Por Déborah Buiza
@DeborahBuiza
Felicidad instantánea, a corto o a largo plazo, artificial o profunda. Ser feliz o infeliz como decisión y estilo de vida, como si total y absolutamente estuviera en nuestras manos.
Bebidas felices, canciones felices, chocolate, buen sexo y vacaciones para ser felices. Yoga para la felicidad; correr te hace feliz y la terapia puede ayudarte a encontrar el camino hacia la felicidad.
Alimentos felices; pastillas y aceites esenciales para sentirse feliz. Frases, mantras y ciencias de la felicidad. Decoración, orden y organización para ser más felices.
Ideas de antes para ser felices: estudia, consigue un buen trabajo, gana dinero, compra una casa, ten una familia, jubílate, viaja.
Ideas de ahora para ser felices: estudia si quieres (pero eso sí, no dejes de leer siempre), emprende, arriésgate, viaja, viaja, viaja; enamórate, ten hijos o no; viaja, viaja y viaja. Casarse para ser feliz. Divorciarse para ser feliz. Tener hijos para ser feliz o no tenerlos por el mismo fin.
Vivimos en una época en la que ser feliz es casi una obsesión; con tantas cosas y oportunidades uno llegaría a pensar que si no se es feliz simplemente es porque o se es muy tarugo o de plano no se quiere serlo. Quizá el asunto no es tan fácil, pero tampoco tan difícil.
Para ser feliz se requiere dejar ir lo que no es nuestro, lo que salió mal; dejar de retener el dolor, las experiencias y las personas que no aportan; perdonarnos, aceptarnos y ser más compasivos con nosotros mismos; tener memoria selectiva para aquello que nos impulsa y nos da paz, y dejar de lado nuestro ego, que nos hace pensar que todo lo que nos sucede es personal; mantener relaciones positivas, nutrientes y tomar decisiones.
Pero también hay que dormir más y hacer menos; disminuir la marcha, respirar conscientemente, aceptar que no siempre se puede y aprender a vivir con ello; entender que a veces toca estar triste y no hacer un drama por eso. Sonreír cuando se pueda y llorar abrazado a la almohada cuando haga falta; usar el vestido de fiesta cuando nos dé la gana, y dejar de esperar el momento especial para vernos increíbles. Presumir nuestra felicidad y olvidarnos de la ajena.
Nos hace falta preguntarnos, con seriedad y de manera personal, qué cosas realmente nos hacen felices; en dónde y en quién depositamos nuestra felicidad, a qué la atribuimos. Uno no puede andar por la vida sin saber que tal vez sí se podía ser feliz y, por no darnos cuenta, no lo fuimos. Tal vez es posible ser feliz sin tanto esfuerzo, a partir de cosas simples, como en la metáfora de las mariposas que se posan en uno cuando dejamos de perseguirlas (sirve igual si pensamos en catarinas).
Sonreír no es difícil, pero eso de construir felicidad en nuestra vida ya es otra cosa. La felicidad, como todo en la vida, tiene un costo. ¿Estamos dispuestos a pagarlo? ¿Estamos dispuestos a invertir en nuestra felicidad? ¿Incluso si eso implica aceptar que no siempre se puede ser feliz?
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