Sólo una gran escenografía
- migueldealba5
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Temas Centrales
Por Miguel Tirado Rasso
Hemos visto que las cifras
oficiales, los otros datos,
siempre subestiman el grado
de participación ciudadana.
Muy al estilo de su antecesor, a la presidenta Claudia Sheinbaum le ha entrado el gusto por organizar eventos multitudinarios con cualquier pretexto para resaltar los logros y bondades de la Cuarta Transformación pero, más importante, para mostrar el músculo de su popularidad, con llenos totales en la plancha del zócalo capitalino.
La manifestación del 6 de diciembre recordó los tiempos de gloria del tricolor, cuando el Partido Revolucionario Institucional (PRI) llenaba el zócalo para rendir pleitesía al titular del Ejecutivo en turno o para respaldar y apoyar las políticas de su gobierno. Expertos en el acarreo, los priistas no tenían problema para reunir numerosos e impresionantes contingentes de personas, para lo cual contaban con sindicatos, agrupaciones gremiales y el apoyo de los gobernadores de su partido, que se encargaban de organizar y financiar el traslado de grupos locales a la capital del país. Los Ejecutivos estatales competían entre sí para ver qué entidad enviaba el contingente más numeroso. Buscaban quedar bien con su tlatoani.
A los manifestantes se les compensaba la mayoría de las veces con una gratificación económica, además de regalarles playeras, gorras, agua y un refrigerio (tortas y/o fruta). Todos sabían que esas grandes manifestaciones no eran, precisamente, espontáneas; la asistencia era obligatoria, pero cumplían con un propósito político: hacer ostensible un apoyo popular al gobierno del momento.
Pues esta práctica de los gobiernos neoliberales y conservadores subsiste por herencia, ya sea por la influencia de los numerosos ex priístas que, sin mucha convicción ideológica, se volvieron fervientes morenistas, o porque el método del acarreo es efectivo y el único que asegura la presencia de grandes multitudes. Solo basta tener un pretexto para organizarlas, aunque quienes asisten, para salvar su chamba, no tengan idea de a qué van ni a quién deben vitorear.
Ahora bien, no todas las manifestaciones son de acarreados. Las hay también realmente espontáneas, de ciudadanos convencidos que se solidarizan por alguna causa común y marchan sin presión alguna sin esperar pagos o refrigerios. En éstas, los asistentes llegan por sus propios medios.
En los tiempos en que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) era jefe de Gobierno del Distrito Federal, en junio de 2004, se realizó una gran marcha ciudadana contra la violencia y la inseguridad. Se le conoció como la Marcha Blanca o Marcha del Silencio. La estimación sobre el número de participantes varía. El gobierno capitalino reportó una asistencia aproximada de 120 mil personas. Los organizadores calcularon 400 mil. El tema es que fue auténtica, numerosa y sin acarreados.
Más recientemente ha habido otras marchas ciudadanas. En febrero de 2023 se realizó una manifestación en defensa del Instituto Nacional Electoral (INE) y en contra de la reforma electoral. El “Plan B”, del entonces presidente López Obrador. En esa ocasión, el cálculo oficial de asistentes fue de 90 mil personas, mientras los organizadores hablaban de 500 mil.
El dato sobre el número de participantes en las manifestaciones depende de si son los cálculos del gobierno o de los organizadores. Hemos visto que las cifras oficiales, los otros datos, siempre tienden a subestimar el grado de participación ciudadana. Es la estrategia para restar importancia a la movilización ciudadana cuando se plantean demandas o reclamos al gobierno.
Un buen ejemplo, es la movilización organizada por la Generación Z (15 de noviembre de 2025), que el gobierno de la Ciudad de México calculó en 17 mil personas, muchísimo menos asistentes de los que se vieron en las calles. La marcha fue particularmente criticada y desestimada en Palacio Nacional, porque el motivo de la manifestación fue la exigencia de justicia y seguridad, ante el asesinato del presidente municipal de Uruapan, Carlos Manzo, por lo que golpeaba en la línea de flotación de la política de seguridad del gobierno.
Algo vieron en Palacio Nacional en esa marcha que originó reacciones desproporcionadas para una movilización con “poca convocatoria”, como la calificó la presidenta Sheinbaum. Desde la insistencia en su descalificación hasta el grado de provocar, se podría suponer, cuatro días después, el anuncio de la convocatoria para celebrar siete años de “transformación del país.”
Según se vio, con la manifestación se buscó mostrar el apoyo popular del que goza la Primera Mandataria. La celebración del séptimo aniversario de la transformación sólo fue el pretexto. El zócalo se llenó y la cifra oficial fue de 600 mil asistentes. Para nadie fue sorpresa el éxito de la movilización. Eso sí, bajo las reglas y siguiendo la escuela del método priísta.
No es por aguar el festejo pero ¿de verdad se cree que todos los asistentes fueron por su voluntad? ¿Que no hubo acarreo? ¿Que no continuaron las prácticas de compensar a quienes asistieron? ¿Qué todos estaban conscientes de a lo que iban? Porque la experiencia histórica dice que ese gran músculo popular que se presume es más aparente que real. Sólo es una gran escenografía. Nada más.
Diciembre 11 de 2025
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