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Crisis por la COVID-19: ¡el presidente no ayuda a los pobres!



Por Omar Garfias

@Omargarfias


El gobierno federal no ha implementado programas eficaces que impulsen la recuperación económica ni programas especiales para atender las consecuencias sociales de la pandemia en las familias pobres del país.

En una encuesta aplicada conjuntamente, la ONU-UNICEF, la UNAM y la Universidad Iberoamericana encontraron resultados a nivel nacional que muestran el fracaso de la política económica y de la política social del gobierno federal ante la pandemia del COVID 19.

A pesar de que se habla de atención y medicinas gratuitas por parte del INSABI, el 40 por ciento de los hogares del nivel económico bajo, donde alguien se enfermó de COVID-19, gastaron de su propia bolsa, entre 2 mil 500 y 10 mil pesos y, peor aún, otro 40 por ciento gastó más de 10 mil pesos. No hubo nadie que no gastara nada.

No hay un plan de recuperación económica efectivo, por lo que el 33 por ciento de las mujeres y el 28 por ciento de los hombres reportan que aún no realizan sus actividades económicas como antes de la pandemia.

Quienes han vuelto a encontrar empleo lo han hecho con ingresos y condiciones más bajas que las que tenían antes.

En consecuencia; a octubre del año 2021, todavía sin registrar los efectos de ómicron, el 67 por ciento de los hogares del nivel económico más bajo reportaron que tenían ingresos menores a los de febrero del 2020.

El 20 por ciento de todos los hogares mexicanos señala que sus ingresos son menores a la mitad de lo que tenían antes.

No hay programas sociales especiales del gobierno federal para atender la problemática. La gente está sola.

Además, solo 30 por ciento de los hogares recibe alguno de los programas sociales normales del gobierno federal, los que se diseñaron antes de la pandemia reporta la Encuesta de Seguimiento de los Efectos de lA COVID-19 en el Bienestar de los Hogares Mexicanos (ENCOVID-19).

Como se ve, los programas normales no sirvieron para compensar el efecto de la crisis.

Esta encuesta de UNICEF, UNAM e Ibero, así como otra similar del INEGI, encuentra que los programas sociales federales normales están mal destinados. La distribución de los programas sociales no prioriza a los pobres, se entregan universalmente, por lo que únicamente el 35 por ciento de las familias más pobres reciben programas sociales y, en contrasentido, el 18 por ciento de las familias más ricas también son beneficiarias.

Dejar fuera a familias pobres y beneficiar a familias ricas es consecuencia de que los programas más grandes que entregan dinero a adultos mayores y estudiantes de bachillerato, por ejemplo, lo hacen sin establecer la pobreza como requisito. No son primero los pobres.

Ante la caída de ingresos y la falta de apoyos sociales, a octubre del año pasado, el 52 por ciento de las familias había pedido prestado y tenía una deuda vigente; el 44 por ciento había dejado de pagar deudas anteriores, rentas ó servicios , y el 27 por ciento había empeñado o vendido algún bien para hacerle frente a esta crisis.

El presidente presume que no se endeudó para hacerle frente a la crisis. Vemos que los que se endeudaron fueron los pobres.

Las familias pobres están perdiendo el poco patrimonio que tenían para poder sobrevivir y el gobierno federal no hace nada.

El gobierno federal dejó solas a las familias mexicanas en medio de la mayor crisis, cuando más lo necesitaban.

No hay recuperación económica. Hay más pobreza en el país, 4 millones más personas pobres respecto a 2018 según el CONEVAL, que es un organismo del gobierno federal.

La política social no puede seguir operando como si no hubiera una crisis económica y social provocada por la pandemia.

Por ejemplo, las familias jóvenes; treintañeros con niños menores de 6 años; que perdieron su empleo, están fuera de los programas federales normales porque no son adultos mayores, no estudian bachillerato, no son discapacitados, no tienen tierra que sembrar.

Otras familias han perdido ingresos porque, ante la falta de un sistema nacional de cuidados, alguno de ellos ha tenido que dejar de trabajar para atender a los familiares enfermos.

Para ellos y otros sectores sociales no hay, tampoco, un programa especial diseñado para atender las consecuencias de la crisis de la COVID-19.

La vida de los pobres en México no es mejor que antes. No hay ninguna transformación.

La primera tarea de un verdadero cambio para los pobres es asegurar que todos tengan lo necesario no sólo para vivir, sino para poder escoger cómo vivir.

Los programas del presidente no lo están logrando. No han sido eficaces para enfrentar la crisis y tienen errores de diseño e implementación.

Los errores deben corregirse, no negarse.

Desde el gobierno debe partir una convocatoria que organice la unión de todos para superar la desigualdad y la pobreza.

Desde el gobierno, se debe dejar de dividir y confrontar a los mexicanos.

La crisis provocada por la COVID-19 lo hace más urgente que nunca.

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