerpo son todas las frutas.
Te abrazo y corren las mandarinas;
te beso y todas las uvas sueltan
el vino oculto de su corazón
sobre mi boca.
Mi lengua siente en tus brazos
el zumo dulce de las naranjas
y en tus piernas el promegranate
esconde sus semillas incitantes.
Déjame que coseche los frutos de agua
que sudan en tus poros:
Mi hombre de limones y duraznos,
dame a beber fuentes de melocotones y bananos
racimos de cerezas.
Tu cuerpo es el paraíso perdido
del que nunca jamás ningún Dios
podrá expulsarme.
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