Por Déborah Buiza
@DeborahBuiza
El otro día mi hijo el mayor me preguntó cómo nos hicimos amigas su madrina y yo. Mi comadre y yo nos conocimos en 1994 y tenemos una gran historia juntas. Conté algunos detalles a mi chilpayate curioso, quien en algún momento me cuestionó:
– “Mamá, pero ¿le preguntaste si quería ser tu amiga?”.
– No, creo que nunca se lo pedí; fue algo que se dio...
Pensándolo bien, nunca he pedido a alguien que sea mi amig@, y aun así la vida ha sido generosa y me ha presentado a personas maravillosas a lo largo de los años y, a partir de la convivencia, el cuidado mutuo y la aceptación incondicional, hemos construido vínculos maravillosos.
Sonaré muy pretenciosa, pero soy muy afortunada. Mi vida está colmada por amig@s fabulos@s que han estado en la salud y en la enfermedad, en las buenas y en las malas; en la riqueza y en la pobreza; en los momentos divertidos y en las calamidades, en el café con chismecito intrascendente y en las grandes reflexiones y crisis existenciales; en las mudanzas, en las vacaciones, en las aventuras de oficina y en los proyectos profesionales e incluso en la crianza de mis hijos.
He corrido aventuras maravillosas muy acompañada, sostenida, respaldada y motivada por ellas y también me han permitido aprender y tener el privilegio de ser su confidente y apoyo en lo que he podido.
Claro que, en nuestro recorrido, no todo ha sido miel sobre hojuelas; hemos tenido diferencias, enfados, incomodidades, ausencias, distanciamientos e incluso rupturas.
También me ha tocado transitar el duelo de perder a grandes amig@s. De hecho, creo que esos procesos han sido más dolorosos que el divorcio, y es que conservar las amistades cuesta algo más que buena suerte y tener intereses o gustos en común; son vínculos que requieren disposición, disponibilidad, cuidado, mantenimiento, compromiso, tiempo y responsabilidad afectiva.
A las amistades hay que alimentarlas, y no me refiero a darles de comer algo rico que les guste (aunque también hay que hacerlo a veces para consentirlas), sino a buscar intencionadamente nutrir la conexión emocional.
¿Cómo nutres la relación con tus amistades? ¿Cómo les haces sentir que son valiosos para ti y los aprecias? ¿Das como un hecho que tus amig@s estarán ahí siempre, aunque no hagas algo por mantener el vínculo? ¿Cómo cuidas a tus amig@s?
No podemos dar por sentado que las personas serán nuestras amigas (os) por siempre si no cuidamos y nutrimos el vínculo. Y no es que uno tenga que andar pegado como muégano para todas partes, comunicar todo lo que nos pasa o compartir todo lo que pensamos, sentimos o vivimos, pero sí hacer cosas que permitan sostener la conexión a lo largo del tiempo, a pesar de la distancia física y las múltiples ocupaciones y compromisos personales.
Cada amistad es diferente y requiere algo distinto de nosotros. Ser amig@s no es tarea sencilla, aunque sí profundamente enriquecedora. Es un vínculo que nos reta a mejorar nuestras herramientas de comunicación, a buscar nuevas formas de expresar nuestro afecto; a practicar la empatía, la solidaridad, la responsabilidad afectiva y los límites; nos permite conocernos y aprender de los otros, crecer y cubrir la necesidad tan humana de estar acompañados.
Los vínculos de amistad son indispensables, aunque el mundo intente promover lo contrario.
Sirvan estas líneas de pretexto para agradecer, reconocer y expresar todo mi cariño a mis amores, a mis amigas y amigos. A cada una de ellas y de ellos que habitan en mi corazón y por lo que mi vida es tan bonita ¡gracias por su existencia en mis días!
Y tú ¿cómo dices a tus amigas (os) que son importantes para ti?
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