
La justicia climática ha perdido una figura imponente. Y los periodistas hemos perdido una fuente invaluable: una guía incomparable sobre las maniobras internas, la política de poder y, especialmente, las cuestiones morales en el centro de las negociaciones climáticas internacionales.
Saleemul Huq murió el 28 de octubre en Dhaka, Bangladesh, de un ataque cardíaco, a los 71 años. Científico, diplomático, columnista, activista y mentor, defendió el papel vital del periodismo en la lucha contra el cambio climático. “Más y mejor cobertura informativa no garantiza por sí sola la victoria, pero es indispensable para nuestras posibilidades de revertir el rumbo antes de que sea demasiado tarde”, escribió en TIME.
Cualquier periodista que cubra, o simplemente quiera comprender, la COP28 se beneficiará al estudiar los logros de Huq y sus conocimientos sobre lo que sucede en las COP y por qué es importante.
Muchos homenajes han señalado que Huq, director del Centro Internacional para el Cambio Climático y el Desarrollo, jugó un papel decisivo para lograr que los países ricos aceptaran en la COP27 pagar por las “pérdidas y daños” que sus altas emisiones infligen a los países pobres.
“Saleemul Huq presionó y diseñó estrategias durante 30 años para que los países ricos e industrializados reconocieran la pérdida y el daño climáticos”, tuiteó Somini Sengupta, reportero climático global del New York Times. "Él vivió para verlo suceder el año pasado".
Menos conocido es que Saleem estuvo en el centro del impulso diplomático que consiguió que el objetivo de 1,5 grados Celsius se incluyera en el Acuerdo de París de 2015. En ese momento, la opinión generalizada consideraba que incluso un objetivo de 2 grados C era un desafío político; 1,5 grados C se descartó como una absoluta fantasía.
Huq, sus colegas del Centro de Estudios Avanzados de Bangladesh y sus aliados en todo el movimiento climático global organizaron a diplomáticos de países vulnerables al clima para unirse y exigir el objetivo de 1,5 grados C. Cualquier temperatura superior “es una sentencia de muerte” para países bajos como las Maldivas, explicó Mohammed Nasheed, ex presidente de Las Maldivas.
A lo largo de su carrera, Huq se guió por una experiencia de su juventud cuando “llegó a conocer a los pobres como individuos, no como una abstracción”. Después de obtener un doctorado en botánica en Londres, regresó a casa y pasó meses viviendo con familias de pescadores en las comunidades fluviales de Bangladesh. Habiendo crecido en la clase media alta, dijo más tarde, “fue una experiencia reveladora” ver que los pobres “eran extremadamente resilientes y a menudo ingeniosos para hacer frente a las circunstancias”.
Concluyó que “en lugar de investigar sobre los pobres, deberíamos hacerlo para los pobres... escuchar sus ideas y trabajar juntos para idear y aplicar soluciones”. Esa convicción lo llevó a trabajar posteriormente sobre “adaptación basada en la comunidad” y “pérdidas y daños” que, enfatizó, no era caridad sino compensación. Y los pobres “tienen que tomar el control” de cómo se gastan esos pagos.
Fueron necesarios 19 años para que el financiamiento de “pérdidas y daños” quedara consagrado en un acuerdo COP, pero Huq nunca se rindió. Muchos homenajes han mencionado que era indefectiblemente amable, humilde y paciente. También tenía una columna vertebral de acero.
Dos días después de la victoria en la COP27, inspiró a un grupo de aliados con palabras que aún hoy resuenan con fuerza, y no sólo sobre el cambio climático: "La mayoría de las veces no ganamos. Es un campo de juego desigual. Pero de vez en cuando ganamos… Sólo porque las cosas vayan mal no significa que puedas rendirte. Tienes que seguir adelante”.
Tuve la suerte de conocerlo y coincidir en varias cumbres del cambio climático con él, para abrevar de su conocimiento. Descanse en paz.
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