Por Carol Perelman
@carol_perelman
Eardkinder Me formé en un ambiente Montessori. Recuerdo desde pequeña mis cumpleaños en el salón de clases donde la guía me daba un globo terráqueo para caminar en círculos alrededor de una vela encendida que hacía de Sol. Tenía que dar tantas vueltas como años cumplidos, esto, mientras mis compañeros cantaban “la Tierra da vuelta al Sol”. Y así me desarrollé, bajo la educación cósmica que la doctora María Montessori, tan adelantada a su tiempo, ideó; buscando que los niños se sepan parte de un Universo más grande y que de forma tácita, con humildad, asuman su responsabilidad hacia él. Su aire nos da aliento Crecí como niña judía, sabiendo que el Tikun Olam es uno de los valores más arraigados en nuestra esencia, en que nuestra misión de vida es reparar las piezas quebrantadas de este mundo, para según la Mishná, lograr la armonía y bienestar. Y en esta responsabilidad social, terrenal, que también incluye el ayudar al prójimo, buscamos dejar un mundo mejor al que encontramos, arreglando los deterioros del planeta. Y siguiendo con este mismo tono espiritual, algo similar pero con otras palabras, lo postuló en su Carta Encíclica Laudato Si el Papa Francisco en 2015 donde hizo un llamado por el cuidado de la Casa Común: buscando a través de la educación una alianza entre la humanidad y el ambiente. Pero, ¿y qué tiene que ver esto con la salud? Cuerpo sano en mente sana ¿ya con eso? Parafraseando al médico francés Réne Leriche, la salud es el silencio del cuerpo; cuando estamos sanos ni nos damos cuenta de que existe. Y en parte, es cierto, sin embargo la definición exacta de salud no es precisamente esa. Según la Organización Mundial de la Salud, la salud no es solamente la ausencia de enfermedad, sino que es el estado de completo bienestar físico, mental y social. Así la definición acordada desde 1948. Importante, ya que a veces sólo procuramos un aspecto y desatendemos otro, pero… ¿es suficiente? Salud global La pandemia por COVID-19 nos ha mostrado que la salud va más allá de nosotros mismos. Sí es importante mantener nuestra salud individual, pero no estamos solos, y dependemos de los demás seres humanos, de las condiciones de los sistemas de salud, y claro, de la salud global. Hoy nos consta que lo que pasa en Wuhan, China, puede tener impacto en Morelia, México. La interconexión es innegable y las decisiones de salud pública afectan la nuestra propia. Veamos cómo unos gobiernos vacunaron a niños y otros no; unos pedían pruebas para viajar y otros no; unos obligaron el uso de cubrebocas y otros no. Cada país, cada región y cada gobierno con su estrategia manejó a su forma la salud de su población. A nivel individual pudimos con cierto margen de acción tomar cada uno las riendas de nuestra salud, finalmente es un derecho universal y teníamos ciertas herramientas para decidir; pero no podemos negar que los desenlaces y experiencias vividas durante la pandemia dependieron en gran parte del lugar dónde nos tocó estar. La tríada por la salud Pero los seres humanos somos tan antropocéntricos que se nos olvida demasiado que existe un entorno en el que nos desarrollamos, y que también debe estar en balance para que los humanos estén en armonía. No solo con salud global garantizamos salud plena. Un ejemplo obvio es cómo la contaminación afecta nuestro cuerpo. O cómo la sequía afecta la calidad de nuestra nutrición. Pero también, la irrupción de los ecosistemas provoca eventos como las zoonosis responsables de las epidemias de ébola, SIDA, influenza o COVID-19. Entonces, vale la pena conocer un concepto más vasto: el de Una Salud. One Health fue propuesto en 2007 por la Sociedad de Conservación de Vida Silvestre con un enfoque más holístico que incluía a los animales, así como al medio ambiente en el equilibrio de la salud humana. Tres partes complementándose con reciprocidad. Cuidamos todos de todos, los animales, el medio ambiente y los humanos: una relación que reconocemos es interdependiente. La canica azul Sin embargo, el enfoque en trío deja fuera la verdadera concepción de Tikun Olam, de la Casa Común, de la educación cósmica de María Montessori. Es por ello que el concepto de salud se ha ampliado a pensar más allá de nosotros, de nuestras sociedades, de los países, e incluso de los animales y los ecosistemas; el nuevo enfoque habla del total de las partes: de la salud planetaria. Ya no podemos ignorar al cambio climático, es irresponsable y peligroso hacerlo. Es por ello que Planetary Health debe permear y ser el paradigma de hoy, el actual, de toda la humanidad. En él se exploran las acciones tan apremiantes que debemos realizar para frenar, y con suerte revertir, la disrupción al sistema natural terrestre, el cual ya sabemos impacta de forma directa la salud no solo de animales y plantes, sino también nuestra salud, la vida misma, nuestra continuidad como especie. Esta gran iniciativa, se refiere a la búsqueda por una mejor relación basada en la cordialidad sustentable entre los humanos y nuestra Tierra. El concepto fue inicialmente propuesto en 1993 por el médico noruego Per Fugelli cuando dijo: “el paciente Tierra está enfermo”. Sin embargo, hasta 2014 lo adoptó la revista The Lancet para, a través de la comunidad científica, involucrar a la sociedad para buscar el anhelado y urgente tratamiento. Ya que al final de cuentas, ESA es realmente la mayor amenaza a la salud humana, nuestro más grande reto del presente, el que definirá a esta generación, pero también es tu principal oportunidad de crecimiento. ¿Quieres salud? Debemos primero reconocer que este enorme paciente requiere ayuda: soluciones a los problemas que nosotros mismos le impusimos por ambiciosos y negligentes. Por eso hoy, mira más allá de tu piel, se creativo, repiensa la estrategia. Si lo logras, podremos nosotros y las próximas generaciones disfrutar de ese completo bienestar físico, mental y social; de ausencia de enfermedad: de un cuerpo en silencio, SANO.
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