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¿Porqué su política es de agresión, boruca y pleito permanente?



Por Omar Garfias

@Omargarfias


Achichincle, alcahuete, aprendiz de carterista, blanquito, calumniador, camajanes, canallín, chachalaca, cínico, conservador, corruptazo, desvergonzado, espurio, farsante, fifí, fresa, gacetillero vendido, hablantín, hampones, hipócritas, huachicolero, ingratos, ladrón, lambiscones, machuchón, mafiosillo, maiceado, majadero, malandrín, maleante, malhechor, mañoso, matraquero, megacorrupto, mentirosillo, minoría rapaz, mirona profesional, monarca de moronga azul, mugre, ñoño, oportunista, paleros, pandilla de rufianes, pelele, pequeño faraón acomplejado, perversos, pillo, piltrafa moral, pirrurris, politiquero demagogo, ponzoñoso, ratero, reaccionario de abolengo, reverendo ladrón, riquín, señoritingo, simulador, siniestro, ternurita, títere, traficante de influencias, traidorzuelo, vulgar, zopilote...

Son algunas de las palabras que el presidente ha dirigido hacia los mexicanos que no piensan como él.

Corrupto y ratero, llamaron militantes de Morena al presidente nacional de su partido en Durango, el pasado 22 de febrero.

Sanguijuelas, sabandijas y perros rabiosos son términos que han intercambiado entre morenistas cuando han tenido diferencias.

Si, hasta entre ellos mismos.

Es su forma de hacer política, de gobernar.

No son fallas humanas ni debilidades del movimiento. Es la naturaleza misma de la propuesta política de Morena.

El insulto es parte de su proyecto: no reconocer la legitimidad de quien piensa diferente, nunca tener disposición al diálogo sin subordinación, proponer siempre la eliminación del disidente.

La esencia de Morena es manejar el miedo de la población, advirtiéndole permanentemente de amenazas, de enemigos que la acechan.

Con el insulto, la boruca, la agresión, pretenden demostrar que son los defensores del pueblo, que enfrentan a los malos.

Le venden protección al pueblo.

No pueden dejar de pelear. Se rompería su narrativa.

Nunca pararán los pleitos, requieren constantemente de enemigos, tienen que buscar nuevos, hasta entre ellos, hasta entre sus aliados; de otro modo, la población ya no los necesitaría.

“Tienes amenazas muy grandes, corres mucho peligro y yo soy el único que te puede defender”, es el mensaje taladrado a diario.

“Desconfía de los demás, yo te los señalaré”, completan.

Tampoco pueden permitir que la población escuche otras voces, eso atenuaría las alarmas que ellos encienden.

Por eso desacreditan a los disonantes.

Dicen ser tolerantes pero su reacción ante otra opinión es la descalificación, como mínimo.

Necesitan ser la única voz legítima; su narrativa no admite el intercambio y coexistencia de razonamientos. Siempre atacarán al que se dirija al pueblo sin ser su comparsa.

Este tipo de narrativas que usa Morena, especialmente el presidente, impiden edificar una humanidad común, un espacio donde podamos caber todos los mexicanos.

Todos podemos convertirnos, bajo determinadas circunstancias, en el enemigo. Por algo que dijimos, por algo que queremos, por algo que pensamos, por algo que no nos gustó, por donde vivimos, por como vestimos, etc.

El presidente y los morenistas se caracterizan por su pretensión de encarnar al “verdadero pueblo”. Ante eso, no hay posibilidad de discusión racional, de intercambios argumentados.

No exagero. El 15 de febrero pasado lo escribieron, lo firmaron y lo publicaron los senadores de Morena: “El presidente Andrés Manuel López Obrador encarna a la nación, a la patria y al pueblo”.

Si por su boca habla el pueblo, la patria y la nación, a los demás nos toca callar y obedecer. De lo contrario seríamos traidores.

Su narrativa es: “Te digo quienes son los enemigos que te quieren dañar, los insultaré y atacaré; y tú, pueblo, amor con amor se paga, agradecerás y serás sumiso, pues si no, quiere decir que eres de los traidores”.

Necesitan enemigos, necesitan insultar, necesitan boruca. Nunca dejarán de pelear, a eso le dedican, como vemos, gran parte de su tiempo.

La política despiadada, bosqueja Jesús Silva Herzog Márquez, defiende un principio despojándose de toda duda y de todo escrúpulo. Hará, sin delicadeza, lo que deba hacer. Su hechizo es innegable: pinta el paraíso, ofrece un camino claro, da sentido y proyecta grandeza. Llama a la valentía y al sacrificio; ofrece misión y gloria. La vacilación, la tolerancia, son traiciones.

El país requiere deliberar y conversar; ésa debiera ser la convocatoria principal de nuestro gobierno. Procurar el entendimiento pacífico, civilizado, republicano.

Nos urge razonar colectivamente para encontrar las soluciones a nuestros problemas.

Nuestro país es una sociedad con muchas desigualdades y exclusiones. Todos nos tenemos que hacer cargo de ello e implementar acciones y políticas públicas que las abatan.

En el gobierno de Morena no se está construyendo infraestructura básica de servicios y vivienda en cantidad suficiente; esos presupuestos han disminuido enormemente. Por ejemplo, en el Instituto Nacional de Pueblos Indígenas tampoco se implementa un sistema de cuidados que permita la incorporación de la mujer al mercado laboral; ha fracasado el INSABI y los programas sociales, según la Secretaría de Hacienda del gobierno federal, llegan a personas con hasta tres pensiones y dejan fuera a ancianos que no tienen ninguna.

No se está abatiendo la desigualdad pero a cambio se está elevando la polarización.

Se está vendiendo más odio, se están armando más pleitos.

El pleito es su narrativa, no van a dejar de hacerlo.

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