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Al presidente no le importa el medio ambiente



Por Omar Garfias

@Omargarfias


El agua en nuestro país es poca y cada vez más sucia.

Se habla de estrés hídrico cuando la demanda de agua es más alta que la cantidad disponible durante un periodo determinado, o cuando su uso se ve restringido por su baja calidad.

México se ubicó en el lugar 24 a nivel mundial y como el segundo en Latinoamérica en el ranking de mayor estrés hídrico que reportó el Global Forest Watch (GFW) 2020 del Instituto de Recursos Mundiales (WRI).

En cuanto a la contaminación de acuíferos, en el periodo 2018–2022, un volumen de 3.92 Km cúbicos de aguas residuales municipales no es tratado, lo que nos sitúa en el octavo lugar a nivel mundial bajo esta condición, según reporte de la ONU.

La respuesta del Gobierno federal ha sido reducir los presupuestos en materia de seguridad hídrica; la inversión y gasto en infraestructura de agua potable, alcantarillado y saneamiento, disminuyó en 18.1 por ciento: 1 mil 412 millones de pesos menos entre 2018 y 2022, según la Secretaría de Hacienda.

Nuestra nación es considerada una de las más contaminantes en el mundo, al ocupar el lugar 14 a nivel global y el segundo en Latinoamérica, según la edición 2021 del Statistical Review of World Energy, un informe de los principales datos de los mercados energéticos a nivel mundial.

Además, en 2019 se generaron 53 millones 100 mil toneladas de residuos inorgánicos, colocándose en el mundo en la séptima posición.

En 2019 y 2020 ingresamos al grupo de los diez países que perdieron más bosques vírgenes en el mundo, con una pérdida acumulada entre estos años de 1 mil 342.5 Km2, de acuerdo a la información del GFW.

En 2020, México se posicionó como el tercer país de América Latina con mayor contaminación del aire y, de las quince ciudades con mayores niveles de contaminación, nueve son mexicanas, de acuerdo al Informe sobre la calidad del aire en el mundo de 2021 (IQAir).

Para enfrentar esta situación y garantizar el derecho constitucional a un ambiente sano y mejorar la calidad de vida de los mexicanos, el Gobierno federal disminuyó la cantidad de recursos.

El presupuesto total asignado a la Semarnat perdió 6 mil 232 millones de pesos (16.6 por ciento) en 2021 respecto a 2018, según esa misma dependencia federal.

Asimismo, el gasto en protección ambiental presentó una reducción acumulada en 2018–2020 de 24 mil 877 millones de pesos.

Para 2022, la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) contará apenas con 9.7 pesos por hectárea para el manejo y cuidado de las áreas naturales protegidas, lo cual, sin duda, repercutirá en una menor capacidad para la operación y protección de sitios de alto valor ecológico, económico y cultural que sustentan la vida de miles de comunidades en México, denunció el Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA).

Los recursos destinados a estas áreas cada vez son menos por lo que en 2022 es 59 por ciento inferior con respecto a lo ejercido en 2016.

También el Gobierno federal ha desarticulado los sistemas de gestión y administración que encontró: desapareció la Subsecretaría de Gestión para la Protección Ambiental, el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC) y el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA).

En 2020, el Índice de Desempeño Ambiental del Yale Center for Environmental Law & Policy calificó a México con un puntaje de 52.6 de 100.

Estas reducciones presupuestales y destrucción de instituciones no significan un ahorro pues, según el INEGI, los costos por agotamiento y degradación ambiental ascendieron a un billón 66 mil 853 millones de pesos al 2020.

Cada peso menos disminuye la posibilidad de tener un ambiente que nos dé salud y recursos naturales para generar riqueza.

Existe una frase entre los estudiosos de la administración pública muy aplicable en este tema: “No me digas cuáles son tus prioridades, enséñame como distribuyes tu presupuesto y así sabré realmente cuáles son tus prioridades”.

¿Qué México se está construyendo?

Las cosas no cambian simplemente porque queremos que cambien. Las cosas cambian cuando se tienen los recursos, y las instituciones para cambiarlas.

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