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La salud plena y cómo lograrla


Por Carol Perelman

@carol_perelman

El mejor regalo Esta semana se celebró el Día de las Madres, y justamente creo que el regalo máximo que todas pediríamos es tener salud. Salud para nosotros, para nuestros hijos, para nuestras parejas y, por supuesto, para nuestras madres. Si algo nos vino a recordar esta pandemia es que sin salud no hay prácticamente nada… y que, además de ser esencial, también es frágil, sumamente vulnerable. Es por ello que quizás primero, antes de hablar sobre cómo lograr una salud plena deberíamos comenzar por definir qué es salud. ¿Qué es salud? Una de las definiciones de salud que iría bien con nuestro comportamiento pre pandémico es la del médico francés René Leriche, que vivió entre 1879 y 1955, y escribió que “la salud es la vida en el silencio del cuerpo”… y cuánta razón. Cuando no nos duele nada, cuando los órganos trabajan en silencio, hasta se nos olvida que existen… Sólo cuando algo no va bien recurrimos a cuidar la salud, a atender al cuerpo. La pandemia nos recordó que esta definición se queda corta y no garantiza una salud plena. En 1948, cuando se fundó la Organización Mundial de la Salud (OMS) se definió qué era salud. Y desde entonces, su definición sigue intacta, vigente. La OMS estableció que la “salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la falta de enfermedad”, como se pensaba hasta el siglo XIX. Y así es, requerimos como seres humanos el balance y equilibrio de estas tres áreas. Todas igualmente importantes, formando un triángulo equilátero; casualmente la figura más estable utilizada como estructura fundamental de las grandes edificaciones arquitectónicas. Claro que nuestra salud es parte de una construcción majestuosa y vital, sostenida en tres pilares. Este trío indudablemente es necesario: procurar la salud física, la mental y la social. Pero ¿es suficiente para tener salud? ¿Qué falta? Desde siempre hemos (sobre)vivido a enfermedades infecciosas emergentes. La OMS estima que cada año el ser humano conoce cinco enfermedades nuevas. Y de ellas, 75 por ciento son resultado del contagio de los animales a los humanos; de un proceso llamado zoonosis. Y es a través de éste que hemos conocido al virus del Zika, que transmite un mosquito; del Ébola y HIV/SIDA, que surgieron posiblemente de distintas especies de gorilas y monos; el SARS, que de un murciélago pasó por una civeta para infectar a los humanos; el MERS, que se contagia de camellos; la rabia, de la mordedura de un perro infectado por una rata; la influenza, a veces porcina, otras aviar... y muchas más, hasta llegar a la actual COVID-19, que quizás a través de un pangolín, luego de surgir de un murciélago, ha causado ya más de 15 millones de muertes en sus primeros dos años de travesía. Pero es que el 60 por ciento de las enfermedades infecciosas en humanos son transmitidas por los animales. Y según la OMS, antes de la pandemia, se estimaba que las enfermedades zoonóticas son responsables de unos 2,500 millones de casos de enfermedades y 2.7 millones de muertes cada año en el mundo. Así que, sin duda, tener balance emocional, físico y social es necesario para lograr salud, pero no suficiente para garantizar una salud plena. Se requiere algo más. Una visión Es entonces cuando vale la pena introducir un nuevo concepto sugerido por un veterinario americano, Calvin Schwabe, en 1964, quien en un texto postuló la idea de “una sola medicina”; donde las medicinas veterinaria y humana debían considerarse interrelacionadas y verse como una sola, de forma integral. Desde entonces, este concepto se ha desarrollado y evolucionado hasta que, en 2004, al inaugurarse el primer congreso en Nueva York, organizado por la Universidad Rockefeller y la Sociedad de Conservación de Especies Silvestres (Wildlife Conservation Society) “Una Salud” o “One Health” fue el tema central. One Health se refiere a la visión de que la salud humana no es una isla, y sí depende de la salud animal y de la salud del ambiente; y esta interacción entre los tres entes garantiza un equilibrio sustentable. La población mundial es cada vez mayor, la dependencia de los alimentos animales mayor, la invasión hacia nuevos ecosistemas y su irrupción ha hecho que los humanos estemos cada vez en mayor riesgo de zoonosis. Los cambios en el aprovechamiento de los recursos naturales, el aumento de los viajes y de la interconexión entre los países, el que las personas vivimos cada vez en zonas más densas y el tráfico de especies exóticas aumentan la posibilidad de encontrarnos con virus, bacterias, protozoarios, parásitos que antes no conocíamos. No es casualidad que el intervalo entre epidemias por enfermedades emergentes se ha reducido especialmente en los últimos 20 años, y que probablemente aparezcan aún con mayor frecuencia. Transcurrieron varios años desde el HIV/SIDA en los 80 y la epidemia de SARS en 2002-2003; sin embargo, a partir de esta última, en tan sólo 20 años, hemos acumulado ya cinco pandemias: H1N1 en 2009, MERS en 2012, Ébola en 2014, Zika en 2016 y ahora COVID-19. Otro paciente más Pero la salud humana también es amenazada por otros elementos. Hace unos días Bloomberg reportaba que, según un estudio de 2022, el cambio climático está ligado a cinco millones de muertes anuales; y que casi el 10 por ciento de las muertes en el mundo podían ser atribuidas a temperaturas extremas, anormales, más calientes o más frías que lo habitual. Pero además, se estima que para 2100 el cambio climático causará un exceso de mortalidad de 83 millones de personas. Equivalente a la población actual de Grecia. Entonces, hay algo más. Sí es importante procurar la salud individual, con completo bienestar físico, social y mental. Claro que sí. Y no sólo la nuestra; también requerimos contar con sistemas e instituciones de salud pública, y agencias dinámicas y fuertes de salud global; claro que además hay que velar por “Una Salud” e involucrar a los animales y los ecosistemas en programas responsables y sustentables, de procuración y conservación, pero existe un elemento que sigue sin considerarse y que, aunque queramos, no podemos ignorar. El llamado elefante blanco en la habitación. El nuevo paradigma Ante ello, en 1993, Per Fugelli, un médico noruego, declaró, que “el paciente Tierra está enfermo”, el planeta. Y es así como años después, en 2015, la prestigiosa revista científica The Lancet propuso una comisión especial para profundizar en la “Salud Planetaria”, “Planetary Health”, que se refiere a “la salud de la civilización humana y el estado de los sistemas naturales de la cual depende”. Y entonces sí, estaríamos hablando de una salud que incluye a todos los factores que realmente juegan un rol en el mantenimiento de la salud humana… de una salud plena. Y esto me hace más sentido. Esta idea me es congruente tanto como niña educada bajo la filosofía de la Dra. María Montessori, que hablaba de la importancia de la educación cósmica, de sabernos parte de un “algo” mayor con la responsabilidad compartida por su conservación y procuración. Y como niña judía, sabiendo que el Tikun Olam es uno de los valores más arraigados en nuestra esencia, donde la misión terrenal de cada uno consiste en reparar las piezas quebrantadas de este mundo, para, según la Mishná, lograr la armonía y bienestar. Una filosofía que incluso no es ajena a la Carta Encíclica Laudato Sí del Papa Francisco ,en la que, en 2015, hizo un llamado por el cuidado de la Casa Común: buscando a través de la educación una alianza entre la humanidad y el ambiente. Así, la pandemia por COVID-19 nos ha mostrado que la salud va más allá de nosotros mismos. Sí es importante mantener nuestra salud individual, pero no estamos solos, y dependemos de los demás seres humanos, de las condiciones de los sistemas de salud, de la interacción con la naturaleza y animales, y claro, de la salud global. Hoy nos consta que lo que pasa en Wuhan, China, puede tener impacto en Morelia, México. La interconexión es innegable. Pero los seres humanos somos tan antropocéntricos que se nos olvida demasiado que existe un entorno en el que nos desarrollamos, y que también debe estar en balance para que los humanos estén en armonía. Así, el paradigma de hoy, el actual, de toda la humanidad debe ir a cuidar también la Salud Planetaria para poder garantizar una salud plena. En la Salud Planetaria se exploran las acciones tan apremiantes que debemos realizar para frenar, y con suerte revertir, la disrupción al sistema natural terrestre, el cual ya sabemos impacta de forma directa la salud no solo de animales y plantas, sino también nuestra salud, la vida misma, nuestra continuidad como especie. La contaminación, sequía, escasez de alimentos, climas extremos, calidad del agua, la falta de biodiversidad... Todo ello tiene impacto en mi salud y en la tuya también. Recordando las escalofriantes cifras; uno de cada diez muertes hoy en el mundo están asociadas al extremo en los climas: el paciente Tierra está enfermo y solicita urgentemente un tratamiento. Evitar desastres es opcional Pero también para garantizar la salud plena hay que prevenir. Y entre todo lo que debemos evitar están las próximas pandemias, que no sabemos cuándo se presenten pero no hay duda de que eventualmente lo harán. Y sin duda no podemos enfrentarlas, y menos luego de lo que hemos sobrevivido, sin ningún tipo de preparación. Tal como es claro que los desastres no son naturales, que lo que es natural son los fenómenos como los huracanes, tornados, temblores y tsunamis; el desastre en sí no es natural, el desastre depende de la preparación humana para enfrentar ese fenómeno natural. No es igual el impacto de un mismo temblor en una ciudad preparada para enfrentarlo, que en una que no ha hecho nada por evitar las consecuencias potencialmente devastadoras. La diferencia entre que ocurra o no un desastre reside en el nivel de preparación: preparedness. El huracán va a suceder, ese es un fenómeno natural; pero el desastre es decisión humana. Lo mismo las pandemias. Así, como lo dijo Larry Brilliant, uno de los epidemiólogos que participó en la lucha por la erradicación de la única enfermedad que se ha logrado erradicar (gracias a la vacunación), la viruela: “los brotes son inevitables, pero las pandemias son opcionales”. Difícil de digerir, pero sí: “opcionales”. En este sentido, Bill Gates, en 2019, habló en una plática Ted sobre el estado tan frágil en que se encontraba el mundo frente a una posible pandemia… pandemia que desprevenidamente llegó pocos meses después. Desgraciadamente pocos meses después la realidad confirmó su tesis, ya que en esa plática advirtió Gates que realmente no estaba el mundo, sus instituciones, gobiernos, y sistemas, listos para evitar que un brote no se convierta en un desastre como ha sido la COVID-19. A casi tres años de su plática, Bill Gates ha publicado un libro con la guía exacta para prevenir una próxima pandemia considerando los errores y aprendizajes de la COVID-19. Gates incluye la urgencia por acortar la equidad, la importancia del monitoreo para la detección oportuna de posibles amenazas, el establecimiento de canales de comunicación y colaboración mundiales, la facilitación en la elaboración de vacunas, la innovación en tratamientos, y la importancia de hacer simulacros, de practicar. Pero, sobre todo, requerimos también hacer una preparación a nivel individual, esto no es sólo responsabilidad de consorcios, agencias y países. La pandemia por COVID-19 nos mostró que quienes fuimos los más vulnerables éramos los que teníamos mayores comorbilidades, enfermedades subyacentes, algunas de ellas no controladas como diabetes, hipertensión y obesidad. Para que sea plena y perpetua Por ello, tú y yo tenemos hoy que invertir en la salud preventiva, en escuchar a nuestro cuerpo aunque esté en silencio. Buscar estar más sanos comiendo mejor, haciendo ejercicio, durmiendo bien, realizando chequeos médicos. Pero ya también sabemos que eso no es la único; es necesario, pero no suficiente. Todos los terrícolas hoy tenemos la oportunidad de ser mejores individuos, miembros de la sociedad, de nuestros países y del planeta. Ya sabemos que el destino del próximo brote está en nuestras manos; que ocurra una próxima pandemia depende de la preparación que logremos hoy, ahora. Sí, queremos salud individual: salud social, salud mental, salud física, pero también, salud pública en los países, salud global; que las agencias internacionales procuren una salud para estar en armonía con el entorno, y con este nuevo enfoque, anhelar por la salud planetaria para entonces poder garantizar esa deseada salud plena. Esta nueva perspectiva, esta misión empieza en ti y en mi hoy.

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