Texto e imagen de Fernando Silva
En México, es habitual la artera práctica de empresarios que ejercen perverso control sobre sus medios de comunicación masiva y redes sociales con el insano objetivo de amañar la información periodística y, en su vehemente deseo por mantener privilegios económicos y fiscales, dan línea a sus subordinados —conductores estelares, desvirtuados en someros lectores de noticias— para que en su capacidad de entender y obedecer improvisen y manipulen con su natural descaro las noticias e, incluso, las inventen sin reflejar el menor gesto de vergüenza por tan atroz proceder. En consecuencia, no podemos permanecer impasibles ante tan nocivo actuar y, por integridad, conciencia y sensatez, nos corresponde alzar la voz, así como no siendo cómplices de su dilatada expansión desinformativa que, contundentemente, produce malsana comunicación y alto grado de perjuicio a los derechos individuales y a los intereses de bienestar general.
Para ubicarnos en el tema, si las patrañas de estos anodinos comunicadores se basan en su descarada «verdad», hay que razonar con prudencia y profundidad sobre sus deleznables embustes. En la dirección del sublime discernimiento, la mejor definición sobre el concepto «verdad» la tenemos en el pensamiento del filósofo, polímata y científico Aristóteles, quien defendió la correspondencia entre aquello que decimos y aquello a lo que nos referimos, es decir, la «verdad» está en la correcta proporción entre un término y el objeto que se designa en la realidad, en la relación establecida entre la palabra y los hechos. Asimismo, el término Post-truth (Posverdad) o «mentira emotiva», implica la distorsión deliberada de una realidad en la que priman las emociones y las creencias personales frente a los hechos objetivos, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales, tal como lo define la Real Academia Española de la Lengua (RAE). Como dato adicional, según el Diccionario de Oxford fue el guionista, dramaturgo y novelista Steve Tesich quien aplicó por primera vez el vocablo postverdad en un artículo publicado en la revista The Nation en 1992, en donde reflexionaba sobre el escándalo Irán-Contra (Irangate) y la guerra del Golfo Pérsico.
En ese sentido, cuando la desinformación responde a estrategias desestabilizadoras y mezquinos objetivos de potentados, pone en riesgo los valores humanistas y democráticos entrando de lleno en la vida política, económica, social y cultural en nuestro país, así como en la esfera privada y hasta en nuestra correspondencia habitual. Lo que nos evoca a su precedente en los siglos XVII y XVIII, la censura, en tanto que es una condena sobre lo que no interesa a los poderes fácticos, como es el caso de los dogmáticos que, hasta con amenazas y miedo propagan ese conjunto de creencias —de carácter indiscutible y obligado— para los seguidores de cualquier religión, además de hacerles obedecer y expandir sus doctrinas con incuestionable coacción que decrementa, de muchas maneras, en un sinnúmero de fieles su decaída voluntad.
Teniendo lo anterior como base de reflexión, la concepción de lo que está en conformidad de lo que decimos con lo que sentimos o pensamos, nos permite comentar que la verdad, como tal, es un concepto inmutable y absoluto, dado que cualquier separación de estas particularidades negaría su esencia; por ende, está en el rango de la escrupulosidad ética-moral. En contraposición, la falsedad abarca un amplio campo de nociones en donde, además, se incluyen la ignorancia, la estupidez, el autoengaño y toda aquella manifestación o expresión contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente. Asimismo, en la falta de autenticidad la sensatez se considera nula, ya que declara como auténtico algo falso en franco desconocimiento. Por consiguiente, al no contar con el conocimiento necesario se puede advertir la falta de conformidad entre las palabras y las ideas con axiomática formalidad al expresar como cierto algo falso y que se podría haber inquirido el juicio o proposición que no se puede negar racionalmente. En el caso del limitado entendimiento y uso de la razón, se requiere poner mayor cuidado y atención en lo que se hace y se decide dado que se conoce la alteración o simulación de la verdad en la declaración, pero se es indiferente a ella. Por último, el mayor grado de responsabilidad surge en la acción de mentir, donde tenemos en la mala intención el adulterar o corromper algo, un deseo de tergiversar lo que se tiene como cierto y comprobable mistificando la lectura de los acontecimientos. Lo pasmoso es que en la falsedad y todos estos ejemplos tienen una peculiaridad en común: se objetan ante lo no verídico.
Entonces, manifestar intencionadamente información manipulada al servicio de las oligarquías o grupos empresariales que tienen influencia en un determinado sector social, económico, político y religioso mina la confianza pública y pauperiza al país, afectando mayormente a grupos vulnerables de la sociedad, además de favorecer los intereses de modelos económicos neoliberales ultra derechistas que tienden a reducir al mínimo la intervención del Estado y cometiendo actos de traición en contra de los principios, la legalidad o el beneficio de nuestra patria, así como hacia nuestros derechos, libertades y el bienestar social; además, diseminan ideologías extremistas que definen como una vía muerta la negociación de las normativas establecidas en democracia, favoreciendo a partidos políticos, movimientos y coaliciones conservadoras con posturas sociales, ideológicas y políticas totalitarias, contrarias a la noción de los cambios fundamentales de progreso social, así como la perpetuación del status quo y de convenientes modelos socioculturales controlados por las clases privilegiadas e intransigentes. Lo que puede significar el retroceso a regímenes y órdenes históricamente superados, entre otros aspectos.
Considerando el actual escenario de elecciones en nuestro país (Estados Unidos Mexicanos), desde esta trinchera les solicito de la manera más atenta a todos los oriundos, compatriotas, conterráneos, residentes y forasteros denunciar la ruindad de quienes «informan» con posverdad, en base a la Defensoría de las Audiencias como un derecho instaurado en la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión, llamando y dejando el mensaje correspondiente en el teléfono: 55 5533 0730, ext. 1000, apelando con dignidad, respeto, empatía, justicia, gratitud, tolerancia… en pro de la convivencia que procura el bien común y la prosperidad de nuestra gran nación; por ello, juntos guiemos la voluntad con idoneidad, conocimiento y principios humanistas para orientar a nuestros familiares, amistades y gente con la que convivimos de manera ocasional a que lean, observen, piensen y actúen con el sano objetivo de fortalecer el Estado de Derecho, la Seguridad Social, esa que fue nacida de la fraternidad de buena parte de los mexicanos, así como el bienestar general que participa en la calidad de vida de todos en una sociedad y que hacemos que su existencia posea todos aquellos elementos que dan lugar al pleno disfrute de los valores y derechos universales en paz, tanto en el ámbito local como en nuestra relación diplomática en favor de la convivencia armoniosa, la justicia, el respeto de los derechos humanos y la solidaridad entre las naciones.
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