Cómo enseñan los esports a crecer: de la práctica al progreso
- migueldealba5
- hace 59 minutos
- 5 Min. de lectura

El equipo universitario de Valorant acaba de perder su tercera ronda consecutiva. El marcador muestra 0-3 y la tensión es palpable en el equipo. Antes de la siguiente ronda, el líder del equipo solicita una pausa de 30 segundos. No hay gritos ni reproches. Ajustan la formación inicial, redistribuyen la economía de armamento y establecen un objetivo claro: controlar el sitio B en los primeros 40 segundos. La siguiente ronda termina 1-3. La subsecuente, 2-3. Al finalizar la partida, aunque pierden 11-13, capturaron objetivos en el 60 por ciento de las rondas posteriores al ajuste. El resultado no fue la victoria, pero el proceso demostró algo más valioso: la capacidad de persistir y organizarse como equipo, aun bajo presión.
Esto ilustra el núcleo de lo que hace a los videojuegos competitivos un espacio único de formación: cada partida entrega información accionable de forma inmediata. A diferencia de contextos donde el feedback llega semanas o meses después, los deportes electrónicos —ciberdeportes o esports— permiten a los jugadores observar las consecuencias de sus decisiones en tiempo real, ajustar estrategias y volver a intentarlo minutos después. Este ciclo de práctica–evaluación–mejora construye perseverancia de forma orgánica y sostenida.
El entrenamiento estructurado en esports comparte metodologías con disciplinas deportivas tradicionales. Los equipos competitivos dedican sesiones específicas a scrims (prácticas entre ellos o contra otros equipos), análisis detallado de VOD’s (grabaciones de partidas) y revisión de métricas básicas que incluyen no sólo el K/D ratio —la proporción entre logros y bajas— sino objetivos capturados por minuto y coordinación de habilidades especiales.
Los jugadores profesionales dedican tiempo considerable a identificar errores específicos, evaluar procesos de toma de decisiones y aprender sistemáticamente de cada iteración, para transformar datos en estrategias de mejora concretas.
En este contexto, la resiliencia no es abstracta: se fortalece mediante el manejo de la presión competitiva, la comunicación efectiva bajo estrés y, fundamentalmente, la regulación emocional.
Investigaciones recientes sobre la psicología de los videojuegos competitivos destacan que la regulación emocional permite a los jugadores mantener el procesamiento racional incluso en momentos de alta presión, habilidad crítica para sostener el desempeño cuando las circunstancias son adversas.
El Dr. Luis Gutiérrez, vicerrector académico en Tecmilenio, sintetiza esta filosofía: "Perseverar no es repetir; es iterar con intención. Cuando el equipo aprende a leer el juego, también aprende a leerse a sí mismo". Esta capacidad de autoevaluación y ajuste consciente marca la diferencia entre la práctica mecánica y el aprendizaje genuino.
La mentalidad de crecimiento en esports se refleja en la definición de metas específicas y alcanzables. En lugar de objetivos difusos como "mejorar en el juego", los jugadores establecen microobjetivos por sesión: incrementar la precisión de últimos golpes en 15 por ciento; optimizar rotaciones entre objetivos; mejorar la economía de recursos para llegar con ventaja material a rondas clave.
Muchos equipos mantienen bitácoras de progreso donde registran resultados y observaciones cualitativas sobre comunicación, estado emocional y coordinación de equipo.
Estudios sobre habilidades psicológicas en esports identifican componentes como control de la atención, control emocional, comunicación, cohesión de equipo y gestión de objetivos como factores determinantes del rendimiento. Estas competencias no permanecen confinadas a la pantalla: se transfieren directamente al ámbito académico y profesional.
Los hábitos que elevan el rendimiento en esports, constancia en la práctica deliberada, planeación estratégica, trabajo colaborativo, pensamiento analítico, toma de decisiones basada en datos y capacidad de aprender de cada iteración, son exactamente las competencias que instituciones educativas deben desarrollar en sus estudiantes y que las organizaciones contemporáneas valoran en egresados y equipos de trabajo. La diferencia radica en que los videojuegos ofrecen un entorno de bajo riesgo, donde esos hábitos pueden cultivarse con retroalimentación inmediata.
La retroalimentación entre pares es otro pilar del desarrollo competitivo. Después de cada sesión de práctica o torneo, los equipos dialogan abiertamente sobre qué funcionó y qué requiere ajuste. Esta cultura de mejora continua, basada en evaluación objetiva y comunicación constructiva, replica exactamente las dinámicas de equipos de alto desempeño en cualquier industria.
Para los estudiantes que consideran profesionalizarse en la industria de los videojuegos, estas experiencias de aprendizaje trascienden la habilidad mecánica con un control.
Comprender cómo se construyen ciclos de feedback, cómo se diseñan sistemas de progresión que mantienen la motivación, cómo se balancea la dificultad para estimular el crecimiento y cómo se cultivan comunidades saludables en torno a la competencia, son conocimientos fundamentales para quienes aspiran a diseñar, desarrollar, gestionar o analizar videojuegos desde una perspectiva profesional.
Instituciones como Tecmilenio responden a esta realidad al integrar los esports como una experiencia formativa, con programas de entrenamiento y espacios especializados como la Arena Alienware-Halcones Esports.
Más allá de la competencia, busca desarrollar habilidades de liderazgo, trabajo colaborativo y pensamiento estratégico que complementen la formación académica en áreas como desarrollo de software, diseño gráfico y animación.
La formación no se limita a enseñar herramientas técnicas: cultiva la capacidad de pensar críticamente sobre cómo los videojuegos pueden ser vehículos de aprendizaje significativo y desarrollo integral.
La próxima vez que un jugador analice sus estadísticas después de una derrota, ejercitará exactamente las habilidades necesarias para revisar un proyecto académico, evaluar el desempeño de un equipo de trabajo o ajustar una estrategia de negocio ante resultados inesperados.
La pantalla no es el destino del aprendizaje, sino el laboratorio donde se entrenan la resiliencia, la perseverancia y la mentalidad de crecimiento necesarias para prosperar en cualquier campo que exija adaptación constante, análisis riguroso y persistencia inteligente.
Cada partida perdida no es un fracaso, sino un aprendizaje que abre el camino hacia la siguiente iteración, la siguiente mejora, el siguiente nivel de comprensión sobre el propio potencial de crecimiento.
Acerca de Tecmilenio
Es una institución educativa que forma personas con Propósito de Vida y las competencias para alcanzarlo, a través de una educación flexible y de alta calidad, que integra el aprendizaje con el trabajo, promueve el bienestar integral y prepara a sus estudiantes para los desafíos del presente y el futuro. MAPS, su nuevo modelo educativo, permite personalizar la ruta de aprendizaje mediante certificados cocreados con empresas y expertos y experiencias de formación integrada al trabajo como la Estancia Empresarial, donde los estudiantes resuelven retos y proyectos en empresas o en sus propios emprendimientos, mientras desarrollan competencias técnicas para el trabajo y humanas para la vida. De este modo, impulsa la empleabilidad sostenible, al lograr que nueve de cada diez estudiantes obtengan empleo antes de graduarse. Actualmente se conforma por 31 campus tradicionales y 13 espacios Connect, distribuidos en 29 ciudades de México. Su comunidad se integra por más de 52 mil estudiantes, cinco mil docentes, 2 mil 480 colaboradores y más de 163 mil egresados.
Para conocer más sobre su proyecto educativo, visite www.tecmilenio.mx
.png)



Comentarios