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Mi Oaxaca


¡Qué hay de nuevo… Viejo!


Por Araceli Mendoza

@ArinMaldoza


Las historias de la comunidad son infinitas. Las mujeres sometidas, violadas, maltratadas, en esta tradición de misoginia terrible, donde las mujeres valen cero ante su propia familia. Las costumbres de “sírvele a tu papá, a tu hermano”… Estas mujeres están hechas para tener hijos, permanecer en su casa, sin importar las condiciones.

Pero las mujeres saben hacer sus propias casas: se las ingenian para hacer el principal espacio, el de la cocina, aunque carezcan de una estufa; con tener lumbre para cocinar los alimentos es suficiente. Sí, la verdad es que las comunidades indígenas no han cambiado su forma de vida.

Es muy desoladora la vida en una comunidad indígena, con muy pocas esperanzas de superación. En lo referente a educación, muy pocos alcanzan a terminar la primaria. Para ellos, saber leer y escribir es más que suficiente. Por todas estas carencias hay un fantasma presente desde hace años en estas comunidades: el robo de niños.

Hace unos días, una persona me platicó lo que pasó con ella. En la llamada telefónica que sostuve con ella, me dijo:

- Me robaron...

- ¿Cuándo, qué te robaron?

Ella insiste:

- ...me robaron...

- Sí, pero ¿que te robaron?

- No, no. Me robaron cuando tenía cinco años. Hoy quiero saber dónde están mis papás...

- ¿Te acuerdas quién te robó?

- Si, mi vecina. Cuando iba a la tienda, me robó y me trajo p'acá...

- ¿Cómo te llamas, de dónde eres?

- Soy de Oaxaca, pero no me acuerdo de qué pueblo... Cuando llegué a México, esa señora me dejó en una casa, donde me trataban mal y me pegaba la señora. Me escapé y fui a parar a un albergue. Desde que llegué, me dijo un niño "de aquí no sales viva, porque golpean a los niños y los maltratan hasta la muerte". Varias veces me escapé... No sirvió de nada, porque las señoras que me llevaban a su casa hablaban a la policía y me regresaban al albergue.

Un día llegó una señora al albergue y la que mandaba me dijo "te vas a ir con esta persona". Por miedo me orinaba en la cama, y por eso la señora me ponía a lavar la cobija, que pesaba mucho y no la aguantaba, pero como la había ensuciado, la tenía que lavar. Un día llegó una muchacha más grande que yo y, al ver cómo estaba lavando la cobija, le dijo a la señora "deje que yo lave la cobija, la niña no puede, es muy pesada. Esa muchacha y yo nos escapamos de la casa de esa señora. La muchacha me llevo a Puebla, a su casa, con su familia.

Esa familia me trato muy bien, como si fuera su hija... Esa muchacha me enseño a escribir y a leer. Sé poco por lo que ella me escribía, pero ya no me ha vuelto a escribir, no sé por qué; espero que no le haya pasado nada, porque su familia y ella fueron muy buenos conmigo.

Me consiguieron trabajo en México, con unas personas muy buenas, hasta que ellas murieron. Hoy estoy en casa de la sobrina de mis antes patrones. Estoy bien, pero quiero regresar a mi pueblo a ver a mi mamá... No recuerdo cómo se llamaba; tampoco mi papá, pero sí me acuerdo que tenía un hermano. Tal vez por los golpes que me dieron en la cabeza en el albergue, se me fue la memoria.

¡Qué relato tan doloroso! Pero esto es nada con lo olvidadas que están muchas comunidades de México, las cuales sólo son utilizadas para hacer propaganda partidista, para la foto, pero nunca se atienden sus necesidades tan profundas. No hay registro de cuántos niños son robados en estas poblaciones para trata de personas, prostitución o venta de órganos.

México tiene grandes problemas. No hay que centralizarlos. Hay que difundir los problemas reales, con sensibilidad.

Así como esta persona quedó marcada de por vida ¿cuántos niños quedarán marcados por ser testigos de las masacres de sus padres? No sólo hay que ver a otros países que enfrentan una guerra. Aquí no se atienden problemas muy sensibles.

quehaydenuevoviejo760@yahoo.com.mx

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