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Filosofía del razonamiento democrático, cápsula para iniciar el año



Por Omar Garfias

@Omargarfias


La idea más estrecha y primitiva de la democracia se limita al proceso electoral. La visión más amplia y actual de la democracia es la del gobierno por discusión. La deliberación pública es la manera democrática de resolver los problemas sociales que nos aquejan.

La democracia es el ejercicio político donde las decisiones del poder se revisan, critican, comparan, dialogan, consensúan, frenan, modifican, filtran, comparan, auditan, controlan, evalúan, verifican...

Déjenme convocar a este espacio al Premio Nobel Amartya Sen, experto en combate de la pobreza, cuya relectura me acompañó estos días y a quien citaré en extenso.

El especialista en desarrollo social subraya el papel del razonamiento público para que impere la justicia.

La tesis central de Sen es que las cuestiones elementales en una democracia son la participación política, el diálogo y la interacción pública.

“La justicia sin discusión puede ser una idea opresiva”.

El poder suele elevar su idea de la justicia al rango de lo indiscutible y, con ello, pretender callar las disidencias y críticas, explica.

“La indignación debe usarse para motivar el razonamiento, no para reemplazarlo”.

El coraje no debe suprimir el diálogo, la deliberación pública, ni la tolerancia. “Las experiencias más puras del descontento y del desencanto pueden contribuir al razonamiento público si vienen seguidas de análisis colectivo de las bases de la indignación”.

“El compromiso con la mente abierta en favor del razonamiento público es crucial para la búsqueda de la justicia”.

La justicia social no se alcanza abandonando la democracia y recurriendo al autoritarismo.

“Cuando tratamos de determinar cómo puede avanzar la justicia hay una necesidad básica de razonamiento público que implica argumentos diferentes y perspectivas divergentes”.

La democracia implica que ningún grupo, movimiento o partido se pueden apropiar del título de los únicos y verdaderos representantes del pueblo y la justicia.

No es democrático que alguien se apropie de la manufactura de leyes y acciones públicas; éstas deben ser una práctica compartida.

Ni ganando con el 99 por ciento de los votos es democrático invalidar el contrapeso y la opinión del 1 por ciento restante.

Las instituciones democráticas son las que abren espacios al voto, la voz, la opinión de todos los sectores sociales, por minoritarios e incómodos al poder que sean.

Algo que articula y hace posible el avance del razonamiento público es la existencia de una prensa libre. Los medios y las redes impiden que el poder gobierne solo. Descalificar medios porque no coinciden con el poder es sumamente antidemocrático.

Es fundamental que los ciudadanos nos comuniquemos entre nosotros. Sin comunicación social es imposible que exista producción económica, seguridad pública y gobernabilidad.

Vivimos en sociedad, eso implica que nadie alcanza las metas solo. Es clave que exista difusión del conocimiento y escrutinio público.

Los excluidos y discriminados deben tener voz para que la democracia sea garante de equidad.

La formación de valores informada tiene como base la comunicación y la discusión abiertas.

La deliberación pública permite que los ciudadanos nos preocupemos por los problemas de los demás.

La democracia no es la figura del gobernante que pide que lo dejen solo, que promete que él va arreglarlo todo, que reclama que “no lo estorben”.

“La libertad democrática puede ser empleada para mejorar la justicia social y para alcanzar una política más justa. El proceso, sin embargo, no es automático, requiere de activismo de parte de los ciudadanos políticamente comprometidos”.

Las habilidades humanas básicas: comprender, simpatizar y argumentar, nos permiten otorgar seria consideración a los análisis distintos y contrarios procedentes de diferentes sectores.

Lo antidemocrático es todo aquello que nos pide no escuchar, no entender, odiar, insultar, no razonar con el otro. Lo democrático es participar, comunicarnos, discutir y deliberar con el otro. Tengamos presente que siempre habrá alguien para el que usted será ese “otro”.

El poder democrático es aquel que sabe deliberar sin ofender e insultar, que argumenta, razona e invita al diálogo.

El poder democrático es el que promueve la participación para que razonemos entre todos.

Mao decía a los militantes de su partido: “Sin democracia ustedes no pueden comprender lo que está sucediendo allá abajo; la situación general no será clara; ustedes serán incapaces de recoger suficientes opiniones de todos los sectores y los órganos máximos de dirección dependerán de material sesgado e incorrecto para tomar decisiones”.

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