top of page

Mi segunda boda

ree

¡¿Qué hay de nuevo, viejo?!


Por Araceli Mendoza


Cuando nadie espera que una mujer cambie de vida...


En mi primera boda era joven, como se usaba antes. Me enamoré, con ilusión, de un hombre que nunca supo lo que yo valía.

Me volví sombra, rutina. Sofoqué lágrimas en la almohada; me tragaba el coraje en la cocina. Él decía: “es que ya no eres la misma”. Y así, hasta perder mis emociones.

Tenía razón. Ya no era la misma. Estaba más cansada, más gris, más vacía.

Un día se fue. Esperaba que me doliera, pero no dolió. Al contrario, fue una especie de respiro que me asustó. Un silencio que me envolvió como sábana limpia.

Por primera vez me ví sola, pero no vacía. Estaba sola y viva. Descubrí entonces que no sabía quién era. No recordaba mi color favorito, pero sí mis manos ocupadas sirviendo a otros.

Un día compré un boleto de tren sin consultar a nadie. Viaje por quién sabe cuánto tiempo, hasta que me senté frente a un río, sin prisas, sin nadie a quien atender... Lloré… Lloré por todas las veces que me olvidé de mí. Lloré por la mujer que fui. Y también por la que estaba naciendo.

En este gran encuentro me quiero casar. Nunca es tarde para regresar a ti. Nunca es tarde para comenzar de nuevo. Y menos si ese nuevo comienzo es contigo mismo.

—   ¿Aceptas a esta mujer para el resto de tu vida; serle fiel en la enfermedad, en la adversidad?

—   ¡Sí, acepto, los 365 días del año, durante el resto de mi existencia!

Casarme conmigo fue un acto radical de amor propio, pero también de honestidad y responsabilidad emocional.

Desde la autosuficiencia, me comprometo a conocerme, a sanarme, a elegirme todos los días para poder entonces compartir lo que soy con autenticidad. No es egoísmo, sino congruencia.

Es mirarme al espejo sin filtros; abrazar mi historia y prometerme estar ahí para mí. Ya compartí mi vida con alguien… y me pude sostener .

La sologamia —casarse con uno mismo—, es un término que ha adquirido popularidad como una forma de autoafirmación y amor propio. Se considera una práctica simbólica, que no legal.

Es una cuestión de empoderamiento. Fue así como las chicas en los años 70 se quitaron el brasier, se pusieron la minifalda, salieron a las calles y tomaron los anticonceptivos para disfrutar de su cuerpo, de la libertad.

Me quiero casar conmigo misma. Lo hago como un compromiso con mi bienestar e independencia, con base en mi autoconocimiento y en el amor propio.

Es un compromiso personal con el bienestar. La persona se siente libre e independiente y puede ser feliz en soledad, al comprender que puede estar sola, sin depender emocionalmente de otra persona. No tiene por qué ser preocupante.

Hasta la próxima.

Comments


bottom of page