El costo del control sin control
- migueldealba5
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Cuando un mediocre
obtiene un gramo de poder,
cree que tiene
una tonelada de autoridad.
Mario Benedetti
El uso del poder polÃtico topa con el esquema de verse no como instrumento de gobernabilidad o desarrollo, sino como herramienta de control y supervivencia que muchas veces termina en errores con consecuencias graves. Los expertos dicen que el Banco de México se equivocó recientemente en una decisión que hará subir la inflación, en vez de controlarla.
En los gobiernos inexpertos, o en aquellos que no logran consolidar su legitimidad más allá de la propaganda, las decisiones suelen ser más polÃticas que técnicas. No importa si son buenas o malas para la economÃa; si benefician o no a la sociedad: lo importante es que sirvan para sostener la narrativa de control. En esa lógica, cada acción se calcula por su utilidad inmediata en el tablero del poder, no por su efecto real.
AsÃ, se construyen presupuestos pensando en votos, no en productividad; se anuncian obras que deslumbran pero no conectan; se reparten programas que parecen justicia, pero son dominio. La administración pública deja de ser un espacio de planeación para ser un escenario de campaña permanente.
Las consecuencias son previsibles: cuando las decisiones polÃticas sustituyen a las económicas, las finanzas se resienten; cuando sustituyen a las sociales, la gente se cansa, y cuando sustituyen a las éticas, el poder se pudre por dentro.
Ningún gobierno, por más popular que sea, puede sostener por mucho tiempo una estructura que vive de discursos, de mentiras y no de resultados.
Ese fenómeno es cada vez más visible. El Poder Ejecutivo domina a los otros dos poderes con sometimiento, no por eficacia. Las decisiones del Congreso ya no se discuten, se aprueban. Las del Poder Judicial, si no convienen, se desacreditan. Y mientras tanto, los medios crÃticos son convertidos en enemigos y la propaganda oficial intenta borrar cualquier sombra de duda.
Paradójicamente, en su intento por controlar todo, los gobiernos pierden lo más valioso: la confianza ciudadana. Porque el control genera obediencia, pero no adhesión; miedo, pero no convicción. Gobernar con base en el control es querer detener la marea con las manos: se puede contener un instante, pero la realidad siempre regresa con más fuerza.
Canalizar las decisiones polÃticas hacia un rumbo constructivo es posible, pero requiere lo que pocos están dispuestos a hacer: reconocer lÃmites, profesionalizar equipos, rendir cuentas, aceptar la crÃtica. Significa entender que la polÃtica no debe dominar la economÃa ni sustituir la razón técnica, sino convivir con ellas en equilibrio.
El problema es que, para muchos, ceder control equivale a perder poder. No comprenden que el verdadero poder se mide por la madurez para escuchar, no por la capacidad de mandar. Por eso, mientras unos insisten en controlar la narrativa, los ciudadanos han dejado de creer en ella.
La historia suele ser implacable con los gobiernos que confunden el aplauso con el logro. El poder absoluto es sordo, además de ciego. Y cuando no hay quien le diga la verdad, termina creyendo su propio relato. Hasta que un dÃa, el relato se acaba… y la realidad pasa la factura.
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