Por Omar Garfias
@Omargarfias
Tiene mucho miedo.
Está viviendo lo que la mayoría de la gente cree que ya no pasa.
Cuando llora, le aparecen ronchas en la piel, los ojos se le ponen muy rojos y las venas del cuello se le marcan. Duele verla sufrir, tanto que todos en la sala lo sentimos y lloramos con ella.
Le llamaremos Margarita, porque me pidió no revelar su nombre.
Se casó muy enamorada, “de un hombre muy bueno”, y se propusieron tener una “familia muy feliz”. Así lo escribió en un cuaderno que compró con su sueldo de jornalera en Baja California.
En una película vió que una muchacha anotaba en un diario todas las cosas bonitas que le pasaban y decidió comprar uno para anotar la vida familiar feliz que había planeado.
Ahí apuntó el día que creyó estar embarazada. Fue al Centro de Salud, pero no la atendieron. Por la COVID no había consultas; le dijeron que fuera sólo si había una emergencia.
Una mañana, cuando calculaba que llevaba siete meses de embarazo, empezó a sangrar al estar cortando tomate en el campo agrícola; la llevaron al hospital.
La doctora le dijo que era una irresponsable; que tenía un embarazo de alto riesgo por un problema de matriz que debió atenderse. Le preguntó qué método anticonceptivo usaba y ella le respondió que ninguno, que su esposo y ella querían tener tres hijos.
La doctora estalló en una carcajada irónica y continuó gritándole, pero Margarita ya no entendió todo lo que le dijo para humillarla. Estaba en trabajo de parto. El dolor no le permitía escuchar bien, sentía que la abrían, la desgarraban y la punzaban. El bebé sólo vivió dos días.
Su tía me cuenta que Margarita le lloró al niño mientras trabajaba, de inicio a fin de la jornada, todos los días, más de un mes. Una tarde regresó a su pueblo, junto con su esposo, en Veracruz.
No paraban las molestias. La revisó un doctor particular, quien decidió operarla. Ahí gastó el poco dinero ahorrado y ahí le informaron que allá, en Mexicali, durante el parto, le habían practicado una ligadura de trompas irreversible. La doctora la esterilizó contra su voluntad.
Volvió a su casa. Escribió una palabra en su cuaderno: INFIERNO.
Dice que sintió como si le hubieran matado a los otros dos hijos que había planeado. Un grupo de abogados está asesorándola para conseguir justicia.
La defensa de la doctora presentó una carta de anuencia firmada con la huella digital de la mujer esterilizada.
Parecía que no habría castigo, hasta que una enfermera que estuvo presente relató que la doctora le gritó a Margarita que gente como ella no debería tener mas hijos; que trabajara para mantener al niño que acababa de tener. Después le cubrió el pulgar con tinta y puso su huella, sin su consentimiento, y mucho menos le informó que la esterilizaría.
En 17 estados la esterilización forzada no es un delito, pese a que implica la violación al derecho a la salud, a la igualdad y a la no discriminación, todos reconocidos en la Constitución, denunció desde 2015 el Grupo de Información de Reproducción Elegida (GIRE).
Aguascalientes, Baja California, Campeche, Chihuahua, Colima, Guanajuato, Jalisco, Estado de México, Morelos, Nayarit, Nuevo León, Oaxaca, Querétaro, Sinaloa, Sonora, Tamaulipas y Zacatecas, son los estados del país donde no existe legislación para perseguir esta agresión.
El rezago de estos estados sucede a pesar de que el delito está tipificado en el Código Penal Federal y es una práctica prohibida en la Ley General de Salud que establece, en su artículo 67, que “quienes practiquen esterilización sin la voluntad del paciente o ejerzan presión para que éste la admita, serán sancionados”, aunque impone una multa ridícula de entre 6 mil y hasta 12 mil veces el salario mínimo.
El Sistema de Salud tampoco garantizó los derechos de Margarita.
El aumento de 9 por ciento en el presupuesto de 2020 respecto a 2019 no procuró la atención de enfermedades distintas a la COVID-19. En México, la atención de la pandemia requería aumentar el presupuesto del Sector Salud 9.7 veces el gasto adicional que se hizo.
En 2020, las consultas para siete enfermedades cayeron en 48 por ciento, lo que significó 42 millones de consultas menos que en 2019.
Las consultas de embarazo trimestral gestacional y embarazo adolescente disminuyeron 37 y 35 por ciento, respectivamente.
Además de la menor atención, el gasto de bolsillo de los hogares mexicanos se incrementó en 40 por ciento.
“Me mataron a mi familia feliz”, me dice.
En México hay miles de mujeres sin derechos.
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