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Morena, elecciones internas a modo


TEMAS CENTRALES

Por Miguel Tirado Rasso

mitirasso@yahoo.com.mx


Así, con el acarreo de personas

y reviviendo otras malas artes,

Morena logró tres objetivos:

una cuestionable

y abultada votación,

un padrón de militantes al vapor

y el pase de los “elegidos”.


Hace tres años, Morena se preparaba para enfrentar su primer gran reto: la renovación de su dirigencia en su nueva circunstancia como partido en el poder. En agosto de 2019, durante la celebración de su quinto Congreso Extraordinario, se habría acordado que para el mes de noviembre de ese año se elegiría a una nueva dirigencia del Movimiento. A partir de ese momento, las cosas en Morena se empezaron a complicar por la disputa interna por el control del partido, en la que la institucionalidad, disciplina y respeto al partido, si es que los había, fueron borrados por los intereses de grupo de quienes aspiraban a dirigir la institución.

La renovación de la dirigencia se pudo concretar, finalmente, hasta un año después. En octubre de 2020, en cumplimiento a una sentencia del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) y con apoyo del Instituto Nacional Electoral (INE), se eligió, por encuesta, una nueva dirigencia. Previamente, Morena había pasado por la anulación de un proceso interno de elección, una fugaz presidencia interina e interminables pugnas intestinas. La falta de un padrón confiable y el método para la elección de la dirigencia habían contribuido a enredar más el proceso.

Y si en aquella ocasión los problemas se presentaron a partir de las asambleas distritales para el registro de consejeros para el Congreso del partido, porque muchas de éstas no pudieron realizarse y otras más fueron canceladas por múltiples irregularidades, cambios de ubicación, robo de urnas, inducción al voto, etc., ahora la dirigencia de Morena optó por aplicar el pragmatismo político de la Cuarta Transformación (4T): la ley se acata, pero no se cumple.

Si en los estatutos de Morena existe la prohibición para quienes desempeñan puestos en el gobierno (Art. 8) a participar en cargos partidistas (Congreso Nacional) no importa. Ni modo que esa norma se le aplique al secretario de Gobernación, quien se inscribió y aspira a ser congresista. Pero esa excepción, convertida en regla, también se aplicó a funcionarios del gobierno de la CDMX, a alcaldes de la capital, a diputados y regidores. Bueno, hasta a gobernadores, como fue el caso del de Tabasco. El paisanaje pesa. Y como decía el que robo poquito. En este caso, la violación de los estatutos será solo por un ratito, pues una vez que se lleve a cabo el Congreso, en septiembre, según se anunció, se harán los ajustes a los documentos básicos, eliminando tal prohibición.

El interminable problema del padrón de militantes de Morena, que después de cuatro años no ha podido pasar a modo confiable y que era causa de profundas diferencias internas sobre el tema de quiénes tendrían derecho a votar por los congresistas, se resolvió también de una manera práctica. Votación indiscriminada, sin filtros, sólo condicionada a la presentación de la credencial de elector y del formato de afiliación a Morena, sin importar que el registro se hubiera hecho en el mismo momento de ir a votar.

Y es que la dirigencia morenista acordó, en base a una resolución del TEPJF, que podrían votar todos aquellos que cumplieran con la presentación de esos dos documentos. El de afiliación se podía obtener justo antes de acudir a las mesas de votación, a través del personal del partido que, además, aprovechaba para inducir el voto. Así, con el acarreo de personas y reviviendo otras malas artes, Morena logró tres objetivos: una cuestionable y abultada votación (tres millones de votos emitidos en 18 horas en 534 centros de votación, todo un récord), un padrón de militantes al vapor y el pase de los “elegidos”.

El proceso se realizó en sólo dos jornadas. El sábado, en 20 entidades y el domingo en los 12 estados restantes. En total, se registraron 42 mil 583 candidatos para los 300 distritos electorales federales, de los que saldrán los tres mil morenistas que asistirán al Congreso Nacional para elegir al Consejo Nacional y al Comité Ejecutivo Nacional, con excepción del presidente nacional y la secretaria general, cuyo período concluye el 31 de agosto de 2024.

Pero, a pesar del control de la dirigencia sobre el registro de aspirantes y del proceso, las mapacherias para asegurar ciertos resultados no dejaron de estar presentes. Como en los viejos tiempos, los de Morena revivieron el acarreo de votantes que no sabían a qué iban, a la compra de votos, a las urnas embarazadas, a boletas prellenadas con los nombres de los candidatos palomeados, incorporación de última hora de nuevos candidatos, además de enfrentamientos entre grupos de aspirantes, quema y robo de papelería y destrucción de mobiliario electoral.

Ya desde antes de iniciar la jornada, se habían presentado 119 inconformidades ante el TEPJF, denunciando la ilegal postulación de funcionarios públicos y legisladores y la exclusión de las listas de candidatos. Las quejas y denuncias abundaron y llegarán las impugnaciones a la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia del partido y al Tribunal Electoral, pero se van a topar con la circunstancia de que todo este proceso es parte de una estrategia decidida en Palacio con vistas a la elección de 2024, por lo que las irregularidades no son de tomar en cuenta y, lo que importa, son los resultados.

Vaya muestra de la calidad democrática del partido oficial.

Agosto 4 de 2024

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