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Defender con justicia los derechos de todo ser viviente


Por: Fernando Silva


La teoría y los campos de análisis de la sustentabilidad tienen como principal objetivo lograr el bienestar de todos protegiendo a los sistemas naturales del planeta Tierra, proveyendo alta calidad de vida a todo ser viviente con responsabilidad moral-social y que la cualidad de sostenible sea en función de asegurar un futuro equitativo, justo, libre de violencia, con una economía circular y alcanzando valores racionales compartidos para comprender y trascender en pro de los ecosistemas. Por lo tanto, traspasar los límites de la experiencia posible puede ser habilitada de mejor manera con el respaldo del grado de utilidad otorgado por las ideologías humanitarias, y con ello facilitar la prosperidad como principio del desarrollo físico, emocional, cognoscitivo y social. Naturalmente, ninguna teoría es aún suficiente para manifestar todos los elementos implicados —particularmente en la constitución del ser humano— considerando que algunas dan mayor importancia a los factores biológicos y otras a los ambientales. Sin embargo, la mayoría coinciden en que ambos componentes tienen un papel fundamental en la configuración de la mente y la conducta. Desde este entendido, somos un todo integrado, en donde nuestro desempeño biofísico y psíquico tienen un denominador común, el concepto de adaptación. Dicho de manera simplificada: Cuando un organismo es capaz de adaptarse a las condiciones de su entorno puede continuar viviendo y evolucionando, por ende, si no tiene el ánimo para hacerlo, simplemente sufre o sucumbe.

Para amoldarnos con equidad y sensatez en las circunstancias indulgentes y benévolas, contemplo necesario el que intencionadamente coloquemos el nato altruismo de buena parte de la gente que pensamos en que todos tengamos lo necesario para vivir proporcionado al mérito, libertad y en paz como las diligencias que faciliten la saludable transformación de cualquier colectividad considerado como derecho de toda persona, ya sea corporal o del principio que da forma y organiza el dinamismo sensitivo e intelectual en la vida, natural o artificial, concreto, abstracto o virtual, tangible o intangible, pero que invariablemente sea útil y eficaz para todo ser humano, saciando directa o indirectamente la esperanza y necesidades individuales y colectivas, evidentemente, concurriendo con el insigne objetivo —que muchos portamos como medio y condición— para dirigir nuestra existencia libremente y conscientes, además de fortalecer la vinculación empática con respeto, afecto y dignidad.

Teniendo presente que en todo el mundo se manifiestan profundas zozobras culturales, éticas, morales y políticas por el acrecentamiento de las brechas sociales, el irrespeto a la justicia de buena parte de las sociedades y sus servidores públicos, la corrupción y el cohecho, las arbitrariedades de las oligarquías, la destrucción de la diversidad biológica, la violencia de todo tipo, la desnutrición y mortalidad infantil, la delimitada formación profesional, los desastrosos impactos ambientales, la mala educación en los hogares, el incesante incremento de los conflictos bélicos, la hambruna, la discriminación étnica y cultural, la pobreza, la desigualdad de género... por lo que elevar la conciencia individual y social es urgente, ya que no es comprensible ni permisible continuar coexistiendo bajo el trastorno de tóxicos escenarios.

Sobre el particular y de acuerdo con historiadores, antropólogos, sociólogos y especialistas en economía social y solidaria, los modelos que han establecido —en diversas épocas— las elitistas cúpulas financieras y políticas, tanto en términos de los conceptos que las inspiran como de las prácticas impulsadas por un poder despótico, han sido las incitadoras de los mayores desequilibrios de la humanidad. A este respecto y de manera abreviada, me permito dilucidar sobre el tema gracias a mi experiencia editorial realizada para el Banco Nacional de Comercio Exterior (Bancomext) y la administradora de fondos para el retiro Afore XXI. La práctica que realizan tecnócratas en esas instituciones, tienden a examinar «fenómenos complejos» y, con ello, realizan especulativos análisis para explorar o, mejor dicho, vaticinar en virtud de un pernicioso y subordinado juicio el futuro de un sinnúmero de variables económicas, evidentemente centrándose en las que son relevantes para los intereses de sus directivos y/o clientes que precisan de una «atención especial». En otras palabras, el estallido de lo que llaman «burbuja especulativa» o el miedo entre los inversores debido a circunstancias externas producto de eventos económicos y/o políticos inesperados, suelen traer consigo graves consecuencias a la economía, por ende, a la caída de la Bolsa y el perjudicial deterioro social; por lo que no es posible considerar con certeza la totalidad del amplio espectro de variables que involucran; por consiguiente, la mayoría de las diagnosis no son confiables y mucho menos viables. Así es como en su «erudición» amparada en un sinnúmero de casos con fraudes, corrupción, artimañas, sobornos y sus favorecidas inferencias, disponen de recursos con magnánimas y fundamentales económicas, con alta capitalización bursátil y elevada liquidez denominadas Blue Chips o, con pequeña capitalización y menor liquidez, los llamados Small Caps.

Asimismo, cuando operan con perniciosa procacidad, acarrean un oneroso costo a la sociedad actual, por lo tanto a las venideras, por ello, la revisión de las causas que propician las mentadas crisis económicas se vuelve obligada en dos sentidos: Para evitar incurrir en las supeditadas falencias y para fincar de manera legal, ética y moral la responsabilidad a economicistas y gestores de inversiones que deciden y conducen tan censurables osadías. En definitiva, cuando los peores pronunciamientos en el paradigma económico y social (macro y micro) desembocan en beneficio de unos cuantos, la degradación de abrumador porcentaje de la humanidad no se hace esperar.2 De ahí que el concepto de economía solidaria debe impulsarse en base a principios fundamentados en la cohesión social y la flexibilidad frente a las condiciones de los mercados de deuda, cambiarios y de acciones, en la corresponsabilidad y el cuidado del medio ambiente, la participación democrática, el fomento al consumo racional y responsable de los recursos naturales, generar condiciones laborales dignas, otorgar mayor importancia a los criterios de calidad en la formación desde la básica hasta la profesional, potenciar la construcción de sociedades justas, dinámicas y auto determinantes, así como defender los derechos humanos en pro del bienestar individual y colectivo.

Ante el embrollo de fenómenos y la variedad de relaciones que involucran la sustentabilidad, como la supervivencia de millones de especies animales y vegetales en el planeta —así como de la desaparición de otras y su relación con los ecosistemas y de éstos con la humanidad— dan paso a cuestionamientos como ¿cuál es el rol de la economía en las sociedades? Con la intención de suscitar debates, hipótesis y regularizaciones que permitan el intercambio y la aplicación de soluciones entre lo político, académico, cognoscitivo y lo trascendental en cualquier sociedad; desmenuzando los razonamientos de que lo sustentable se contemple en términos de los valores humanos que deberían ser intrínsecos con un justo proceder y la comprensión de la limitación o infinitud de los recursos naturales y materiales de cualquier nación ante las necesidades de su población y su relación con el crecimiento socioeconómico en el orbe; de ahí la necesidad de transformar los sistemas dominantes amparados por las formas de gobierno en las cuales el poder político es ejercido por un grupo minoritario, con el propósito de garantizar que todos los sectores productivos, formativos y culturales generen las condiciones sobre la base de la dignidad, equidad, libertad, respeto y afecto como fundamentales valores humanos para defender con justicia los derechos de todo ser viviente.

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