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Ancianos excluidos


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¡¿Qué Hay de Nuevo…Viejo?!


Por Araceli Mendoza


¡Cuántos cambios a lo largo de la vida! Desde que eres niño, cambias físicamente. ¡Ay, cómo duele cuando se caen los primeros dientes… pero cuando salen duele más…! Y así, vienen cambios dolorosos o felices.

Hoy los cambios son muy complicados para los adultos mayores en la dinámica familiar. Los cambios en las relaciones de pareja de los hijos han modificado la tradicional forma que se tenía.

Los divorcios aumentan significativamente por múltiples motivos interpersonales, por lo que la fractura intrafamiliar es un golpe de inestabilidad emocional para los hijos y los abuelos.

Al escuchar que la familia cambiará de domicilio, las expectativas de cada persona se modifican de manera drástica y lo que parecía un techo seguro ahora es un hogar roto.

Este fenómeno ocurre cada vez más frecuentemente. Desde la pandemia de COVID-19 se incrementaron los divorcios o separación de las parejas, lo que conlleva una serie de cambios, que te recuerdan que siempre habrá cambios mientras tengas vida o adversidades no contempladas en tu libreto.

Los abuelos son actores pasivos que pueden resultar lastimados por la forma en que los miembros de la pareja rehacen su vida.

El abuelo viudo, enfermo, que no encuentra un lugar dónde estar, ha perdido fuerza, entereza y es despojado de su casa; un hijo/a se lo lleva, pero está en proceso de divorcio.

La casa de la pareja debe venderse y aumenta la ansiedad del adulto mayor, quien se siente un estorbo. Su enfermedad avanza, escucha que habrá audiencias para el divorcio, pero no puede apoyar ni tampoco aportar dinero.

Esas variables afectan no sólo la parte material de los bienes que pudieran tener los miembros de la pareja, sino también los lazos afectivos. Los abuelos, los hijos y los nietos tienen que reestructurarse de manera distinta y sus relaciones se alteran de modos diferentes e irremediables.

Pareciera que en tiempos anteriores las cosas iban más en el sentido de la unión, la solidaridad entre los miembros de la familia y se buscaba conservar las tradiciones al fomentar actividades que unificaran a la familia.

Ahora, por el contrario, la tendencia apunta hacia una ruptura familiar y a un sentido de independencia que libera a quienes la componen; a un egoísmo que deja fuera a los menos dotados y más vulnerables, como los niños y los ancianos.

Posiblemente no disminuya el amor entre los miembros de la familia, pero las manifestaciones ya no radican en las uniones físicas, sino en un mayor respeto a las decisiones y elecciones personales.

El anciano es prácticamente excluido del rol intrafamiliar y se le da la libertad de vivir de una manera diferente a la tradicional, donde su presencia puede ser o no requerida.

Antes las casas eran más grandes y las propiedades más numerosas. Ahora todo se ha encarecido las cosas y la adquisición de una propiedad es más difícil. Las casas son más pequeñas y las familias menos numerosas que antes, por la disminución del número de hijos.

El estilo de las casas hoy hace que sólo los miembros indispensables de la familia —padre-madre-hijos— puedan vivir ahí, por lo que se excluye a otros, entre ellos a los abuelos.

Hasta la próxima.

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