Palabras que cortan: la traición detrás del chisme
- migueldealba5
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Por Déborah Buiza
@DeborahBuiza
Hay un hábito que se disfraza de conversación inofensiva pero que corroe ambientes, amistades y vínculos, tanto familiares como laborales: el chisme. Ese hablar de otros, opinar sin contexto (o sacar conversaciones de contexto), repetir lo que se dijo en confidencia o en confianza, “por si acaso”, para “demostrar lealtad”, “por diversión” o “porque nos importa”. Nos hemos acostumbrado a pensar que contar lo que otro hace, dice o piensa forma parte de la convivencia, pero no lo es.
A veces el daño no se da a gritos, sino en susurros. En conversaciones de pasillo, en un chat, en una oficina cerrada. No hace falta levantar la voz para lastimar; basta con nombrar a alguien que no está, con aire de preocupación o falsa objetividad, para soltar juicios, suposiciones y críticas disfrazadas de un “sólo quería contarte”.
Los chismes, envueltos en frases como “te lo digo porque te aprecio” o “para que estés alerta” no informan, contaminan. No generan lazos, dividen. Y a menudo son utilizados por personas manipuladoras que necesitan a un “mono volador”, esa figura que, consciente o no, hace el trabajo sucio de llevar, decir, cargar con historias y sembrar discordia.
¿Te has preguntado cuántos conflictos nacieron de algo mal contado o malintencionado? ¿Cuántas veces fuiste juzgado por lo que alguien dijo sin conocer tu historia completa?
Lo más peligroso de este hábito es que parece inofensivo. Como si decir “yo sólo escuché” o “me lo contaron” nos eximiera de responsabilidad, pero no: participar en un chisme es como prenderle fuego a algo con guantes puestos: tú también ardes, aunque no te ensucies las manos.
Y lo más triste es que quienes más dañan a veces están a nuestro lado: compañeros que se convierten en “monos voladores”, que llevan y traen comentarios, fragmentos de nuestras palabras, cosas privadas, detalles que deberían quedarse en quienes confiamos.
¿Te ha pasado que alguien hable de ti a escondidas? ¿Incluso personas en quienes has confiado, has apoyado o —peor aún— que parecían apoyarte y estar de tu lado?
La traición duele. El cuchillo en la espalda de quien fingió ser amigo es, quizá, el que más duele.
Duele no sólo por lo que se dice, sino por quien lo dice. Y por quien decide prestarse a contarlo, a juzgarte, a criticarte… a tus espaldas.
Cuando estás en una conversación y alguien empieza a hablar mal de otra persona, ¿qué haces? ¿Te sumas? ¿Eres quien aporta “más datos”? ¿O te quedas callado? Cualquiera de las tres cosas es terrible: tanto para la persona de la que se habla como para ti. Francamente, sería mejor seguir la máxima de que “si no tienes nada bueno que decir, mejor guarda silencio”.
Lo peor es que este juego de hablar mal no sólo destruye relaciones, sino que mina la confianza, genera tensión y aislamiento, y crea ambientes donde la colaboración y el respeto se vuelven difíciles, si no es que imposibles.
Hablar de otro no es inocente. No sólo es un mal hábito, es una mala práctica. Un veneno suave que contamina el ambiente y el alma. Erradicarlo no sólo cuida a los demás, también te cuida.
Hablar de alguien cuando no está es fácil. Lo valiente sería hablar directamente con esa persona. Lo sano es cuidar las palabras, los vínculos y nuestra propia paz, porque el chisme no sólo lastima al otro, te aleja de tu integridad.
Y tú… ¿hablas de los demás a sus espaldas?