Secreto de familia

¡Qué hay de nuevo… Viejo!
Por Araceli Mendoza
@Arinmaldoza
¿Qué hay de nuevo..? Para algunos, mucho; quizá para otros, no tanto. Es como el vaso de agua: algunos lo miran medio lleno y otros medio vacío, pero los tiempos cambian y se dice que los cambios siempre son buenos. Lo difícil siempre es cambiar e implementar cosas nuevas.
En algún momento, las costumbres, los buenos modales, se estancaron y se acabaron los tiempos aquellos en que, en las casas, siempre se hablaba de respetar a los mayores.
Entre los reclamos que habría que hacer a la sociedad de aquellos años, destaca el hecho de no hablar con claridad sobre la sexualidad, lo cual habría evitado muchos problemas traumáticos a la niñez.
Hablaré de una niña francesa que vivía en Marsella, Francia, quien cargó con su pena y dolor muchos años. Su mamá nunca se percató de lo sucedido a su hija en la escuela.
De hecho, la niña dejó de acudir a la escuela. La abuela, quien la cuidaba, le preguntó: ¿Por qué prefieres cuidar a los animales, en lugar de ir a la escuela? La respuesta fue un silencio absoluto.
El profesor, en el salón de clases, le decía a la niña:
- ¡...acá, al frente, junto al escritorio..!
Y mientras la niña leía, el profesor le tocaba su cuerpo…
En las casas jamás se hablaba de la menstruación, de la masturbación (¡Ay, te vas a condenar!, decían las abuelas o las madres; en esta casa esas palabras no se mencionan). ¿Por qué no, si es el cuerpo humano? Las niñas, asustadas por la menstruación, cuando es algo natural.
Por todo esto es importante la información por parte de los padres, para hablar sin morbo e infundir confianza en los hijos y, desde luego, afirmarles que nadie tiene derecho a tocarlos ni a tocar su cuerpo.
Es importante la presencia de los padres en todo momento, porque los violadores siempre están al acecho. El abuso infantil debe denunciarse, aunque implique romper secretos de familia. Es Impresionante saber que la violencia sexual contra los menores se focaliza en el hogar.
Hay que romper patrones, “los tabúes”, culpables de tanta violencia sexual contra los menores. Los agresores se ganan, poco a poco, la confianza de la víctima o de sus familiares, y hoy las redes sociales y los juegos en línea son los vehículos usados para estar solos o en contacto con la potencial víctima.
Los presuntos agresores aprovechan la vulnerabilidad, la asimetría, en la relación con la niña, niño o adolescente. Este sujeto siempre busca aislar a la víctima y, por supuesto, hacerla sentir que está sola y no cuenta con nadie que le crea y pueda apoyarla.
Los padres deben creer lo que sus propios hijos les dicen, para protegerlos. Cuando se menciona “secreto de familia”, todos callan, porque fue el padre, el tío, el primo, el sobrino... ¡Qué sé yo!
Lo importante es que un ser humano fue violado, violentado y lastimado en todo su ser. ¿Qué es más importante: guardar las apariencias o denunciar al agresor, sea quien sea, y ayudar a una niña o a un niño, a recuperarse de haber pasado por una violación?
Es importante el apoyo, en especial el de la familia inmediata, para salvaguardar la estabilidad emocional del violentado, y hay que denunciar, porque el chacal seguirá acechado a otras víctimas, sean niñas, niños o adolescentes.
La Organización Mundial de la Salud informa que uno de cada cinco menores sufre de abuso sexual antes de cumplir los 17 años. La UNICEF indica que alrededor de 120 millones de niñas menores de 20 años en todo el mundo han experimentado relaciones sexuales por la fuerza.
En México, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), cada año más de 4.5 millones de niñas y niños son víctimas de abuso y sólo se denuncia el 10 por ciento.
Estas cifras son tan altas como las de una pandemia. Los padres deberían ser los encargados de hablar con los hijos y, una y otra vez, decirles que su cuerpo es sagrado, como un templo, y nadie puede tocarlo.
Hay que afirmarles que deben avisar de inmediato, cuando alguien haga siquiera un intento por violentar a una niña, niño o adolescente, aunque sabemos que esto es muy complicado en poblaciones muy pobres, dónde el hacinamiento, provoca acciones deplorables.
Las escuelas, los centros de Salud, el Instituto Mexicano del Seguro Social, deberían dar información clara y precisa a la comunidad para que la infancia sea informada, de acuerdo a su edad, del peligro inminente que corren ante individuos mal intencionados.
El impacto de saber que una hija o hijo fue abusado sexualmente es devastador: los sentimientos de culpa, la descalificación a la verdad que revela la niña o niño...
Hablen con sus hijos. La comunicación sin morbo es la mejor herramienta para valorarse, para sentirse con plena confianza ante sus padres.
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