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El T-MEC y sus circunstancias


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TEMAS CENTRALES

 

Por Miguel Tirado Rasso


Las quejas, preocupaciones

y denuncias de los actores

involucrados en el tratado,

tendrán un peso, no menor,

en las negociaciones

para revisar el T-MEC en 2026.

 

El ambiente que prevalece sobre el futuro del tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) es de incertidumbre, a pesar del discurso oficial que afirma buenas noticias y avances en las pláticas, al menos en el caso de la relación entre los representantes de nuestro país y los del gobierno estadounidense.

En Marcelo Ebrard, secretario de Economía, ha recaído la responsabilidad de encontrar en el laberinto de la errática política del mandatario Donald Trump la fórmula para convencerlos de la necesidad de continuar con un tratado que conviene a ambas partes. Y si continúa trilateral, qué mejor.

Porque entre los cambios de humor del mandatario norteamericano, su particular estilo de gobernar y la intención de controlar la política y la economía mundiales, no hay país que escape a sus amenazas de imposición de aranceles a los productos que exportan a la Unión Americana. Un método que le ha funcionado: negociar con ventaja para obtener acuerdos con mayores beneficios.

Por lo que se ha visto, la relación entre EUA y Canadá no atraviesa su mejor momento y, de continuar el tratado comercial, pareciera que Trump preferiría hacerlo bilateral. A lo largo del año, los dos países se han enfrentado en una guerra de aranceles, atenuada con negociaciones que, según lo informado por ambas partes, avanzaban por buen camino, pero resulta que una provincia canadiense lanzó una campaña publicitaria que no le gustó al mandatario estadounidense, quien la calificó de engañosa y falsa,  por lo que decidió suspender las negociaciones comerciales con Canadá. Esto ocurrió hace apenas unas semanas.

Si bien a México le conviene que la revisión del tratado comercial incluya a Canadá, para los EUA no parece haber todavía una definición: bilateral o trilateral. Por un lado, el presidente de la Cámara de Comercio de EUA, Thomas Donohue, señala que es esencial conservar el carácter trilateral del Tratado para mantener la estabilidad del comercio entre los tres países.

Por su parte, el presidente de la American Society of Mexico, Larry Rubin, ha comentado que el tratado continuará principalmente para el comercio bilateral entre México y los EU (Milenio, noviembre 12). Igualmente, el representante comercial estadounidense, Jamieson Greer, habría declarado en un foro del Club Económico de Nueva York que las negociaciones para revisar el Tratado “probablemente” serían bilaterales (El País, septiembre 30). Aparentemente, ni ellos mismos saben qué quiere su presidente.

En lo que corresponde a México, los esfuerzos para llegar con acuerdos a la revisión del tratado ha sido la gran tarea. Los encuentros con la contraparte norteamericana han sido numerosos aunque, muy al estilo trumpiano, las pláticas mantienen un velo que impide ver con claridad los avances.

Sin embargo, algo ha quedado claro en las últimas semanas. Con motivo de las consultas públicas convocadas por la Oficina del Representante Comercial de EUA (USTR, por sus siglas en inglés) como preámbulo para la renegociación del T-MEC en 2026, organizaciones empresariales estadounidenses han expresado preocupación ante el incumplimiento de México a compromisos y acuerdos contenidos en el tratado vigente. Además, han solicitado al gobierno del Tío Sam fortalecer la protección a inversionistas. Los cambios a la Constitución promovidos por el gobierno de México los inquietan y no les dan confianza.

Y es que entre los objetivos de la Cuarta Transformación, en su primer y segundo pisos, acabar con el pasado neoliberal era una prioridad. Para lograrlo se realizaron, en fast track, reformas constitucionales que arrasaron con instituciones y alteraron circunstancias comprometidas en acuerdos suscritos en el T-MEC.

Amparados en el escudo de la soberanía nacional, se aprobaron reformas sin medir sus consecuencias. Válido el argumento de la soberanía para realizarlos, salvo que no se tomó en cuenta que algunas reformas violarían acuerdos del T-MEC. Esto no gustó a quienes, confiados en los principios universales del respeto al Estado de Derecho y la certeza jurídica, apostaron por invertir en México. La soberanía no se discute, pero sí la violación de acuerdos internacionales.

Por lo pronto, las quejas se han desbordado. Organismos norteamericanos como la Cámara de Comercio, la Business Roundtable, el Instituto del Petróleo, la Asociación de Energía Limpia, la Asociación de Refinadores de Combustibles y Petroquímicos, la Asociación de Tecnología del Consumidor y hasta los principales estudios de Hollywood han expresado su preocupación ante la “politización” de la justicia en México, además de solicitar la protección de su gobierno para no ser víctimas de “caprichos políticos”, según han declarado.

Las quejas, preocupaciones y denuncias de los actores involucrados en el tratado tendrán un peso, no menor, en las negociaciones para la revisión del T-MEC en 2026. Entonces se valorará qué tanto valió la pena tomar decisiones unilaterales sin escuchar al socio.

Noviembre 20 de 2025

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