Hasta lo que nos dure
Por Deborah Buiza
@DeborahBuiza
Con el pretexto del pasado San Valentín me gustaría seguir en la línea de hablar del amor y las relaciones interpersonales, en este caso, las de pareja.
En la columna pasada he propuesto la idea de destronar el amor de pareja como principal fuente de amor, buenos tratos, apoyo y cuidado, de tal forma que nos nutramos de distintas fuentes de afecto y con ello nos fortalezcamos aún más.
Pero ahora quisiera proponer otra idea.
Con este asunto del San Valentín mucho material referente al tema se estuvo compartiendo en las redes sociales, entre eso encontré un poema que me llamó la atención y me gustaría compartirles este fragmento:
Tal vez si me quedo
y en silencio insisto
me darías uno a uno tus latidos
y hasta lo que nos dure
te vas quedando conmigo.
Romántico Viajero
Quetzal Noah
“… y hasta lo que nos dure…” ¡Justo esto es de lo que quería hablar!
Por razones en las que no vamos a profundizar en esta columna, nos “enseñaron” sobre cómo era ser y hacer pareja, sin embargo al paso de la experiencia y los años nos vamos dando cuenta que algunas cosas no sólo han caído en el desuso sino que tal vez nos han jugado en contra en el intento de formar una.

Tal vez sea momento de cuestionar un poquito aquello que “creemos” sobre ser pareja.
Nos enseñaron que la química es fundamental, esto de sentir que “enloqueces” por el otro, que no puedes dejar de pensarle, las mariposas en el estómago, las emociones desbordadas producto del encuentro, pero no sólo eso, “aprendimos” que eso sería suficiente para estar juntos. (¡Spoiler alert! La química no es suficiente, lo que se necesita es compatibilidad.)
Nos dijeron que el amor verdadero es para siempre (así lo conozcas en la adolescencia y el promedio de vida sea de 75 años) y entonces una relación que termina es un fracaso y algo va mal en la persona que no logra “permanecer” en una relación durante “toda la vida” pero… ¿Y si cada etapa pudiera ser experimentada y acompañada por un tipo de pareja diferente cada vez? ¿Qué pasa si en la interacción con el otro nos damos cuenta que no somos compatibles aunque nos hubiéramos gustado mucho al principio? ¿Y si en el trato cotidiano nos damos cuenta que no hay cuidado, apoyo, empatía y expresión de afecto? ¿No sería eso suficiente para dar por terminada la relación? ¡Ah! Pero nos dijeron que se veía muy mal eso de cambiar de pareja como de calzones y que hay que intentarlo todo por el amor, todo por la permanencia en la relación, porque si tienes una relación de pareja es con esa persona para siempre.
Pero ¿para siempre no será demasiado tiempo cuando las cosas no van bien? ¿Cuánto puede uno estirar la liga sin que se rompa?
Mi abuelo decía algo como que hay cosas que pueden tolerarse y cosas que no, lo importante es saber cuáles son unas y otras, en ese sentido, creo que es fundamental el conocimiento de uno mismo para saber que necesita y poder pedirlo, y también saber cuidarse para que en el momento que no se encuentre bien tratado ni en el lugar donde se puede cubrir sus necesidades poder irse.
Pero entonces, ¿podríamos relacionarnos sin la promesa de un “para siempre” si lo que deseamos es tener vínculos seguros, estables, duraderos y sanos?
Tal vez ya no se pueda prometer la certeza de un “amor para siempre”, porque las relaciones se construyen de manera diaria, constante y las circunstancias cambian y uno también se transforma, y es posible que en algún momento ya no se encuentre uno en el mismo canal, energía o deseo, pero ¿y si nuestras promesas fueran otras?
Qué tal que nos prometemos, mientras estemos juntos (sea un día o casi toda la vida):
Que lo que prevalecerá será la constancia en la intención (y acción) del buen trato;
Que generaremos las condiciones para encontrarnos bien, a gusto, cómodos, felices;
Que brindaremos el respeto y consideración por las necesidades y sentir del otro y procuraremos su cuidado físico, mental y emocional;
Que tendremos consideración en la toma de decisiones que puedan afectarle y tener una buena disposición para llegar a acuerdos;
Que proporcionaremos compañía, apoyo, solidaridad y empatía mientras dure el vínculo.
Prometernos actuar en beneficio del otro siempre. Comprometernos a conocernos y cuidarnos para poder amar al otro de la mejor manera.
Prometernos que el día que nuestros afectos, deseos e intenciones cambien lo externaremos sin dilación, sin que medie el maltrato ni las malas formas, así podremos tener la seguridad del vínculo, que tal vez antes la promesa de “para siempre” o los “títulos” o los “papeles firmados” cubrían.
¿Qué pasaría si nos comprometemos a amar de manera clara, contundente, transparente, honesta, abierta y asertivamente, de tal forma que no exista lugar a dudas de dónde está tu corazón, tu intención, tu buen trato y tu cuidado?
Los vínculos de pareja sanos y fuertes requieren compromiso, conocimiento, buen trato y cuidado constante, lo que sea que dure.
Ojalá tengamos la fortuna de encontrar con quien poder construir una vida juntos, donde la compatibilidad y el afecto prosperen, donde coincidamos y la relación dé frutos para ambos, donde se pueda crecer más o menos a la par a lo largo de muchos años, donde se pueda acompañar el camino del otro creando uno para la relación… ojalá, pero si no, que así sea el tiempo que dure, hasta lo que nos dure.