El plato ajeno
- migueldealba5
- 21 jul
- 2 Min. de lectura

Por Déborah Buiza
@DeborahBuiza
En el desayuno compartía la mesa con gente que no conocía: todos hablábamos de cualquier tema, cuando uno de ellos sacó su tupper con una ensalada de pollo con lechuga y jitomate que, al vaciarla en el plato, quedó preciosa. Una comensal lo notó de inmediato:
— ¡Ay, qué bárbaro, desayunas ensalada! ¡Yo no podría!
Silencio incómodo de dos segundos, risitas ligadas a la tensión y el dueño de la ensalada respondió con una mezcla de vergüenza y resignación:
— Sí, ya sé… ya me he acostumbrado a que me hagan burla por eso.
El tema de conversación se volvió sobre la comida.
Parte de la charla casual con la que nos distraemos o conectamos incluye compartir lo que nos gusta o no comer. No habría problema si se respetaran los gustos ajenos, pero ¿qué pasa cuando juzgamos y criticamos —con severidad— lo que otros comen o prefieren comer?
Me gusta la expresión “no se habla del plato ajeno”. Seamos sinceros: si no eres el médico de esa persona, el cuidador de un menor, tienes a un adulto mayor bajo tu cuidado o eres un profesional en hábitos alimenticios, tu opinión sobre el plato frente a ti no es de tu competencia. En otras palabras, ¿qué aporta tu comentario —por lo general negativo— al respecto?
«¿Te vas a comer eso?» —dicho con burla, sarcasmo o juicio—, puede generar vergüenza, culpa, tristeza o enojo en el otro. Son emociones innecesarias cuando la persona hace algo tan básico como comer.
Por un momento considera que no sólo opinas sobre un plato de comida, sino que criticas al “dueño”. Detrás de nuestras decisiones alimentarias hay infinidad de factores que desconocemos, por lo que una ensalada en el desayuno no es sólo eso. Siempre hay una razón por la que eligió comer así y eso no debería generar una opinión y mucho menos un comentario que, aunque parezca inocente, pueda herir a la persona.
Entonces, seamos menos entrometidos y más amables: ¡Cada uno a su plato!
Infórmate sobre buenos hábitos alimenticios y lo que realmente necesitas según tu vida y contextos. Observa lo que hay en tu plato; pregunta por qué está ahí; por qué elegiste esos y no otros alimentos. Interrógate: ¿incluiste carbohidratos, frutas, verduras, grasas, proteínas, macronutrientes…?
Cada uno a su plato. Observar lo que comemos —y dejamos de comer—, cuidarnos y no estar pendientes de lo que comen los demás, puede traer mejores resultados a nuestra salud.
¿Y tú? ¿Criticas el plato ajeno antes de mirar lo que tiene el tuyo?
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