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Escuchar y acompañar desde el corazón


Por Déborah Buiza

@DeborahBuiza


Imagina: disfrutas tranquilamente el día, con tu bebida favorita, cuando una persona cercana —y puede que muy querida— se acerca a contarte con lujo de detalles lo que le pasa.

Te dice que no le va bien. Comparte lo sucedido y manifiesta sus preocupaciones respecto al futuro. Debe tomar decisiones y no sabe todavía cómo resolver ciertos temas, aunque ya tiene algunas ideas... En su narración, también te comparte su sentir, sus miedos y preocupaciones.

¿Qué haces?

¡Un momento! ¡Detente!

Hoy te quiero proponer algunas reflexiones y sugerencias que podrían mejorar la comunicación y el vínculo, ante este escenario.

En principio, valdría la pena plantear que el hecho de que las personas se acerquen a nosotros y tengan la confianza para externar lo que les sucede no implica ni nos da derecho a decirles qué hacer, juzgar su conducta o hacer un “análisis” (no solicitado) de su persona, conducta, historia o problemática.

Con frecuencia, al compartir, las personas buscan, entre otras cosas, un apoyo en momentos difíciles; una escucha, sentirse valorado, encontrarse a partir del diálogo, cosa que será difícil o casi imposible si reciben como retroalimentación una opinión desacertada, hiriente o muy dura, o algo que les indique que no es respetada su necesidad de ser escuchado, acompañado, sostenido.

Si no somos cuidadosos cuando alguien comparte algo, con facilidad podemos ver sólo la superficie, sin considerar que en el fondo puedan existir muchas otras variables, y entonces ofrecer soluciones simplistas, comentarios poco empáticos y opiniones que puedan lastimar a quien tenemos enfrente, por lo que es necesario considerar que esa persona está vulnerable y por ello requiere compasión, comprensión y una escucha afectiva.

No asumas que sabes lo que sucede a la otra persona; el por qué le sucede; lo que debería hacer sólo porque la conoces, porque para ti es más sencillo o porque has pasado por algo similar o por cosas “peores”. Recuerda que cada experiencia es única.

Desde nuestro lugar es posible que podamos ver qué les sucede a los demás de forma “clara” e incluso “saber” sus motivaciones o razones internas para hacer lo que hacen y hasta tener las soluciones perfectas para resolver sus asuntos.

Sin embargo, antes de decir algo, pregúntate: ¿Me pidió ayuda o soluciones? Lo que quiero decirle ¿desde dónde lo digo? ¿Qué gano con decirle esto? ¿Realmente le va a ayudar? ¿Lo que voy a decir puede hacerle sentir juzgado, incómodo, violentado, humillado o disminuido? ¿Soy su terapeuta?

Es fundamental, al escuchar a otros, considerar que su mundo es, justamente, otro y que no existe una sólo forma de hacer las cosas, de vivirlas, de resolverlas, de sanar; cada persona tiene una historia, un camino, un proceso y tu historia, camino y proceso no es el de los otros.

Un recurso valioso es preguntar a la persona qué necesita o qué espera de nosotros en su situación; si necesita sólo la escucha, si quiere nuestra opinión o sólo desea que le ayudemos de alguna forma a encontrar soluciones.

Si te ha comentado que le gustaría conocer tu opinión o tus ideas, podrías usar el llamado “Triple filtro de Sócrates”, en el que uno, antes de hablar, se pregunta si lo que se va a decir es cierto, es bueno y es útil. Si no estás de acuerdo con lo que hace o en cómo lo siente o experimenta, recuerda que, aún en el desacuerdo, puedes escucharle y acompañarle.

No pierdas de vista que todos tenemos un ritmo diferente de aprendizaje, de toma de conciencia; que todos tenemos un bagaje personal y cultural diferente; que todos tenemos diferentes herramientas para enfrentar la vida y que nuestros procesos son únicos.

¿Cómo acompañamos a quienes nos comparten sus sentimientos y sus experiencias? Dale una mirada a tu experiencia. ¿Cómo te ha ido con eso?

Tu escucha puede ser un refugio en la tormenta y puede ser y hacer una diferencia en la vida de otras personas.

Y tú ¿cómo acompañas cuando te comparten?

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