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La «deuda de extinción» prevé el ocaso de la humanidad



Por: Fernando Silva


Las amenazas y catástrofes que como especie le generamos al planeta Tierra crecen en frecuencia e intensidad y, en ese entendido se escucha, se ve y se lee —particularmente en las polifacéticas y reaccionarias redes sociales— a sinnúmero de personas que se muestran desproporcionadamente alteradas por la enfermedad de la COVID-19, el cambio climático, la destrucción del medio ambiente, por la extinción de especies animales y vegetales, las guerras, la desinformación, por quienes no se vacunan contra el coronavirus; el mal funcionar de gobiernos… pero poco o nada hacen por generar conciencia con argumentos confiables, así como orientar y/o comunicar a los demás sobre soluciones en bien común; para educar a los infantes; para elevar la calidad humana; reducir y reutilizar plásticos; respetar a sus semejantes; no verter desechos tóxicos al drenaje; evitar consumir productos de origen animal; disminuir la estupidez; comprar menos ropa, particularmente de piel; no esperar hasta que se caliente el agua en la ducha para que no se derroche; usar en el hogar y oficinas diodos emisores de luz LED; no desperdiciar comida; cultivar la inteligencia; ser mejores seres humanos… Así, y ante tal proceder de quienes están absortos en sus dispositivos «inteligentes» sin lucir su capacidad de razonamiento y digno actuar, es substancial exhortarles a que adviertan que es más importante la comunicación y los vínculos con sus familiares, amigos, parientes y sociedad para fortalecer los valores que preservan la calidad de vida de toda persona, así como de los ecosistemas.

En tal escenario, es significativo considerar el siguiente antecedente: Tan sólo 50 años atrás, en la histórica Conferencia de las Naciones Unidas de 1972 sobre el Medio Humano en Estocolmo, Suecia, los dirigentes mundiales asumieron una responsabilidad ambiental, en ese encuentro se posicionó al medio ambiente en la lista de prioridades de los gobiernos, la sociedad civil, las empresas y los responsables de la formulación de políticas, reconociendo los vínculos entre el planeta, el bienestar humano y el crecimiento económico. Ahora, en la reunión Estocolmo+50, en junio de 2022, se reflexionará sobre este medio siglo de «acción» ambiental y se presentarán —de continuar como vamos— las perspectivas sobre el inminente y lamentable futuro, así como sus trágicas consecuencias.

Bajo el tema general «Fortalecer la acción por la naturaleza para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible» los debates en este encuentro destacarán el papel fundamental de la naturaleza en el desarrollo sostenible social, económico y ambiental. De hecho, fue en la quinta sesión de 2021 que la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA, por sus siglas en inglés) acordó la «Estrategia a Mediano Plazo» para este 2022, que incluirá siete subprogramas interrelacionados: Acción por el Clima; Acción por los Productos Químicos y Contaminación; Acción por la Naturaleza; Política Científica; Gobernanza Ambiental; Finanzas y Transformaciones Económicas, así como Transformaciones Digitales. En ese sentido y ante la creciente preocupación por el impacto sobre la biodiversidad de los grandes proyectos, entre los que destacan el de las energías renovables, Ecologistas en Acción, SEO/BirdLife y el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) han identificado los pasos necesarios para avanzar en la descarbonización de nuestra economía salvaguardando la biodiversidad y asegurando una transición energética justa, pero en contravención, las crisis climáticas, el estudio, investigación y protección de la variedad de seres vivos sobre el planeta son dos caras de una misma moneda, tal y como reflejan los informes del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES).

En ese mórbido escenario, la petroquímica básica; el sector de la moda (de los más contaminantes y con mayor impacto ambiental); la industria ganadera; la química; la metalúrgica; los sectores energético, de la construcción y del transporte, en tan sólo 50 años son los que han generado la mayor contaminación en el mundo. Desgraciadamente, parte de las limitantes en política ambiental es que no existe un inventario exhaustivo de contaminantes totales generados por estos sectores. De manera paralela, vivimos inmersos en un mundo de creciente falta de equidad económica, cultural y política que contribuye a estimular y acrecentar crisis ecológicas sin precedentes. Indudablemente, la principal causa es la brutal fase del capitalismo: La globalización, en la cual el valor por el que desgraciadamente se rigen las sociedades es el del beneficio económico a corto plazo, principalmente, para el puñado de familias ricas que controlan los mercados financieros, además de ser las que promueven prácticas consumistas y con nulo respeto por las especies animales y vegetales; recordemos a Juan Carlos I, escopeta en mano, delante de un elefante muerto; la indignación generada por la familia real de Dinamarca durante su «tradicional» cacería de ciervos; al príncipe Emanuel de Liechtenstein por matar al oso más grande de Rumania; al polémico dentista Walter James Palmer, que tras matar al león «Cecil» en 2015 en Zimbabwe, cuatro años después aparece en una fotografía con un carnero salvaje muerto y en peligro de extinción; la muerte de Rafiki, un gorila macho de montaña de 25 años, que se produjo tras el incremento de las actividades ilegales en Uganda; cazadores ilegales matan en Sudáfrica a cientos de rinocerontes cada año, por la equivocada creencia de personas adineradas instaladas en China, Vietnam y Tailandia, que tienen por cierto —sin saberlo— que los cuernos curan enfermedades. Otro brutal aspecto de la ruindad humana lo tenemos en el efecto de las guerras y el malhadado impacto en el crecimiento económico de los países autollamados del «primer mundo» así como en los factores productivos —población, reserva de capital, medio ambiente y recursos humanos— los implantados precios a partir del tipo de cambio que se mueven ante el caos ocasionado intencionalmente, los mermados presupuestos de los países en perpetua condición «en vías de desarrollo» y sus deudas públicas y externas, la pobreza, el desbordamiento en el comercio exterior, los movimientos migratorios, la carencia en servicios médicos y de formación escolar...

Evidentemente, los modelos humanitarios están en alta tensión, por lo que es urgente generar la perspectiva de un mundo donde se eleve la calidad humana en pro del bien común, donde nadie confrontado por una crisis y que pueda ser salvado muera, pase hambre o sea victimizado debido a una falta de voluntad política y social o de carencia de recursos suficientes para ayudarlo.

Contundentemente, están aconteciendo innegables cambios globales que implican que la humanidad continuará siendo afectada por ignorados riesgos y vulnerabilidades, por proyecciones que fueron consideradas para el futuro y que ya están aquí, como la vertiginosa urbanización que está cambiando los asentamientos humanos en todo el planeta, las crisis de salud global que esconden inquietamente las farmacéuticas en un oscuro horizonte, así como los peligros emergentes por decisiones financieras en bien de unos cuantos y otros que aún no se han identificado, mismos que continuarán desafiando los conocimientos y las capacidades existentes. Sin embargo, muchas de estas negativas tendencias tienen impactos predecibles y los riesgos que presentan para las personas más vulnerables pueden mitigarse a través de acciones concretas como el colocar la voluntad para organizarnos, informarnos y actuar en pro de los derechos humanos, de todo ser viviente y de los ecosistemas.

No seamos cómplices de la estupidez. La extinción de la humanidad es comprensiblemente inevitable, más, cuando los riesgos de mayor potencialidad son ocasionados por nuestra propia especie. Por lo tanto, hagamos conciencia y dignifiquemos nuestra estadía en la Tierra enfrentando ese futuro desconocido potenciando los valores universales y siendo mejores seres humanos.

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