Texto e imagen de Fernando Silva
Entender o interpretar un texto, una imagen, hecho o circunstancia, es vital en la formación psicopedagógica, en la comunicación personal y general, en la labor periodística y en cualquier relación que se manifiesta en un estado de equilibrio en el ejercicio del poder político derivado de la solución de demandas sociales y la capacidad de los gobiernos para atender éstas de forma eficaz, estable y legítima, pues su carácter transversal conlleva efectos positivos en la comprensión, la empatía y la fraternidad en toda relación humana, mejorando de esta manera la facultad racional discursiva, promoviendo el pensamiento crítico, realzando la capacidad de abstracción y el generoso desarrollo de las habilidades cognitivas creadoras. Es decir, propicia las condiciones para expresarnos libremente y con respeto en un entorno prudente, bondadoso, tolerante, sincero, responsable, inteligente… que además nos permita, entre otros aspectos, fortalecer ese humanismo que se manifiesta con el ejemplo y con argumentos basados en conocimiento científico y sensatos juicios de valor para no engrosar la estupidez, la ignorancia supina, la maldad, la crueldad, el odio, la intolerancia, la violencia, los conflictos bélicos…
En ese sentido, y ubicándonos en lo referente a la ética informativa, el advenimiento del neologismo «posverdad» nos permite observar y enfocarnos en cómo resolver y sancionar el mezquino proceder de pseudoperiodistas y comunicadores chocarreros que distorsionan lo que dan como noticia bajo el cobijo y predominio de perversos empresarios, evidenciando no sólo la enorme pérdida de credibilidad de sus medios masivos de (des) información que por décadas manipularon hechos y contenidos —el mentado framing (encuadre)— como su redefinición de aspectos de la realidad, así como de interés sociocultural y político, bajo un marco parcial determinado por oligarquías que se expanden como plaga por todo el mundo. Este conjunto de lamentables fases sucesivas ha modificado y alterado la sana condición mental en buena parte de la gente que consume su mediocre, violenta e injuriosa programación; lo que demanda ser inquirido más allá de la apreciación subjetiva y el tamiz ideológico que censura o condena, pero no denuncia, en un derecho que se tiene como audiencia.
Sobre el particular, la maestra Beatriz Solís Leree, investigadora y académica universitaria, profesora de la División de Ciencias Sociales y Humanidades en el Departamento de Educación y Comunicación y la carrera de Comunicación Social de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, que además fuera presidenta de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación, del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación y de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información, de la cual es fundadora, comentó lo siguiente: «Hablar de los derechos de las audiencias en el marco normativo mexicano es hablar de vacíos y marginaciones. La lucha por la libertad de expresión, al igual que por otros derechos ciudadanos frente a los medios de comunicación, ha sido una lucha contra los dogmas, el autoritarismo y las inercias contra el cambio y la innovación, y aunque esa lucha ha quedado plasmada en múltiples cuerpos normativos internacionales y en casi la totalidad de las constituciones del mundo, su pleno ejercicio ha debido enfrentar luchas para convertirse en realidad en las normas y leyes que se desprendan de los principios generales que considera la jerarquía de las normas. Para ubicar los derechos de las audiencias enmarcados en la norma mexicana, debemos ubicar el punto de partida entendiendo que cuando hablamos de las audiencias nos estamos refiriendo a los seres humanos ubicados en la sociedad y que se convierten en audiencia en el momento en que entran en contacto con los medios».
De ahí que sea parte esencial de nuestra naturaleza humana el indagar, advertir y descifrar lo que se brinda a nuestros sentidos —con sus pros y contras— para poder afrontar con superiores posibilidades de entendimiento y derecho, vía la conciencia, analizando de manera crítica el pasado e infiriendo el por qué del vil proceder de un sinnúmero de «comunicadores», mayormente lectores de malas notas.
Para ello, el 30 de agosto de 2024, el presidente Andrés Manuel López Obrador dio inicio —en el espléndido Salón Tesorería, del Palacio Nacional— al Primer Encuentro Continental de Comunicador@s Independientes: «Informar es liberar», como una propuesta libre de trabajo colectivo, en donde los periodistas que no aceptamos la censura de ninguna autoridad pública, ni el maltrato y/o línea editorial de empresarios impúdicos y conservadores, nos organicemos, colaboremos y generemos una asociación, cooperativa o lo que corresponda en su momento, en pro de fundar una red continental para impulsar los esfuerzos de comunicación y hacer lo necesario para la democratización del intercambio de información local y regional; analizar los retos del periodismo libre y alternativo con las herramientas y argumentos para consolidar los proyectos comunicativos que buscan dar noticias de forma independiente; defender el derecho a la libre expresión; obtener mejores condiciones tanto económicas como de seguridad social; promover valores y derechos humanos; dialogar y deliberar en torno a la función de los medios de «información» masiva y su artera manipulación de la opinión pública a través de noticias falsas y sesgos informativos a favor de grupos de poder; conocer las experiencias de comunicadores independientes en el mundo; desaparecer el cerco informativo que los medios convencionales han impuesto; resguardar el derecho de las audiencias a la pluralidad informativa establecida en el artículo sexto de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y que nos garantiza a todos los habitantes de tan magnánima nación.
Y como botón de muestra sobre la riqueza histórica-cultural de México, en la canción «Yo soy mexicano», escrita por la dupla Manuel Esperón González-Ernesto Cortázar Hernández y con la excepcional voz de Jorge Alberto Negrete Moreno, mejor conocido como el «charro cantor», se nos hincha el pecho de gusto y emoción al escuchar la frase: «Palabra de macho que no hay otra tierra más linda y más brava, que la tierra mía».
Retomando y siguiendo la línea de pensamiento trazada en los «Lineamientos Generales sobre los Derechos de las Audiencias», simplemente ya no es tolerable escuchar y mirar la deficiencia en la calidad de los múltiples contenidos transmitidos por la radio y televisión, así como de encubiertos mensajes subliminales en publicidad de todo tipo, dirigida especialmente a sectores vulnerables como lo pueden ser los menores de edad. Entonces, denunciemos a quien pretende engañar, promover odio, infundir miedo, intimidar con amenazas y la brutal idea de que la mayoría de los mexicanos somos tontos, holgazanes, negligentes, infaustos, ignorantes, delincuentes… Y mejor seamos sensatos demostrando lo contrario con el digno ejemplo.
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