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Se intensifica la crisis económica en México









Es crisis económica y de valores,

paro, corrupción, pobreza global…

aparte estallan guerras locales

que hacen que el mundo esté mal.


Poema La Crisis

Jesús Martínez Alcolea







O el lugar común para empezar la Cultura Impar: México y la tormenta que se avecina.

Para la Cultura Impar, los asesores en economía de la presidenta Claudia Sheinbaum no atinan a aconsejarle qué hacer y cómo frenar el problema. Ella se deja llevar por los consejos políticos y eso hace crecer, incluso al exterior, la debilidad mexicana para responder a las presiones.

Hay un extraño silencio -quizá de incredulidad o de temor- en torno a la situación económica de México. Mientras el mundo observa con creciente inquietud los signos de enfriamiento global, en México la respuesta oficial parece más cercana a la fe ciega que al realismo económico.

A pesar de que los analistas en medios nacionales lo mencionan día a día, los políticos están pasmados o, de plano, no saben qué paso dar sin que se note que NO tienen la menor idea de lo que se les viene. Ha pasado tantas veces en los sexenios mexicanos, que la gente ya sabe cómo se vive en crisis perpetua.

Claudia Sheinbaum llegó al poder respaldada por la continuidad de un proyecto político que privilegia las decisiones de corte electoral y social por encima de las señales de alerta financiera. El problema -grave y cada vez más evidente- es que sus asesores económicos parecen más ocupados en sostener narrativas de optimismo que en preparar escenarios de contingencia.

México está en zona de riesgo, no sólo por las presiones internas -inflación, gasto público creciente, dependencia energética, inseguridad- sino también porque la mirada externa empieza a endurecerse.

Los grandes socios comerciales —los Estados Unidos, Canadá y China— no ven a México como un jugador sólido en la cancha económica, sino como un país vulnerable, sin un plan para blindarse frente a las tormentas que asoman en el horizonte global.

En ese contexto, la fragilidad mexicana se vuelve doblemente peligrosa: por lo que ocurre adentro y lo que se percibe desde afuera. No es casual que las calificadoras ajusten sus pronósticos; no es un capricho que las inversiones extranjeras miren con más interés a Brasil, a Colombia o a Vietnam. El capital global no espera a ver quién reacciona mejor: huye de donde ve improvisación.

¿Es culpa exclusiva de Claudia Sheinbaum? No. Hereda un esquema de gasto público altamente comprometido y una dependencia política de decisiones heredadas, pero su mayor error hasta ahora es creer que las crisis se enfrentan con discursos o lealtades.

La economía no funciona con aplausos. Funciona con confianza y certidumbre. Y para eso se requieren asesores económicos de primer nivel, con capacidad técnica y autonomía suficientes para decirle a la presidenta lo que quizá no quiera escuchar.

Lo peor que le puede pasar a México no es la crisis económica en sí misma –las ha tenido antes y sabe cómo sobrevivir–, sino enfrentarla con una clase política que niega la realidad, que posterga las decisiones difíciles y prioriza la imagen sobre el fondo.

México necesita claridad y la presidenta Sheinbaum necesita —urgentemente— entender que sus verdaderos adversarios no están en la oposición política ni en los medios críticos, sino en el deterioro de las condiciones macroeconómicas, en la presión internacional y en la pérdida de confianza interna.

La pregunta es si escuchará a tiempo.


Por lo pronto, va otra parte del Poema La Crisis, escrito por Jesús Martínez Alcolea, en 2016:

Los políticos al ciudadano le robarán,

quieren ser el concejal de urbanismo

para su comisión seguro cobrarán

y el currante siga luchando lo mismo.

Te recortan en educación, sanidad…

y muchos más servicios básicos.

Para alcanzar un poco de felicidad

tienes que hacer trucos mágicos.

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