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Decisiones “soberanas” y sus consecuencias


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TEMAS CENTRALES


Por Miguel Tirado Rasso

Desde su inauguración

hasta febrero de 2024,

según datos del AIFA,

el registro de personas

transportadas ascendía

a sólo 4.2 millones.

Tarde o temprano, los caprichos convertidos en obras públicas tienen sus consecuencias.

El entonces presidente electo Andrés Manuel López Obrador (AMLO) decidió dar una muestra de lo que sería su gobierno y, aún antes de protestar su cargo, convocó a una consulta popular a finales de octubre de 2018 para decidir el futuro del aeropuerto de Texcoco, obra cumbre del gobierno de Enrique Peña Nieto. Las opciones: continuar su construcción (con avance del 30 por ciento) o cancelarla y sustituirlo por la base aérea militar de Santa Lucía, agregando pistas y acondicionarlo para operar como terminal aérea comercial.

Como era de esperar, la votación del pueblo bueno y sabio coincidió con las expectativas del todavía mandatario electo, a quien nunca le convenció una obra de tales dimensiones, por lo que endosó la condena del aeropuerto peñista a la voluntad popular que, por mayoría de votos, optó por su cancelación. Con el mandato del resultado de una consulta promovida, organizada y revisada por el equipo de transición de Morena, se eliminó el proyecto de Texcoco e inició el del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA).

El 21 de marzo de 2022 se inauguró el AIFA. Su primer vuelo local a Villahermosa, Tabasco, y el primero internacional a Caracas, Venezuela, de la aerolínea venezolana CONVIASA. Se anunció, además, que iniciaría con 20 vuelos en su primer día de operaciones. En la ceremonia, frases para endulzar los oídos del Mandatario. El entonces priista gobernador del Estado de México, señalaría que era “la obra de infraestructura más importante concluida en nuestro país durante el presente siglo”. Una muestra de la capacidad del presidente para alcanzar sus propósitos, destacaría el mexiquense.

Pero las expectativas que despertó este aeropuerto no se cumplieron. El cálculo de que para su tercer año de operaciones estaría atendiendo una demanda anual de 20 millones de pasajeros, quedó muy lejos de la realidad. Desde su inauguración hasta febrero de 2024, según datos del AIFA, el registro de personas transportadas ascendía a sólo 4.2 millones de pasajeros. En el caso de la carga, los números tampoco eran alentadores.

Había que hacer algo para enderezar el proyecto, aunque fuera de manera artificial. La estrategia fue desanimar el uso del viejo aeropuerto de la Ciudad de México (CDMX), ya de por sí descuidado y obsoleto, para estimular la utilización del AIFA.

El deterioro del aeropuerto Benito Juárez lo padecimos hasta que la realidad obligó a la autoridad a invertir en su remodelación. La proximidad del campeonato mundial de futbol, con la oleada de aficionados y turistas que atrae este tipo de eventos, sumado a lo poco atractivo que resultó el AIFA para los viajeros, hizo que las autoridades reaccionaran, muy a su pesar.

El tema de la carga era más fácil de resolver. En 2022 se emitió un decreto presidencial que ordenaba que, “debido a la saturación” del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), a partir de cierta fecha todas las operaciones de carga aérea se trasladarían al AIFA. El resultado, por la obligación impuesta, permitió mejorar los números, al menos en el caso de la carga. Habrá que señalar que esta decisión del Ejecutivo fue unilateral, sin diálogo con los usuarios.

Resulta que este acto autoritario y soberano del gobierno ignoró los términos del Acuerdo Bilateral de Servicios Aéreos suscrito entre México y los Estados Unidos en 2015, aprobado por el Senado mexicano en abril de 2016. Un acuerdo de servicios aéreos que establece el tipo de operaciones que pueden realizar las aerolíneas de un país en el territorio de otro y liberalizó los mercados de transporte aéreo al eliminar restricciones sobre el número de aerolíneas y destinos.

En represalia al decreto emitido por el de Macuspana ante las penurias del AIFA, ahora el gobierno de Donald Trump aplica una decisión también unilateral y soberana que revoca la autorización para cubrir 13 rutas aéreas comerciales que salen del AICM hacia los EEUU que transportan pasajeros y carga, y todos los servicios combinados entre ese país y el AIFA, además de congelar las solicitudes de nuevas rutas. Ya antes el Departamento de Transporte (DOT) norteamericano había dado la orden de disolver la alianza de Aeroméxico con Delta Air Lines.

Aquí, ambos países podrían alegar lo mismo, porque se tomaron decisiones unilaterales y, ciertamente soberanas, con afectaciones recíprocas, ignorando las medidas contempladas en el Acuerdo Bilateral que establece, en su artículo 20, la vía diplomática como la fórmula para resolver diferencias entre los contratantes.

Ni piñatas ni falta de respeto. Simplemente una decisión arbitraria, sin medir consecuencias, para ocultar el fracaso de un capricho, provocó una respuesta que elevó la apuesta, en la que México sale más lastimado.

Noviembre 6 de 2025

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