Agua para todos
Por Juan Carlos Valencia Vargas
Facebook: @JuanCarlosValenciaAGUA
Los desafíos que se plantean en torno a la cantidad de agua reciben mucha más atención de las autoridades y la población, pero los impactos de su calidad pueden ser aún más desastrosos. Según el informe de Naciones Unidas, el consumo de agua contaminada es la causa de 780 mil muertes al año en el mundo, y en México, de acuerdo con los informes de la Secretaría de Salud, mueren 3,500 personas al año en promedio, principalmente adultos mayores de 60 años y niños menores de 5 años.
El agua suministrada a las escuelas, que podrían ingerir niñas y niños de primaria y secundaria, así como docentes y personal administrativo, contiene contaminantes como arsénico, fluoruros, manganeso, nitritos, plomo y, además, coliformes fecales, lo cual puede causar cáncer, enfermedades cardiovasculares, diarreas agudas, debilitamiento del sistema inmunológico y afectaciones en el desarrollo infantil, revelaron organizaciones civiles con base en 27 mil análisis de laboratorio levantados entre 2015 y 2019 para el extinto Instituto Nacional de la Infraestructura Física Educativa (INAFED), en coordinación con el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA).
Ahí radica la enorme importancia de este tema al cual se presta poca atención y por ello es tan relevante la presentación del Sistema Nacional de Información sobre la Calidad del Agua Abastecida en México (SICAAM), que realizó la Fundación Gonzalo Río Arronte en Saltillo, Coahuila.
Según explicaron, el proyecto surge debido a que en la actualidad, la información sobre la calidad del agua abastecida en México es limitada y dispersa. No hay registros sistematizados de la calidad del agua potable distribuida en las diferentes localidades del país ni un sistema nacional que integre dicha información. Tampoco existen plataformas ni documentos de acceso público que reúnan la información y, por lo tanto, no es sencillo saber cuál es la calidad del agua que llega a los domicilios de los usuarios y si cumple con la normatividad, puede considerarse potable o representa algún riesgo para la salud.
Desde 2020, la Fundación Gonzalo Río Arronte inició este proyecto, cuyo objetivo es informar periódicamente a la ciudadanía sobre los valores de algunos parámetros de importancia asociados con la calidad del agua que reciben en su domicilio, a partir de un sistema de información de uso público a nivel nacional.
En ese año se inició un piloto en cuatro ciudades: Monterrey, Nuevo León; León, Guanajuato; Saltillo, Coahuila, y La Piedad, Michoacán, que permitió experimentar el ciclo completo del proyecto desde la generación de información hasta su entrega a los ciudadanos.
Según el informe presentado, en las cuatro ciudades participantes se encontró que la calidad del agua abastecida es buena, con algunos indicios puntuales de problemas en muestras aisladas, en particular con las concentraciones de nitratos, fluoruros y arsénico, condición asociada a la calidad de las fuentes de abastecimiento, pero también se evidenció contaminación bacteriológica por coliformes fecales en algunos puntos, lo que comúnmente se asocia con la condición y operación de los sistemas de distribución y desinfección. Aguas de Saltillo, la empresa mixta que opera el sistema de esa ciudad, dio a conocer sus exitosas prácticas para lograr una calidad casi excelente.
Pero otro resultado que llamó mucho la atencion es el análisis de la percepción de la ciudadanía. La mayoría de los ciudadanos valora muy positivamente a su organismo operador y no considera a la calidad del agua como un problema; consideran que el agua que reciben por la red es potable y se puede beber. Sin embargo, la gran mayoría no la bebe y opta, decididamente, por consumir agua embotellada. ¿Por qué? Ya no nos da el espacio para profundizar en ello, pero lo haremos en otra columna.
El Proyecto SICAAM busca despertar el interés de la sociedad en los aspectos de calidad del agua y, con ello, incidir en la mejora de los servicios de potabilización en los organismos operadores de agua potable y en la reducción de enfermedades gastrointestinales.
El hecho de dotar de agua segura a la población, y que ésta así lo considere, permitiría reducir el gasto familiar en la compra de agua embotellada y el gasto en atención médica, lo que beneficiaría el bolsillo de millones de familias.
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