Por Déborah Buiza
@DeborahBuiza
Hace unos días mi hijo el pequeño, de manera muy casual, me dijo mientras dibujaba: “Mamá, ya quiero que sea Navidad”.
Lo dijo de una manera tan simpática que provocó las risas de mi hijo el mayor y la mía, y siguió coloreando mientras tarareaba una canción navideña.
En ese momento le expliqué que apenas inició el otoño y aún faltan algunas festividades antes de la Navidad, pero dijo no le importaba y siguió cantando navideñamente.
Le pregunté a Meta IA (Inteligencia Artificial) cuántos días faltan para Navidad y me respondió que aproximadamente 81 (seguramente menos para cuando leas estas líneas), y al final agregó: “La cuenta regresiva ha comenzado. ¡Disfruta del conteo!”.
¡Pero si apenas inicio el otoño! ¿Cuál conteo? Como diría Mafalda ¡Detengan el mundo, que me quiero bajar!
Yo entiendo que ciertas cosas requieren de una planeación anticipada, pero creo que una cosa es planear y organizar, y otra muy diferente “adelantar” los eventos, las etapas y las estaciones.
Reflexión y columna aparte, creo que la Navidad amerita la gran producción que ahora nos exigimos para cada ocasión, pero ¿qué fue de aquellos días en que el tiempo transcurría lentamente y uno pensaba: “huy, falta tanto para…”? Hoy va una a los centros comerciales y ya es festividad decembrina, aunque ni siquiera lleguemos al Día de muertos.
Con frecuencia tengo la sensación de que todo va muy rápido; de que apenas sales de un evento o festividad y ya casi estás en la otra, como si corriéramos de un evento a otro en alta velocidad, mientras trabajamos e intentamos que alcancen los recursos. Se siente, incluso, a veces como si se traslaparan o se encabalgaran los eventos o momentos. ¿Cuánto realmente se puede disfrutar bajo este esquema?
En este mismo orden de ideas, el otro día veía un post en redes sociales que decía algo como “la cosa está bien rara: se sienten aires navideños, solecito de semana santa, calorcito de mayo y economía de cuesta de enero”..., yo le agregaría, con olor a cempasúchil y a mandarinas. Sí, de repente se siente como andar en todo al mismo tiempo.
Qué tal que nos damos la oportunidad de disfrutar cada temporada y no adelantamos nada. No vamos a llegar tarde ni pasará nada si avanzamos despacito, paso a pasito, y no al ritmo que “marcan” los centros comerciales, a los cuales sólo les interesa tener más tiempo para vender más mercancías.
Qué tal si, de manera consciente y presente, nos damos la oportunidad de “seleccionar” nuestras fechas y temporadas y la forma como queremos vivirlas para disfrutarlas de manera pausada y relajada.
Y claro, no es necesario que sea por las festividades o por alguna ocasión especial, sino también decidir cómo hacer nuestras mañanas cotidianas más pausadas y disfrutables; nuestra hora de comida, nuestro regreso a casa y la rutina antes de dormir, etc.
Detenernos y “bajar” el ritmo para estar en paz, más con nosotros y con los nuestros, para disfrutar simplemente el estar aquí y ahora, en el día que es hoy y en lo que pasa en este momento.
Y tú, ¿te permites bajar el ritmo y disfrutar cada “temporada a su tiempo”?
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