Hay crisis alimentaria en hogares de Sinaloa
- migueldealba5
- 22 mar 2022
- 3 Min. de lectura

Por Omar Garfias
@Omargarfias
De febrero de 2021 a febrero de 2022 la canasta alimentaria con la que se mide la pobreza ha subido 12.8 por ciento de precio en la zona urbana y 13.9 por ciento en la zona rural.
Aumentó 221 pesos más en la ciudad, y 183 en los ranchos, según información del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) organismo del gobierno federal.

Esta estadística aún no registra el impacto de la invasión rusa a Ucrania.
“Ya no son los tiempos
buenos; antes le poníamos
salchicha al guiso de calabacitas, ahora el plato va solo. Quiera Dios que pronto tengamos para comprar salchicha, aunque sea para
los niños…los veo cansados,
juegan menos. No es salchicha
de marca, la compramos
en el tianguis, suelta”.
Josefina Anistro, 67 años
Alrededor de 900 mil sinaloenses tienen ingresos familiares que no les alcanza para comprar la canasta alimentaria para todos sus miembros, reporta el Coneval.
Tres de cada 10 habitantes (29.7 por ciento) están en condición de lo que se llama pobreza laboral, trabajan pero lo que ganan no les sirve para comprar suficiente comida.
Los datos oficiales muestran que el problema de bajo salario es 20 veces más grave entre los trabajadores del sector informal, los que trabajan por su cuenta o sin contrato.
El 22 por ciento de la población económicamente activa de Sinaloa labora en la informalidad, alrededor de 300 mil personas.
“En la obra, lo que comemos sin falta es refresco y tortillas,
eso nos levanta. Ahí le vamos poniendo otras cosas:
a veces frijoles o sardina o cebollas con tomate y chile.
La cosa dulce es lo que más sirve”.
Rodrigo Valenzuela, 39 años
El porcentaje de personas en situación de pobreza laboral en diciembre de 2021 siguió siendo más alto que el previo a la pandemia, que fue de 25.8 por ciento. Esto significa que cerca de 120 mil sinaloenses no han recuperado su capacidad de compra.
El momento más bajo de este problema fue en marzo de 2018, cuando había 150 mil personas menos en situación de pobreza laboral que ahora.
“La carne ya no la compramos, ni de pollo. Lo que sí hacemos
es hígado y riñones. Vísceras… Aguacate y limón, será para cuando
haya boda (risas). A los niños y a la abuela sí les compramos leche
y queso, los demás nos conformamos. Yo tengo una niña
y a ella le doy sus manzanas... un día las estuve oliendo,
acordándome a que sabían… luego la lavé bien y se la di
para que no me ganara la tentación... Como que se dio cuenta
porque estiraba su manita y me la ofrecía;
no agarré, me castigaría Dios por quitarle la comida a mi hija”.
Melissa Beltrán, 21 años
El ingreso laboral promedio mensual por habitante de un hogar mexicano en la zona urbana es de 3 mil 111 pesos y, en la zona rural, de 1 mil 592. Son datos de diciembre de 2021 del Coneval.
No ha habido recuperación para los ingresos de los pobres.
El ingreso promedio sigue siendo más bajo, en 62 pesos, que el de antes de la pandemia e, incluso, entre septiembre y diciembre, perdió 12 pesos.
En ese inicio de la pandemia, el presidente aseguró que los programas sociales serían suficientes para compensar el problema de la falta de empleo e ingreso. Eso no sucedió, la pobreza se incrementó en 3.8 millones de personas de 2018 a 2020 en todo el país.
Hoy se debe entender que el problema sigue, que tenemos un grave problema social de carestía de la vida.
No hay expectativas serias de que la inflación se detenga pronto.
El subgobernador del Banco de México, Jonathan Heath, designado por el presidente, sostiene: “La inflación elevada será más persistente que lo que habíamos anticipado, tanto en México como en el ámbito mundial”.
Estamos en un momento donde la acción pública es muy necesaria.
Tenemos un problema donde es imprescindible y urgente que se implemente una acción eficaz del gobierno.
Hay una gran variedad de acciones probadamente exitosas que se pueden realizar.
Lo grave es no hacer nada.
El hambre es ese pozo profundo en el que no debemos permitir que caiga nadie, si queremos seguir siendo una comunidad donde se respete a su miembros.
“Le digo a mis hijos que ellos coman y que yo luego lo haré.
Me doy cuenta que mi esposo le comparte la mitad de su plato
a la más chiquita. Con todo y eso veo que los dos mayorcitos
se quedan con hambre. Nadie dice nada, nos vamos a dormir,
a ver si así se nos olvida que no comimos bien”.
Emilia Reyes, 38 años
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