Volker Türk es el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos
Humanos. Reside en Ginebra, Suiza. © Denis Balibouse / Reuters
Defender los derechos humanos puede garantizar que la política ambiental esté impulsada por hechos y evidencia, no por el negacionismo, la avaricia y las ganancias, afirma Volker Türk, Alto Comisionado de las Naciones UNidas para los Derechos Humanos, en un artículo escrito para Nature.
"Cuando viajé a Irak a principios de este año, fui testigo de lo que algunos podrían llamar un futuro distópico. Con un calor abrasador de 50 grados Celsius (°C) en Basora, quedó claro que el cambio climático es nuestro aquí y ahora. Como dijo en julio el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, la era de la "ebullición global" realmente ha comenzado. Nos catapultamos a un mundo irreconocible: 3°C más cálido que el preindustrial y lleno de una contaminación generalizada para finales de siglo. Esta crisis será una amenaza insuperable para el futuro de la humanidad, a menos que adoptemos medidas inmediatas y colosales para abordarla. Como alto comisionado de las Naciones Unidas para los derechos humanos, creo que la ciencia y los derechos humanos deben dirigir las acciones de la humanidad. Mientras el mundo conmemora 75 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos, todos debemos recordar que los derechos humanos existen para empoderar a las personas, proteger sus vidas y su dignidad y frenar los peores impulsos de la humanidad. En 1948, tras dos guerras mundiales y la Gran Depresión, los líderes mundiales se reunieron para adoptar la Declaración Universal. La ciencia es parte de ello: el artículo 27 declara que “toda persona tiene derecho... a participar en el avance científico y sus beneficios”. Y ese derecho nunca ha sido tan crucial ni ha corrido tanto peligro. La acción y la inacción globales, alimentadas por los fracasos de las autoridades y las empresas, agravadas por la codicia, la ideología y la indiferencia, nos hunden cada vez más en una catástrofe ambiental. Abordar la crisis sólo es posible mediante un debate abierto, un pensamiento crítico y un análisis basado en evidencia.
Sin embargo, todavía vemos una fuerte influencia corporativa en los procesos regulatorios, ataques directos a los estudios científicos, campañas de difamación contra los científicos, literatura engañosa y explotación del analfabetismo científico. Demasiados gobiernos, formuladores de políticas y líderes de grandes industrias cierran voluntariamente los ojos a la ciencia y despliegan "expertos" sesgados para sembrar dudas y socavar los hechos científicos.
Por ejemplo, el científico medioambiental Geoffrey Supran y la historiadora Naomi Oreskes, de la Universidad de Harvard, en Cambridge, Massachusetts, demostraron cómo la industria de los combustibles fósiles financió contrainvestigaciones y campañas de negación del cambio climático después de que científicos internos dieran la alarma sobre los riesgos de las emisiones de los combustibles fósiles (G. Supran & N. Oreskes One Earth 4 , 696–719; 2021).
Otras grandes industrias también han sofocado las pruebas sobre los daños de todo, desde el uso de pesticidas hasta los aditivos de plomo, a expensas del derecho de las personas a la salud. Según el derecho humano a un medio ambiente limpio, saludable y sostenible para todos, reconocido por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2022, quienes contaminan deben rendir cuentas. Los científicos han proporcionado herramientas poderosas para hacerlo. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC) y la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas han realizado evaluaciones reveladoras y han descubierto que los enfoques basados en los derechos son fundamentales para obtener mejores resultados políticos. Las barreras de derechos humanos deben integrarse en la formulación de políticas, las decisiones de inversión y los modelos de negocios. El Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU estipula que la industria y los gobiernos deben hacer todos los esfuerzos posibles para promover información científica precisa. Esto significa no más desinformación, no más menosprecio y no más desinformación deliberada al público para erosionar la comprensión y el respeto por la ciencia. Seguir los seis pasos descritos a continuación puede garantizar que el derecho humano a beneficiarse de la ciencia y sus aplicaciones catalice el avance de todos los derechos humanos. 1.- La investigación científica necesita un entorno propicio. Los científicos que exponen los impactos negativos de la acción humana en la salud humana y el planeta, así como los defensores de los derechos humanos ambientales, deben ser protegidos de ataques, amenazas, campañas de difamación y acoso. 2.- La sociedad debe proteger la investigación científica de los conflictos de intereses. Cualquier individuo encargado de desarrollar o supervisar la implementación de políticas ambientales o de salud pública debe revelar todos los vínculos comerciales e institucionales; esto debe ser monitoreado de manera independiente y aplicado a través de leyes sobre conflictos de intereses. 3.- Los gobiernos deberían financiar la investigación sobre el cambio climático al nivel que merece la amenaza verdaderamente existencial. 4.- Debe participar una amplia gama de voces para informar las políticas climáticas y ambientales. Entre ellos se incluyen personas que históricamente han sido marginadas y a las que se ha negado el derecho a beneficiarse de la ciencia, incluidas mujeres, niños, pueblos indígenas, afrodescendientes, personas con discapacidad y personas que viven en la pobreza. 5.- La educación es crucial. El conocimiento permite a las personas y a las comunidades ejercer su capacidad de acción para proteger el medio ambiente ahora y en el futuro. 6.- Las sociedades deben garantizar un acceso equitativo a tecnologías sostenibles. La cooperación internacional en transferencia de tecnología, movilización de recursos e intercambio de conocimientos científicos es esencial para abordar las profundas disparidades entre países y garantizar que todas las personas tengan un medio ambiente limpio, saludable y sostenible. Los derechos humanos no son simplemente leyes o una ideología: son la clave para la supervivencia de nuestra especie. Si los tomamos en serio, como se pretendía en la Declaración Universal hace 75 años, podemos transformar nuestra trayectoria actual para salvaguardar el bienestar de nuestro planeta para nosotros y las generaciones futuras.
Naturaleza 623, 9 (2023)
doi: https://doi.org/10.1038/d41586-023-03332-8
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