Por Omar Garfias
@Omargarfias
Nosotros crecemos entre los surcos.
Somos jornaleros.
Estamos ahí desde niños. Desde el estómago
de nuestra mamá, ahí nacimos.
Es Ermelinda Santiago Ríos.
Es de Francisco I. Madero,
municipio de Metlatónoc, Guerrero.
Tiene 36 años.
Su lengua materna es el tlapaneco.
Soy una de las tantas jornaleras agrícolas que migran de diferentes
estados a cortar chile, tomate, berenjena, de todo tipo de hortalizas.
Casi a todas partes donde hay trabajo, ahí he migrado.
Aquí (su comunidad) no hay trabajo.
Aquí no tenemos ni secundaria, ni primaria, ni nada,
las escuelas están abandonadas.
Es un abandono total en la comunidad indígena de aquí de la montaña.
En todo este lugar no existe una escolaridad normal como en la ciudad.
Además, no hay trabajo aquí, para que genere empleo,
para que se quede, a fuerza tienen que salir,
para ir a trabajar a otro país, a otros estados,
para que sobrevivan todos.
Nosotros no sabemos muy bien los derechos.
Antes (con trabajos) sabemos qué hay derechos,
pero no hacen valer nuestros derechos.
Por miedo de perder el trabajo, todos nos quedamos callados
para que no nos corran, para que no nos digan: vete a otra parte.
Si uno exige los derechos con los patrones, nos manda golpear,
nos manda a hacer otras cosas, nos corren
y nos cierran todas las puertas del trabajo.
Lo que les exijo es que paguen el pago digno.
Que valoren a sus trabajadores. Sin esos empleados que engañan,
ellos no pueden hacer nada. Su producto se va a pudrir ahí.
Somos seres humanos, todos valemos por igual.
Seamos ricos, pobres, valemos lo mismo.
Que ellos (los patrones) hagan valer los derechos de sus trabajadores
y que los respeten a todos.
Que les ofrezcan un vaso de agua, para que tengan valor y fuerza
y con más, ¿cómo diré?, emoción hacer su trabajo.
A los que comen lo que yo coseché, les diría que le den gracias a cada mano, cada mano de los jornaleros que cosechó ese producto.
Pero mano que pagaron barato, que se lastima entre los productos
y no es curado por el patrón. Es curado por el mismo trabajador.
Que ellos (los consumidores) también hicieran algo por nosotros,
porque ellos siguen comprando esos productos a altos precios
pero sin saber que el producto se cosechó con un peso nada más,
con un centavito, la migaja, la que le sobró al patrón.
Jireh García.
Nació en Oaxaca, tiene 21 años y trabaja desde los diez.
Migró a San Quintin, junto con sus padres, cuando tenía siete meses.
Inicié en las cuadrillas de niños, en el deshoje de tomate.
Entré a la secundaria y en las vacaciones seguí trabajando
en los campos donde no pedían documentos.
Las cuadrillas de niños eran grupos de niños de ocho, 10, 15 años.
No nos piden documentos. Recoger basura, limpiar los surcos,
quitarle las hojas secas a la mata para que tenga un crecimiento limpio. Una jornada de ocho horas.
La huelga de trabajadores del 2015 erradicó el trabajo infantil.
Se logró que los menores de 15 años no entren a los campos agrícolas.
Ir a Estados Unidos es el sueño para trabajar, para ganar más dinero. Aquí hay empresas americanas que te dan la oportunidad.
Yo actualmente trabajo en un sistema que es saliendo y pagando, haciendo actividades del día y me pagan a la hora de salida,
no tengo contrato.
Antes trabajaba en un invernadero de injertos, de pepino,
calabaza, etcétera, pero me despidieron porque me embaracé.
Mi bebé falleció, nació enferma, yo le apuesto que es debido
a los químicos que se utilizaban.
El esfuerzo que se hace, levantándose a las cuatro de la mañana
y regresando a su casa a las siete, ocho de la noche,
que se valore el trabajo de las mujeres jornaleras,
doble jornada, que se conozca en todo el país.
Quisiera yo que la ley defendiera a los trabajadores del acoso,
del abuso laboral, de la violación de los derechos humanos y laborales.
Sin ninguna ayuda de ningún orden de gobierno, Jireh García,
terminó la preparatoria y estudia la licenciatura en Contabilidad,
trabajando vacaciones y días libres de su infancia y adolescencia.
El proyecto “Periplo” produjo la campaña #EllasHablan para que mujeres jornaleras expresaran las condiciones laborales y humanas que enfrentan como discriminación; bajos salarios, entre 146 y 310 pesos diarios; falta de prestaciones; el 85.3 por ciento en México no cuenta con ellas; excesiva duración de las jornadas de trabajo, combinadas con las tareas de cuidado y falta de oportunidades para acceder a visas de trabajo para emigrar a Estados Unidos.
En 1990 se creó el Programa Nacional de Atención a los Jornaleros Agrícolas con acciones de vivienda, salud, trabajo social, abatimiento del trabajo infantil, abasto y cuidado infantil. En 2008 y 2013, sufrió reducciones presupuestales importantes.
En 2019, desaparecieron el programa sin crear una alternativa.
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