COP30: el “mutirão” que barrió promesas, no combustibles fósiles
- migueldealba5
- hace 2 días
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Por Miguel Ángel de Alba
La Conferencia de las Partes (COP30) de la Organización de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Belém do Pará, Brasil, llegó con dos etiquetas grandilocuentes: la COP de la verdad y la COP de la implementación, pero terminó por confirmar algo más sobrio y menos heroico: el multilateralismo climático sigue atrapado en su laberinto.
Brasil quiso poner orden y mostrar liderazgo, pero la realidad es que la cumbre terminó por ser un ejercicio de contención, un intento de evitar naufragios, más que de marcar rumbos.
El mutirão global, ese texto paraguas que la presidencia brasileña presentó como símbolo de cooperación, consiguió unir temas dispersos, a costa de dejarlos vacíos. No hubo hoja de ruta para abandonar los combustibles fósiles ni metas claras para detener la deforestación, como tampoco compromisos vinculantes para financiar la adaptación. Sólo una colección de exhortos, esfuerzos, misiones y aceleradores que suenan a acción, pero que difícilmente moverán la aguja climática fuera del papel.
Es revelador el contraste entre la retórica y los hechos. Lula habló de la urgencia de salir de los fósiles mientras autorizaba nuevas perforaciones petroleras en el Amazonas. Prometió liderazgo sobre la selva, pero defendió una ley que los ambientalistas califican como un “proyecto de devastación”. Brasil quiso jugar en modo de anfitrión global, pero su política interna lo evidenció.
Pero no fue el único país con discursos desalineados. Con la ausencia de los líderes de China, Estados Unidos e India —los tres mayores emisores—, la cumbre perdió peso político antes de arrancar. Un festival de discursos sin los jugadores principales. En su lugar, proliferaron los lamentos y las advertencias: António Guterres habló de “fracaso moral” y “negligencia letal”, en tanto que la Unión Europea sentenció que la COP perdió “una oportunidad histórica”.
La ciencia volvió a quedar subordinada a la diplomacia. Aunque por primera vez la COP reconoció la probabilidad de superar temporalmente el objetivo de 1,5°C, evitó mencionar la causa principal del calentamiento: los combustibles fósiles. El hecho de que en 2025 el tema aún sea tabú sólo muestra la desconexión entre la física del clima y la política climática.
El financiamiento volvió a ser el elefante en la sala. Hubo llamados a triplicar los fondos de adaptación, pero sin método, calendario ni fuentes. El Fondo de Pérdidas y Daños —anunciado hace dos años como símbolo de justicia climática— sigue a medio llenar y la gran promesa del momento, la Hoja de Ruta Bakú-Belém, depende casi exclusivamente del sector privado. El mensaje para los países más vulnerables es claro: la ayuda llegará tarde y, probablemente, en forma de deuda.
Hubo momentos valiosos, como la creación del mecanismo de transición justa, impulsado desde la sociedad civil, o el lanzamiento del Fondo Bosques Tropicales Para Siempre, aunque fue recibido con serias dudas por organizaciones indígenas.
Sin embargo, ninguna de estas iniciativas compensa el vacío central: la COP30 no produjo un mandato claro para desmantelar la infraestructura fósil ni para detener la destrucción de los bosques. Sin eso, cualquier hoja de ruta posterior corre el riesgo de ser apenas otro folleto diplomático.
La ironía es que era la COP que pretendía conectar la acción del mundo real con las negociaciones. En cambio, confirmó la creciente desconexión. Las emisiones globales siguen en niveles récord y los fenómenos climáticos extremos se multiplican mientras las negociaciones avanzan al ritmo de objeciones, corchetes y sesiones maratónicas que rara vez alteran la trayectoria del planeta.
Brasil intentará recomponer la historia con su promesa de dos hojas de ruta —una para abandonar los fósiles y otra para frenar la deforestación— para la COP31, pero la pregunta incómoda y urgente es ¿por qué el mundo tiene que esperar otro año para que lo obvio deje de ser optativo?
La COP30 quería ser la cumbre de la verdad. Y lo fue, pero no por sus decisiones, sino porque reveló que sin un giro político real, sin los grandes emisores en la mesa, sin finanzas a la altura del desafío y sin voluntad de nombrar lo innombrable, la brecha entre el clima que queremos y el que tendremos seguirá creciendo.
Y no hay mutirão que alcance para limpiar ese desorden.
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