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Zapatillas de cristal


Por Déborah Buiza

@DeborahBuiza


Asistiré a un evento social y estuve en busca de un vestido especial. Fue relativamente fácil encontrar algo que me gustara; sin embargo, el de los zapatos es un tema aparte.

He de confesar, para poner en contexto, que lo mío no son los zapatos de tacón; si por mí fuera, andaría en tenis o en chanclas cualquier día, a cualquier hora, para cualquier evento.

Tengo fama de usar zapatos horribles, aunque en mi defensa digo que prefiero la comodidad sobre el estilo o lo que dicta la moda.

Dicho lo anterior, puedo compartirles que me genera mucho estrés comprar zapatos (de hecho, de las cosas que menos me gusta hacer es ir a comprar zapatos), pero además esta búsqueda tenía un nivel extra, ya que los zapatos ideales debían cumplir con las características de ser cómodos, quedaran bien con el vestido y, si fuera posible, bonitos. ¡Dios, soy yo de nuevo!

Después de varios recorridos encontré unas zapatillas que parecían de princesa, del mismo color que el vestido y que, seguramente, se verían fabulosas. Me los probé y ¡oh, decepción! Me apretaban, no mucho pero lo suficiente para sufrir (¡aunque se veían geniales!). Podía habérmelos llevado, pero hace mucho tiempo acepté que puedo sufrir por muchas cosas, menos por unos zapatos incómodos, así que los dejé.

Por muy bonitos, encantadores, ad hoc y glamorosos que fueran, tuve que buscar otra opción, algo más apropiado para mí.

Y aquí es a donde quiero llegar con esta larga introducción. ¿Cuántas veces nos queremos poner zapatos que no nos quedan? Zapatos que se ven maravillosos, pero que no son adecuados a nuestras características o actividades, e incluso nos ponen en riesgo, nos lastiman o dificultan las cosas.

Dicen que las chicas se ven mejor con tacones que con zapatos de piso. ¡Ajá! Y cuando tus pies acaban adoloridos, caminas con torpeza  e incluso te has caído, ¿cómo te ves? ¿Cómo te sientes? ¿Vale la pena?

Y no sólo hablo de zapatos.

¿En cuántas expectativas ajenas tratamos de encajar? ¿En cuántas rutinas o deberías hacerlo así tratamos de amoldarnos o adaptarnos? ¿En cuántos zapatos que no son nuestros tratamos de andar caminos que ni siquiera son propios?

En el cuento de la Cenicienta, las hermanastras fueron capaces de  mutilarse los pies con tal de que les quedara la zapatilla que usó la chica misteriosa en la fiesta del Príncipe, la cual era la pista para encontrarla. ¿Cuántas veces nos achicamos o buscamos encajar en algo que no nos queda? ¿Cuántas veces nos forzamos en usar (o hacer) lo que no nos es cómodo ni nos provee bienestar?

¿Te has comprado o usado zapatos que no te quedan? ¿Qué ha pasado después?

Quizá necesitamos detenernos y romper con las expectativas (sobre todo las que no son propias)  o los planes estandarizados, aquellos que nos imponen o marcan una ruta, un modo, una forma de hacer las cosas, de ser o de comportarse para considerar que están bien hechas o porque es lo que hay que hacer” para cumplir o encajar en lo esperado.

Tal vez sea necesario mirarnos los pies y cuestionar si los zapatos que traemos son los adecuados en este momento para quienes somos, para quienes queremos ser, para lo que queremos conseguir y para el lugar al que queremos llegar después de recorrer el camino elegido.

Si en verdad somos únicos y nuestro camino también lo es, requerimos encontrar las zapatillas correctas para cada uno.

Dice el dicho que antes de juzgar a alguien, camina una legua en sus zapatos. Yo diría que antes de querer caminar en zapatos ajenos, es prioritario encontrar unos que se adapten a nuestras necesidades y nos hagan más feliz y cómodo el andar.

Y a ti, ¿qué zapatos te son más cómodos para andar elcamino de tus sueños?

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