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Inteligencia artificial ¿la computadora perfecta?



Por: Fernando Silva


Desde hace décadas, la mayoría de las definiciones sobre el término Inteligencia Artificial (AI por sus siglas en inglés) están relacionadas con el concepto: «Es el desarrollo de métodos y algoritmos que permiten conducir a las computadoras de modo inteligente». Esto nos indica que ¿en algún momento serán aptas para desarrollar la capacidad de entender, comprender y resolver problemas, sin el auxilio de humanos? Sin anticiparme, vayamos por partes. El pensamiento de la evolución continua de las máquinas hasta pasar a ser entidades avanzadas no es nueva ni mucho menos. A finales del siglo XII, el polifacético pensador y visionario mallorquín Ramon Llull, se adelantó a sus homólogos en relación a sus investigaciones, incluso, siendo inspiración de protagonistas de la historia como el polímata Leonardo da Vinci y del físico, teólogo, inventor, alquimista y matemático Sir Isaac Newton, así como de la posterior eclosión científica, creando los modelos de la computación y la Inteligencia Artificial tal como actualmente la conocemos. Construyó el Ars magna, un ingenio mecánico capaz de probar por sí mismo la falsedad o certeza de un postulado teológico o filosófico. Tres siglos después, el filósofo, matemático lógico, teólogo, jurista, bibliotecario y político Gottfried Wilhelm Leibniz concibió su «Arte combinatoria», con el que afirmaba que podría hacerse realidad un Alphabeto cogitationum humanarum (Alfabeto de los pensamientos humanos) es decir, una lista de símbolos o caracteres que representaran las ideas fundamentales de la humanidad de esa época. A su vez, George Boole —también reconocido como padre del sistema binario— en 1854 asentó las bases de la aritmética computacional moderna, argumentando por primera vez en la historia— que el razonamiento lógico se podría sistematizar de manera similar de cómo se resuelve un sistema de ecuaciones en una lógica matemática.

En ese sentido y aunque los griegos ya tenían la palabra Automatos para designar a las máquinas de apariencia humana y entendidos de que hay investigadores, científicos, historiadores, escritores… que naturalmente han aportado al desarrollo de la AI, enfatizo a los que se consideran universalmente como los que trascendieron de manera conspicua. De esta manera, el escritor checo Karel Capek fue quien en 1921 acuñó el término «Robot» en su obra de teatro Rossum’s Universal Robots (R.U.R.), cuya etimología procede de la palabra robota, que en algunas lenguas eslavas significa «trabajo duro». Asimismo, el conjunto ordenado y finito de operaciones mejor conocido como algoritmo, surgió en el artículo de quien es considerado padre de la computación moderna, Alan Turing, sobre «los números computables» en el que introduce el concepto y, de esta manera, funda las bases de la informática. En 1941, durante la Segunda Guerra Mundial surgió, de la mano de Konrad Zuse, la primera computadora binaria programable y completamente automática, conocida como Z3. Y en ese mismo año, Isaac Asimov nos presentó las leyes de la robótica en su cuento «Círculo vicioso», las cuales suponen que todo robot debe cumplir y son las siguientes:

  1. Un robot no hará daño a un ser humano, ni por inacción permitirá que un ser humano sufra daño.

  2. Un robot debe cumplir las órdenes dadas por los seres humanos, a excepción de aquellas que entrasen en conflicto con la primera ley.

  3. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la primera o con la segunda ley.

Por consiguiente, considerar la noción de que las máquinas y/o los programas informáticos puedan aprender y tomar decisiones por su cuenta es algo más que significativo, asunto del que deberíamos ser conscientes y analizar sensatamente, ya que la tecnología de la información está creciendo de manera exponencial, además de que con estas capacidades, sin lugar a duda, pueden realizar numerosas tareas reservadas a los humanos. En tal dirección, una computadora no es una mente; sin embargo, la psicología cognitiva ha adoptado la metáfora de lo informatizado llevado a las máquinas «robot» para pensar sobre cómo la mente procesa la información, la codifica, la almacena y la recupera. Siguiendo la analogía, el cerebro es el hardware sobre el que corren programas (el software) que nos permiten hablar, ver, pensar, sentir…, por lo que podríamos deducir que los circuitos de una computadora son desemejantes a los del cerebro humano aunque produzcan resultados similares; pero cuando estos se ejecutan por medio de sofisticados programas, instrucciones y controles informáticos para procesar la información y su ejecución ¿lo hacen de manera comparable a la mente? Y ¿lo codificarán con el razonamiento de la filosofía humanista?

La cuestión es ¿puede un «robot» con sensores de distancia; percepción de contornos y formas pero sin reconocimiento semántico de las mismas; sentidos electrónicos, con prótesis mecánicas e híbridas; sin necesidades biológicas ni sentido común, ser consciente, así como llegar a tener sentimientos e, incluso, filosofar sobre la teoría de la mente? Obviamente, es algo que aún no sabemos la mayoría, pero quienes están desarrollando tan asombrosa tecnología quizá si lo sepan. Lo que lleva al debate que se establece en función de ¿quién o quiénes están detrás de la AI y cuál es su genuino objetivo? Lo que permite recapacitar qué tan eficientes máquinas pueden ser usadas en beneficio de potencias políticas, bélicas, financieras e ideológicas, y en contra del grueso de la humanidad. Por lo tanto ¿somos entidades contrapuestas o fuerzas complementarias? Con ello surge otra inquietante ponderación: La AI, al carecer de limitaciones humanas que le dificulten su desarrollo ¿puede entonces presentar una evolución —tanto mecánica como cognitiva— más eficiente? Si es posible, fácilmente puede establecer superioridad sobre todo ser biológico.

Tal escenario, me trae a la memoria a HAL-9000, la computadora perfecta, en la alucinante película de Stanley Kubrick «2001: A Space Odyssey (2001, Odisea del espacio)» presentada en el año de 1968 y basada en la novela titulada con el mismo nombre de Arthur C. Clarke. De acuerdo con la trama, HAL no puede cometer fallos, ya que fue creada como un cerebro artificial y más rápida y precisa, además de que sus circuitos no pueden equivocarse en un cálculo. Tal precisión la puso a cargo de las funciones vitales de la nave Discovery. Al final, ni los tripulantes, ni los astronautas de la nave, ni quienes la diseñaron respondieron al cuestionamiento de si HAL-9000 tenía sentimientos. La máquina fue programada para hablar y expresarse como si los tuviera, pero la existencia real de esas sensaciones es algo que no se pudo comprobar.

En concreto ¿la capacidad de entender o comprender es nuestra característica constituyente, así como es nuestro principal objetivo evolutivo? Si las máquinas-robot harán todo el trabajo duro ¿la humanidad nos dedicaremos a bailar, cantar, escribir poesía, pintar, crear, madurar, soñar, perdonar, pensar, compartir, prosperar…? De ser positiva la respuesta ¿en dónde se firma para ser parte de tan idílico futuro? Ya que en la actualidad se ostenta excedida estupidez, en lugar de ser ejemplo de calidad humana en pro del bien común. Por consiguiente, confío en que le daremos el mejor uso a la inteligencia, tanto humana como artificial.

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